7. Helado con sabor a tus besos.
Dos meses después.
Decir que estos dos meses que han pasado desde que conocí a Marshall han sido los mejores de mi vida, es como decir que una rana tuviera pelos. Pues no es del todo así, si han sido dos meses increíbles, pero los demás que han transcurrido desde mi memoria han sido también buenos, y es por la razón de que los viví y vivo con las pocas personas que me quieren y con el ser que he visto como a un padre, Kyan.
Pero no os niego que Marshall ha hecho de estos dos meses algo mágico en mi vida. Es como si él fuera la ultima piecezilla que me hacía falta en la vida, aquel ultimo engranaje del motor de mi corazón para vitalizar mi alma.
Es un chico maravilloso, su belleza no es sólo exterior sino también interior. Es atento con mi persona, me busca en el colegio y me deja cerca de mi casa, para no levantar sospechas de mi hermano. Cuando tiene un poco de tiempo, me lleva a almorzar con él o a comer helado, me obsequia pequeños detalles como chocolates o rosas, pues le he dicho que no me regale nada que pueda delatarme con mi hermano. Además de todo esto es caballeroso y me hace reír en todo momento, con sus ocurrencias.
Uno que otro momentico la pasamos a solas, pero la mayoría del tiempo la pasamos en compañía de León y Dalas, quienes ahora andan de novios, esperando a que nosotros también demos ese paso. No podemos negar la atracción que tenemos entre ambos, pero yo todavía no me acostumbro a estar con un chico del todo. Aparte de que sólo hemos intercambiado apretones de manos, mano entrelazas, pequeños abrazos y uno que otro beso en la mejilla, pero nada a mayores.
A veces cuando le miro, no puedo evitar pensar en mi primer beso, quiero que él me lo dé, quiero regalarle ese pequeño momento de mi vida y quiero que él sea quien pruebe por primera vez el dulce sabor del primer beso de mis labios. He escuchado que cuando das el primer beso, la persona a quien besas siente en ti un sabor dulzón en sus labios, y eso me emociona un poco.
Y mas si es con ese chico de ojos grises.
Ya prácticamente nos conocemos el uno del otro. Por mi parte no tengo mucho que contar, pero se tomó muy mal el hecho de que sea huérfana y que sólo viva con mi hermano mayor, más sin embargo estima a Kyan, pues dice que es aquel ángel que dios me ha dejado a mi cuidado. Aunque yo no le vea como un ángel, sino como a un padre, porque para mi un ángel es aquel que dios te manda de repente para salvar tu vida y cambiarla, y aunque mi vida no ha sido tan mala, Marshall se ha convertido en aquel hermoso ángel de ojos grises que me ha regalado el ser supremo y celestial.
Por parte del rubio, sé que tiene un padre y unos hermanos gemelos. Su madre murió cuando apenas él y tenía cinco o seis años de un derrame cerebral. Vive sólo aquí, pues su padre y hermanos viven en Barcelona y de vez en cuando su progenitor le visita en la casa que tienen aquí en Sevilla. Porque si, Marshall vive sólo en un apartamento porque le gusta la soledad, aunque espera tener la compañía de una chica.
Su única chica.
Cuando le pregunté su edad me sorprendió mucho que haya dicho 21, pues se ve un poco mayor que esa edad contemporánea a la mía. Pero sea cual sea su edad, no le voy a alejar de mi lado, porque ahora él forma parte de mi vida. Ya se graduó de administrador de empresas, pero no trabaja en una oficina como tal ejerciendo su profesión, sino que tiene sus propios negocios que poco a poco me los irá explicando.
Suelto un sonoro suspiro colocando un poco de mi colonia de durazno. Doy una ultima vuelta mirandome en el espejo y chequeando mi atuendo por ultima vez. Llevo un vestido rojo manga larga, sin adornos y que me llega mas arriba de las rodillas. Estoy calzando unas converse viejas corte bajo color negro y me até mi largo cabello castaño en una coleta alta. Nunca me ha gustado tener el cabello suelto, pues me estorba en mi rostro. Tomo mi bolso de lado negro con margaritas blancas y salgo de mi casa en dirección a la escuelita que queda a unas cuadras.
Ese es mi sitio de encuentro con el chico de ojos grises, pues no tengo teléfono y ni de coña le diría a mi hermano que me lo prestara. Si se entera de un minúsculo detalle de mis vistas con Marshall, no dudará en pasarle con uno de los coches que él arregla por encima al pobre rubio.
Él no entiende que ya no soy una cría.
Hoy Marshall me dijo que queria llevarme a comer un helado, pues tenemos cuatro días que no nos hemos visto y ya le extraño. Camino por la acera saludando a los vecinos con la mano, regalándoles una que otra sonrisilla, mientras tarareo la canción de te duele el corazón de Enrique Iglesias. Amo esa canción y Marshall también, de hecho tenemos gustos muy parecidos por la musica. También tenemos gustos similares por la comida, aunque a veces él tenga una forma muy rara de mezclar las cosas.
¿A quien diantres se le ocurre mezclar helado de vainilla con Nachos?
Solo a él.
Llego a nuestro lugar de encuentro y le veo, tan radiante y guapo como siempre ¿Por qué Dios no nos hizo tan hermosos como a él? Niego con la cabeza mientras me río de mi tonta ocurrencia. Él se levanta del capó del jeep blanco y me jala hacia a él para abrazarme como él sólo lo sabe hacer.