15. Paseo nocturno.
Los fines de semana se han vuelto tortuosos para mi. Últimamente mi hermano sale de noche por estos días a fiestas, en compañía con Mirco. El problema no es que salga, el problema es quedarme sola en casa. No porque tenga miedo de la soledad, el miedo que tengo es a quedarme expuesta y a merced de él.
De Marshall.
Una vez que Kyan se marcha por las noches del fin de semana, el rubio aparece en la puerta de mi casa. Es como si vigilara el momento en el que mi hermano abandona la puerta para él llegar, a mi encuentro. A sabiendas que me quedo sola, no desaprovecha la oportunidad de hacerme compañía. Antes, cuando estaba ciega de la realidad, estaba confiada en estar a su lado. Pero todo eso se fundió entre el suelo,y mostró la otra faceta de él, una que me sorprende en verdad, y que nunca imaginé que tenía.
Y no me gusta.
A pasado un mes desde la amenaza que me hizo, un mes en que acepté su punto por salvar a mi hermano, un mes en que le he tenido pegado a mi sombra como una goma de mascar. Y lo que falta, porque Marshall no me dejará en paz. El lo juró, y jurar es algo sagrado. No digo que por ser malo no se preocupe por mi, pues está pendiente de que nada me pase y según él, me cuida del mal ¿Iónico no? Me lleva y me trae al colegio, algunas veces me lleva a comer a los restaurantes lujosos que el frecuente, y me obsequia detalles pequeños pero lujosos, que fácilmente pasar desapercibidos para el ojo de mi hermano. Se ha ofrecido en comprarme prendas costosas de ropa, zapatos con las marcas mas finas, y hasta un móvil como él que el tiene; pero me he negado ante esto,no quiero meter mas las narices de lo que ya las tengo. No quiero deberle nada, pues me lo cobraría caro.
Muy caro.
He visto varias veces al chico de aparatos por los alrededores del colegio. Es extraño que me salude cada vez que me ve, o me guiñe un ojo con coquetería, pues es un riquillo y ellos no se mezclan con la chusma. No voy a negar que verle me produce algo diferente en mi, muy diferente a lo que me produce ver a Marshall. Es como si el fuera la parte tierna de la historia, y Marshall la tóxica. Aunque claro, el chico sólo lo hace por cortesía, por nada mas.
Muevo con una cucharilla el té de manzanillas que sostengo entre mis pálidas manos. Necesito relajarme un poco antes de que Marshall llegue, pues se que lo hará.
Me espera un larga noche.
—. Lindo chupetón —una voz varonil me sobresalta, haciendo que suelte la taza que traigo en mis manos, regando el líquido amarillo por toda la vieja y rota encimera de la cocina. Por un momento pienso que es Kyan, pero me alivio de ver los ojos negros de Mirco.
Menudo susto.
Llevo una mano a mi cuello. Hago una mueca al acordarme de la horrible mancha roja, que está comenzando a tornarse oscura. Marshall se ha pasado ayer. No sólo le basta con besarme como si fuera la única mujer en el mundo, y dejarme los labios rojos y hinchados, sintiendolos como si me ardieran; sino que se le ha dado por dejarme un colorido chupetón en el cuello, lo mas visible posible. No utilizo maquillaje, por lo que no es una solución; dejo mi cabello suelto y lo esparzo un poco para que cubra lo suficiente la fea marca.
Aunque ya tampoco, es una solución .
—Que tiernas muestras de cariño, te da tu novio — Mirco se apoya del otro lado de la encimera, juste frente de mi. Lo que faltaba, una mirada inquisitoria. Sus ojos oscuros están fijos en la mancha que llevo en mi cuello, por instinto coloco mi cabello suelto de medio lado, tapándola. —. Deberías de cubrirla, Kyan la puede ver. No quieres eso ¿a que si?
Veo la burla que desprenden sus orbes oscuras, y es que la situación le causa gracia. No es para menos, hago de todo para ver a Marshall, incluso engañar a mi hermano. Relamio mis labios, distrayendo mi cabeza para no empezar a llorar.
Esto siempre me pone así.
—No empieces, Mirco. Por favor —apenas y murmuro. Cojo un trapo de cocina y empiezo a limpiar la encimera, quitando los restos del líquido de esta. Siento la mirada oscura de Mirco taladrarme, y esto hace que las lágrimas se acumulen en mis ojos. Ya Mirco no es el mismo conmigo, ahora es mas frío y mas pedante.
Ya no es, al que veía como un hermano mayor.
—Solo te estoy sugiriendo algo ¿No puedo? —Ignoro su comentario lleno de burla. Voy al lavaplatos y enjuago el trapo. Lo dejo a un lado, para girarme a ver al rubio.
—Mirco yo.... —intento explicarle la situación, pero la voz de Mirco me calla de momento, impidiendome hablar.
_No sé en que coño piensas, Alana. Sé que eres una adolescente hormonada, y quieres experimentar cosas. Pero eso no justifica el andar con el primer tío, que quiera ligar contigo —Sus palabras me hacen soltar un mullido sollozo, pero trato de tragarmelo. Si, claro que quería tener un novio ¿Quien no? Pero no imaginé que alguien como Marshall se metería en mi vida, tanto que no quiera salir de ella. Quiero decirle que se equivoca de concepto, pero no me atrevo. Soy débil en decir la verdad —Hubieras buscado un chaval de tu edad, por lo memos.
No lo entiendes, nadie lo entiende.
—No es malo —mascullo la puta frase, no por que me moleste, sino por qué me arde la garganta de sólo pronunciarla. Miento una maldita vez mas. Esa frase me persigue, como persigue un rayo al metal. No, no es malo. Es peor que la palabra.