Ataques brujos contra 6 misioneros. (pluma maldita)

5.2: El Secuestro

Entonces llegó la noche del secuestro.

Fue silencioso. Profesional. Cuatro mujeres entraron a nuestra choza cerca de las tres de la madrugada. No con violencia, sino con una sustancia—un paño empapado en algo dulce y químico—que presionaron contra mi nariz y boca.

Desperté en una choza diferente. Oscura, excepto por un fuego central. Nia estaba sentada frente a mí, con tres ancianas a sus lados.

—¿Dónde están mis hijos? —Fue lo primero que dije. No "dónde estoy" o "qué quieren". Sino "dónde están mis hijos".

—Seguros. Con tu esposo. Durmiendo. Ninguno sabe que te fuiste.

—¿Qué quieren?

—Una conversación. Entre mujeres poderosas.

—No soy poderosa. Solo soy una sierva de Cristo.

Nia se rió suavemente.

—Mientes bien. Pero yo también miento bien, así que reconozco las mentiras. Eres poderosa. Lo vi desde el principio. Tu esposo es la fachada. Tú eres el verdadero misionero.

—Daniel y yo servimos juntos.

—Daniel está roto. Lo rompimos para sacarte. Para que mostraras tu fuerza. Y lo hiciste. Impresionante.

Mi sangre se enfrió.

—¿Ustedes lo enfermaron?

—Hierbas en su comida. Nada permanente. Solo suficiente para debilitarlo. Para que tú emergieras. Y emergiste magníficamente.

—¿Por qué?

—Porque necesitamos evaluar si valías lo que vamos a pedir.




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