Comencé a respirar con dificultad mientras procesaba el hecho de que podía salir lastimada. Estaba sucediendo como la noche anterior. Inútilmente quise convencerme que era otra persona, pero sabía que era un gran riesgo comprobarlo. Volvieron a tocar, pero esta vez con golpes pausados y fuertes. Miré a mi alrededor, buscando algo con qué defenderme si ese fuera el caso y me quedé callada esperando ponerme a la defensiva.
Al cabo de unos minutos hubo un silencio prolongado, y el alivio fue expandiéndose en mi cuerpo. La persona que había estado afuera no tenía manera de entrar, a menos que forzara la cerradura o tirara la puerta. Ambas opciones provocarían un escándalo y los vecinos se darían cuenta de ello.
Un poco más serena, me lavé los dientes y mantuve el teléfono cerca de mi vista por si acaso. Estaba siendo paranoica al pensar que Jordan vendría a mi casa. Aunque no entendía por qué de un día para otro tanto él como Max se veían interesados en mí. Debía ser por el incidente en la cafetería porque no había otra cosa que me conectara a ellos.
Volví a la habitación y me recosté en la cama. Después de leer algunos capítulos de un libro, giré sobre mi costado. De repente, un electrizante escalofrío cruzó por mi cuello a la parte baja de la espalda. Sacudí la cabeza y dejé de pensar cuando sentí los párpados pesados como rocas. Ahogué un bostezo y en poco tiempo los pensamientos se hundieron, llevándome a un sueño profundo. Una oleada de frío me entumeció los huesos. Abrí los ojos, sintiéndome en otra dimensión. Estaba recostada en el suelo que se encontraba cubierto de un polvo parecido a la arena. Me senté y vi velas encendidas a mi alrededor que formaban un perfecto círculo. Podía ver cómo la cera se deslizaba lentamente al suelo mientras era consumido por el fuego. No lo consideraba como algo romántico, sino todo lo contrario.
El lugar era parecido a una habitación pequeña, pero carecía de objetos y muebles. Me puse de pie y un vestido largo en color vino cayó hasta mis tobillos. Con los pies desnudos, comencé a dar vueltas lentamente y observé mi alrededor. En las cuatro paredes deterioradas que me rodeaban había símbolos extraños, y me esforcé en reconocer alguno.
Se suponía que estaba teniendo una pesadilla, pero simplemente estaba dentro de un círculo de velas con símbolos desconocidos y... dejé de cuestionarme cuando un dibujo en el suelo me llamó la atención. No le encontraba forma debido a que la oscuridad era mayor, pero luego noté que las líneas pintadas en color blanco se conectaban en varios puntos.
Fue entonces cuando lo supe. Era una estrella. Pero no cualquier estrella, sino una que tenía triángulos en los extremos y en medio de ella estaba yo. Era algún tipo de ritual que no me daba confianza.
—Está en problemas. —La voz de Max hizo eco en la solitaria habitación. Él no estaba aquí, aunque era evidente que estaba observándome desde algún lugar.
Intenté moverme y dirigirme a otro lado, pero una punzada horriblemente dolorosa se clavó en mi pecho. El aire se atascó en mis pulmones y caí de rodillas. Sentía que iba a desvanecerme en cualquier momento. El dolor era similar a la anterior pesadilla. Cuando sentí que no podía más, un agujero negro fue tragándose la habitación en espirales y remolinos. Mi vista se nubló cuando el torbellino se acercó a mí y la oscuridad fue lo siguiente que presencié.
Abrí los ojos, como si presintiera que algo malo estaría por suceder. Me estiré hacia la lámpara de al lado y la encendí. Tomé aire y exhalé lentamente. Podía escuchar los latidos de mi corazón bombardeando rápidamente entre mi esternón. ¿Qué pasaba conmigo? Esa pesadilla había sido tan intensa y escalofriante. Me levanté de la cama y fui al cuarto de baño, en donde me refresqué el rostro que estaba empapado en sudor.
Regresé a la habitación y miré el reloj cuando la manecilla hizo su funcionamiento. Me di cuenta entonces que eran las tres y media de la mañana. Fruncí el ceño mientras me sentaba en el borde de la cama. La hora coincidía cuando desperté la otra noche. Me abracé a mí misma, pensando que solo se trataba de una coincidencia. Me quedé ahí, meditando lo que estaba ocurriendo. Las pesadillas estaban volviéndose frecuentes y parecían no tener sentido. Me restregué la cara queriendo alejar los nervios, era muy débil cuando a miedos se refería.
Suspiré y cuando cogí el teléfono para navegar por Internet, escuché ruidos fuera de la habitación. Levanté la mirada a la puerta, como si estuviera esperando que Alexander entrara. Sin embargo, los ruidos cesaron y no podía identificar exactamente de dónde provenían.
Dejando el teléfono en la mesita de noche, me dirigí cautelosamente a la sala. Di un paso en el suelo y la duela crujió bajo mis pies descalzos. Una parte de la estancia estaba oscura mientras la otra parte estaba iluminada por la luz de la luna que se traslucía entre las delgadas cortinas. Pero no fue eso lo que me inquietó. Percibí movimiento en la puerta de la casa y cuando entrecerré los ojos, me di cuenta de que el pomo de esta estaba moviéndose, como si alguien estuviera intentando abrirla.
Me paralicé por un segundo, pero luego corrí de vuelta a la habitación y cerré la puerta. Esto ya no se trataba de una broma. Recargué la espalda contra ella mientras cerraba los ojos.
¿Quién era la persona que querría entrar a casa? Probablemente era un ladrón o delincuente. Tenía que llamar a la policía o a Alexander.
Me moví hacia la mesita de noche, pero me detuve en seco cuando vi que la ventana estaba abierta. Yo siempre la mantenía cerrada. Por el rabillo del ojo una sombra se alejó de la pared. Me volví hacia esa dirección y mis sentidos se bloquearon mientras mis piernas comenzaban a temblar. El rostro de Jordan se reflejó contra la iluminación de la lámpara. Quedé en shock, tratando de buscar una razón sobre por qué estaba aquí. Su expresión se mantuvo pacífica y sin señales de agredirme. Pero cuando fue acercándose me puse alerta y fui retrocediendo hacia la puerta sin quitarle la mirada de encima. De ninguna manera iba a quedarme aquí. Tenía que salir de la casa y conseguir ayuda.