Atrapada.

✴capitulo 11✴

11. Andalucia.

Una semana. Han pasado siete días desde que tuve la platica con Mirco. Y esa conversación ha hecho que tenga mis dudas, al respecto. Mirco tiene razón, no conozco a Marshall lo suficiente para decir que es bueno, pero tampoco voy a decir que es malo, pues sólo me ha demostrado que le importo. Aunque la duda de su vida me ronda la cabeza, como un trompo a su paso. No tengo ni idea si Marshall trabaja o no, pues siempre que le veo está muy suelto de la vida, pero puede ser que su padre a estas alturas, todavía le mantenga y cubra sus gastos. Tampoco se si en verdad vive sólo o con alguien mas, si tiene novia, incluso esposa, y sólo me utilice como su segunda opción. Me dolería mucho si eso sucediera, pues me gusta en verdad.

Me está gustando de verdad.

Son tantas cosas que no cuadran, pero le daré el beneficio de la duda, pues cuando vea como es en realidad, tomaré una decisión acertada.

Y espero, y sea la correcta.

—¿Lista, pimpollita? —pregunta Dalas, saboreando con burla el mote que me ha puesto Marshall.

Hoy es sábado, y como los fines de semana, la gente va a disfrutarlo. Es por eso que hoy vamos al club Andalucia, que es el que León administra y el cual se desconoce su dueño, pues no nos ha querido decir. Marshall me ha invitado a pasar un rato con él, disfrutar de mi compañía en el recinto nocturno, además de bailar con él hasta que los talones nos duelan.  Le dije a mi hermano que me quedaría con Dalas, y él aceptó. 

Cada vez me siento mal por mentirle.

Miro a Dalas y se ve hermosa. Lleva puesto el mismo vestido negro que usó en el funeral de Broy, y lo acompañó con unos tacones altos, que hacen que sus piernas se vean largas. Su cabello de rizos perfectos, está atado en una coleta alta, con algunos mechones sueltos. Y el maquillaje que lleva en su rostro, es perfecto para la ocasión, y lo finalizó con unos labios de rojo mate.

—Te vez hermosa —le sonrío a mi mejor amiga. Me coge la mano y me hace girar sobre mis talones, haciendo que mi cabello suelto se eleve un poco, con elegancia.

—Tu no quedas atrás, nena —me sonrojo con su halago. Llevo puesto el vestido vinotinto sencillo de mangas largas, a mis pies los cubre unas zapatillas negras, y mi maquillaje me hace ver un poco mayor, pero no tanto a como soy. Sombras de ojos oscuras, rímel en mis largas pestañas y cejas bien definidas, finalizando con unos labios en rosa pálido.

Me veo bien.

Dalas coge un bolso pequeño y mete su movil.  Juntas salimos a hurtadillas afuera, pues no queremos despertar a la abuela de la morena, ni a su hermanito. Caminamos en silencio hasta la esquina en donde un León muy guapo se encuentra a nuestra espera. Lleva una camisa negra con los primeros dos botones sueltos, un pantalón pegado a sus piernas color mostaza, y unos zapatos muy monos sin calcetines.

—Hola, pequeña Alana — me saluda León, le hago un gesto con mi mano en respuesta.

Dalas y él se saludan como se saludan los novios. Mientras yo, me subo al asiento del copiloto y espero a que estos dos se despeguen. Segundos después todos estamos en aquel jeep negro, rumbo a nuestro destino.

Andalucia.

—¿No vas a preguntar por tu novio, Alana? —pregunta con burla León, haciendo que me sonroje por la palabra. Asiento con la cabeza, provocando que aquellos dos tórtolos se rían de mi timidez —Se quedó en el club. Quería venir a buscarte, pero me está cubriendo un poco en el trabajo. 

Que lindo de su parte.

Asiento dándole una sonrisa cálida. Miro por la ventana, viendo como Sevilla se ve hermosa de noche. No he tenido la oportunidad de salir mucho de noche, pues mi hermano no me deja por la inseguridad del vecindario en el que vivimos, y ver a Sevilla alumbrada por faroles y las luces de las casas, hacen que sea un paisaje urbano maravilloso.

Es perfecta de noche.

—¿No hay problema que yo sea mayor de edad? —le pregunto a León, pues a los que no tengan la mayoría de edad, no les dejan entrar en un recinto nocturno. Y puede que yo tenga problemas por ello.

León niega con la cabeza, y se señala a si mismo.

—Soy el encargado, pequeña Alana —responde con una risilla de por medio —yo decido quién entra o no.

—¿Por qué crees que soy su novia?  —comenta Dalas mirándole con burla, haciendo que León le jale un poco su coleta de caballo, con ternura.

Dalas suelta una carcajada y le besa la mejilla. León lleva una mano a su muslo y la empieza a mover de arriba a abajo, acariciándola con lujuria. A Dalas parece no importarle, pues no hace amago de quitarla, o ponerle un alto. Retiro la mirada,  pues no es un secreto que ya estos dos han intimado, y a lo que a mi concierna no debería ser. Apenas y se conocen, y No es el hecho de que a buenas y a primeras Dalas le abra las piernas.

Pero es Dalas, al fin y al cabo.

Marshall no me ha tocado así, pero los apretones a mis rodillas no me agradan en absoluto. Pareciera que con ese simple tacto, quisiera decirme algo que no quiere hablarlo con palabras. Resto importancia a eso, pues a lo mejor y sólo sean tonterías mías.

Espero, y sea así.




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