Atrapada.

✴capitulo 12✴

12. Secuestro.

15 días.

15 días han pasado desde aquella noche en Andalucia. 15 días han pasado desde que me alejé de Marshall.  15 días han pasado desde que decidí alejarme de su persona.

15 días.

Esa noche, Mirco nos trajo a la casa de Dalas, y por suerte de la vida no le dijo nada a la abuela de la morena, ni a Kyan. Y se lo agradezco mucho, pues mi hermano se habría decepcionado de mi a tal punto que me privaría de libertad al andar. Pero ha ambiado. Mirco desde esa noche se ha portado diferente conmigo, ya no hablamos como antes y hasta me ignora, o dice cosas como "estoy ocupado" o "no tengo tiempo", y me duele, pero tiene razón, pues le he mentido a él, y a mi hermano.

Y eso me está matando.

Dalas ya no sale a fiestas, inclusive se queda en mi casa todas la noches, pues ya no puede mirar a su abuela si sentir culpa. Al igual que yo, ya no salgo tanto, y de mi casa al colegio y vicevers. Quiero enmendar algo del error que cometí.

Aunque la piedra de la mentira, siga allí.

Con respecto a Marshall ya no le hablo, lo ignoro y evito mirarle; me pone nerviosa su presencia y me hace querer salir de allí,lejos del chico de ojos grises. Quisiera decir que me ha dejado en paz, pero estaría mintiendo. Todos los días a la hora de salida, veo su coche aparcado frente al colegio, por lo que salgo lo mas rápido que dan mis pies hasta la parada de autobuses y me monto de una vez, sin desperdiciar ni un micro segundo. Me ha llamado en la calle, pero he ignorado su voz como a un extraño, pues eso es lo que es para mi, un completo extraño. Sus ganas de hablar conmigo son tan grandes, que un día lo ví hablando con el director en el colegio, y cuando me vió empezó a seguirme por el pasillo, por suerte un grupo de chicas lo retuvo coqueteandole, y esto me dió ventaja de huir de ahí, fuera de él. También están las miles de millones de llamadas que le ha hecho a Dalas, pero ella las ignora, al igual que las de León.

Estos dos han teeminado, pues León se ha ido a Barcelona y le ha dicho que lo suyo era sólo un juego, cosa que le dolió a Dalas porque le estaba empezando a gustar de verdad.

Así como Marshall a mi.

Ya no conozco a aquel chico de ojos grises que me parecía tan dulce, ya no conozco a aquel chico que me miraba tan tierno, ya no le conozco. Ahora su mirada paso de ser un gris lindo, a un torrente huracanado, que quiere caer con las peores de sus furias, hacia mi. Desde esa noche me di cuenta cual inocente fui, cual estúpida fui al creer en él, en sus palabras y en sus mentiras. Mirco tenía razón, el no es bueno, y tampoco quería nada bueno conmigo.

Que tonta fui.

Camino a paso rápido por la pequeña acera que da al consultorio de ortodoncia al que voy. A estas hora de la tarde, hace un frío mayor al de las mañanas, y el suéter del colegio no me cubre tanto de él. Estamos cerca de otoño, y cerca de terminar el periodo escolar. Ya me queda sólo un año para salir, y poder estudiar lo que quiero.

Poder ser quien quiero ser.

Estoy alerta a todo lo que pasa a mi alrededor, pues tengo miedo de encontrarme con él y que me arme un escándalo aquí, en plena calle. La gente transita con frecuencia por aquí, y hay suficientes locales donde meterme, por si llego a encontrarmelo.

Debo alejarme de él.

Seis minutos después, cruzo la calle. Y mi seguridad al andar por aquí se va por la borda. Marshall viene en la dirección contraria, directo hacia mi, y por su cara puedo notar que está furioso, muy furioso al verme. Mi miedo aparece, y mis pies parecen adherirse al asfalto, pues no quieren tan siquiera moverse ni un milímetro. Siento su aliento en mi oído, y su respiración habla por él, pues dice cual enojado está por ignorarle, por no verle, por no hablarle.

Por alejarme.

—¿Por qué coño huyes de mi, pequeña? —su voz me produce escalofríos, y hace que mi labio inferior tiemble. —Contesta, amor.

Amor.

Esa palabra ya no me hace latir el corazón, esa palabra me da pánico cuando sale de su boca, cuando él la pronuncia. No quiero mirarle, ni quiero abrir los ojos tan siquiera. Quiero mantenerles cerrados hasta de su calor corporal se aleje de mi.

—Dejame en paz, Marshall —susurro apenas audible, pues mi voz me falla como falla la luz en un farol. Escucho como suelta una risilla grave, queriendo contener la ira que emana de sus poros, cual puedo sentir.

Está reteniendo su enojo.

—Estoy muy enojado contigo, amor —su voz es un susurro, pero ese susurro dice miles de cosas, y no buenas precisamente. 

Tengo miedo.

—Alejate de mi, por favor —intento esquivarle, pero soy detenida por un apretón en mi brazo, cual me hace soltar un quejido de dolor por la fuerza empleada.

Me está lastimando.

—Vas a ser una niña buena  — comienza. Su aliento es cálido, como el calor que desprende una chimenea encendida en una noche de invierno. —y te vas a montar conmigo en el coche, y sin preguntar nada. Sabes que detesto que me pregunten cosas estúpidas.

Ja, y en tus sueños fui contigo.




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