Ataques brujos contra 6 misioneros. (pluma maldita)

5.3: La Propuesta de Nia

Una de las ancianas se inclinó hacia adelante.

—Misionera Leah, sabemos por qué viniste. A convertir. A cambiar nuestras creencias. A plantar tu dios aquí.

—A compartir las buenas nuevas de—

—Silencio. —La voz de Nia cortó como cuchillo—. No estamos aquí para debatir teología. Estamos aquí para negociar.

—¿Negociar qué?

—Tu familia por tu participación.

El mundo se detuvo.

—Explícate.

Nia se puso de pie, caminando alrededor del fuego.

—En tres días, celebramos la Ceremonia de las Madres. Un ritual de iniciación para las jóvenes que pasan a la adultez. Necesitamos una mujer fuerte—уна madre—para guiar el ritual. Normalmente sería yo. Pero este año, quiero que seas tú.

—¿Yo? Eso es...

—Una mujer cristiana, conduciendo una ceremonia pagana. Sí. Contradictorio. Perfecto.

—No voy a—

—Tu hija tiene cinco años. —Nia dejó que las palabras flotaran—. En dos días, será elegible para la ceremonia. ¿Entiendes lo que eso significa?

Mi corazón se detuvo.

—No tocarán a Miriam.

—No tendremos que hacerlo. Si tú conduces la ceremonia, si participas voluntariamente, tu hija estará exenta. No solo este año. Para siempre. Será marcada como "hija de la iniciadora", protegida de todos los rituales locales.

—¿Y si me niego?

—Entonces Miriam participa. Y el ritual de iniciación de las niñas aquí... no es gentil. Implica escarificación. Pruebas de resistencia al dolor. Cosas que tu hija delicada, criada en comodidad occidental, no sobreviviría psicológicamente intacta.

—Están mintiendo. Están...

—¿Apostando? —Nia sonrió fríamente—. ¿Quieres apostar el bienestar de tu hija en que estoy mintiendo?

No podía. Dios me perdone, no podía.

—¿Qué implica la ceremonia?

—Tres noches. Cantos. Danzas. Sacrificios animales. Instrucción espiritual a las iniciadas. Nada que dañe tu cuerpo. Solo... tu conciencia.

—Mi esposo...

—Tu esposo seguirá durmiendo. Drogaremos su comida de nuevo. Cuando despierte, tú ya habrás vuelto. Él nunca sabrá.

—Yo sabré. Dios sabrá.

—¿Y tu hija? ¿Qué sabrá ella cuando la aten a la roca de iniciación y comiencen las incisiones rituales? ¿Qué recordará por el resto de su vida?

Las lágrimas quemaban mis ojos.

—Necesito pensarlo.

—Tienes hasta el amanecer. Luego decidimos por ti.




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