— Vamos Adhara, ustedes dos se viven peleando— Refunfuño— hoy intentaras hablar con él, en dos días será el campamento — Reprochó Amelia, al ver mi insistencia en no volver a cruzar palabras con él.
Hasta que sea el momento adecuado claro, aunque ella no lo debe saber, sé que en cualquier momento estará insistiendo.
—No— Dije seria, mirando la cancha de básquetbol que estaba justo detrás de Amelia.
Amelia solo bufo, dejando de insistir.
Aunque los efectos tampoco son duraderos en ella.
Nos encontrábamos en el patio sentadas bajo un árbol. Mis ojos cerrados hacen que la brisa recorra mi rostro. Suaves roces y suspiros, respirando profundo y olvidándome del mundo al cual estamos atados, del cual, solo quedaba imaginar un mundo en dónde te sintieras segura.
¿Por qué habrá que imaginar un mundo en donde estemos seguros? ¿No debemos sentir paz con la realidad de la que ya estamos vivos? ¿Debemos siempre pasar por cosas tan trágicas, aunque sea parte de la vida misma? ¿Por qué? ¿La vida nos recompensara a lo largo de nuestra vida?
Puede ser que no, puede ser que si...
Nadie lo sabe...
Sin embargo, no tengo idea, pero lo que si sabia es que el padre de Marcus no le espera nada bueno...
Cuando la policía llegó ese día, solo retuvieron a Marcus por unas horas en la cárcel, pero el padre tuvo que ser encarcelado por agredir a un menor de edad y dejarlo en condiciones poco agradables.
Al viejo le esperaba un juicio largo y duradero...
Desde ese día, otra vez no he vuelto a hablar con Marcus. Todo se quebró en tan solo segundos que en estos días me puse a pensar qué hubiera pasado si nada de la pelea hubiera ocurrido. ¿Qué estaríamos haciendo? ¿Estaríamos hablando? ¿Riéndonos?...
Suspire irritada, rascándome la nuca...
—¡Adhara!...
Di un salto por el grito repentino. A estas alturas ya debería estar acostumbrada.
—¿Cuál es la necesidad de gritar? — Refunfuñe, pero no de enojo.
—Es que tú no me escuchas.
—Bueno, tienes razón — Conteste mirándola — Ahora, ¿qué es lo que decías?
Se puso una mano en el pecho, ofendida.
—No me prestaste atención por pensar en tu hombre.
Desvié la mirada...
—No empieces — Dije indiferente.
—Que aburrida eres — Bufó, frunciendo el ceño.
Nos quedamos un rato en silencio, para nada incomodo, hasta que la risa de Amelia me confunde. Sé que ella puede que está loca en algunas ocasiones, sin embargo, siempre me toma desprevenida.
—¿Qué es lo gracioso?
—Te sonrojaste Casper. — Canto, divertida...
—No te cansas de molestar cuando puedes ¿Verdad? — Dije, tocándome la mejilla caliente.
Ella solo sigue riéndose, negando...
El ambiente tranquilo queda de un lado, al ver que a la izquierda de Amelia una pelota se dirigía a su cara.
—¡Amelia cuida... — Fue demasiado tarde...
Aunque intente impedirlo, sentí el impacto que causo la pelota en el cuello de Amelia, haciendo caer el resto de su cuerpo al suelo.
—¡No puede ser¡ — Grite, estaba haciendo mucho esfuerzo para no llorar, pero ver a Amelia y la...— Sangre — Murmure, mire a la dirección para ver quiénes eran los culpables.
Al visualizarlos, solo se reían de ella chocando los puños como si fuera lo más gracioso del mundo. Me quise levantar e ir hacia ellos, pero la mano de Amelia mientras la sangre le corría por su nariz hizo que me detuviera, movió la cabeza, diciendo en vos baja que no hiciera nada. No hice caso a sus palabras, me zafé de su agarre levantándome decidía a lo que iba a hacer.
En el camino hacia ellos visualice una rama gruesa, la cual agarre.
— ¡Oye, imbéciles! — Apenas tuve los ojos del chico sobre mí, levanté la rama, pero no alcance a golpearlo ya que una mano detrás de mí, me impidió hacerlo — ¿Qué te pasa idio...? — Reproché, pero me retracté al ver que era Marcus el que sostenía mi brazo.
Al mirar su rostro, una punzada ataco mi corazón.
Su cara...
Sus facciones...
Parecía demacrado, ya que debajo de sus ojos se notaban las pequeñas bolsitas que estaban empezando a notarse. Eso me mataba, me ería, pero la prioridad era Amelia.
— No valen la pena — Murmuró, sacándome la rama tirándola al suelo. Su voz fue tan rasposa, como si hubiera llorado todo el día.
Me dolió...
Y me dio miedo sentir eso...
No quise demostrarlo, así que pasé a su lado en busca de emergencia. Necesitábamos llevar a Amelia urgente al hospital. Al verla, Jeff estaba sentada junto a ella sosteniendo su mano, acariciando su rostro. Me arrodille ante ella, despacio.
— Tranquila, ya llamé a la ambulancia y a la policía — Estableció al notarme respirando entrecortado sosteniendo mis hombros, me quité de su agarre suavemente negando con la cabeza. Me acerque a ella sosteniéndola en mis brazos.
— Por favor, despierta — Palmee su mejilla...
En cuestión de segundo, directores, profesores y muchas personas se acercaban a ver qué es lo que estaba sucediendo. Entre la multitud, apareció Richard, su hermano.
— ¡¿Que le paso?! — Chilló apartando a Jeff de su lado, sostuvo su cabeza, durante varios minutos. Su desesperación era notoria.
Sin titubear señale a los culpables, que ahora mismo solo estaban serios. Y al señalarlos, no hubo necesario decir que es lo que había pasado, él ya sabía lo que había ocurrido y lo peor es que no había quien lo parara.
— Nadie lastima a mi hermana — Siseo entre dientes, furioso.
Al saber que él iba tras ellos y como los cobardes que eran, solo corrieron tan rápido como era posible, ni siquiera Marcus pudo evitar que los alcanzara, porque en solo segundos ya los tenía golpeándolos sin cesar, mientras que Marcus y Jeff solo trataban sacarlo de allí.
Mis odios solo zumbaban por el shock momentáneo, aun así, me mantenía estable mirando que nadie me arrebatara a Amelia de mis brazos. Justo en ese momento, me di cuenta que todo se iría a la mierda en cuanto los policías llegaron acompañado de una ambulancia.