Atrapada

Perdida

Me desperté en la oscuridad. Los gritos se escuchaban a lo lejos. Gente llorando, rogando por sus vidas.

Estaba en una cama, inmóvil, el cuerpo me temblaba de miedo. Los golpes afuera eran cada vez más fuertes. Pensé que tal vez... no sobreviviría esa noche.

Cerré los ojos. ¿Y si todo fuera un sueño? ¿Y si pudiera retroceder y evitar todo esto? Pero no… los errores te siguen. Los miedos también.

No soy perfecta. Solo quiero vivir.

Miré el techo e intenté no llorar. No debo llorar. Debo ser fuerte.

Entonces, un hombre entró al cuarto. Lo miré. Él sacó algo de su camisa...

Volví a despertar. Esta vez estaba tirada sobre la grama.

Intenté sentarme. No sabía dónde estaba.

Mi pierna… sangraba.

No podía moverme. Me dolía todo el cuerpo. Escuché el mar, a lo lejos. Estaba sola.

Vestía solo una camisa larga. Sin pierna. Sin fuerzas. Con hambre. Y sed.

Me arrastré hasta un camino de tierra. ¿Pasaría alguien?

El sol quemaba. El tiempo pasaba lento. Sentí que mi mente se quebraba.

Me apoyé en un árbol. Dudé.

¿Estoy soñando aún? ¿Estoy atrapada en un delirio? ¿Estoy muriendo?

No puedo llorar. Soy fuerte… eso creo.

Entonces apareció un hombre a caballo, con armadura brillante. Se detuvo, me miró… y arrojó una moneda antes de seguir su camino.

Miré la moneda. ¿De qué me servía?

Había tenido riquezas. Y ahora… nada.

Sentí que la vida me abandonaba. Hasta que escuché una voz:

—Hola, ¿estás bien, niña?

Era un anciano. Se sentó junto a mí y me dio una manzana. La agarré desesperada, comí con miedo… y rompí en llanto.

El anciano me abrazó. Me derrumbé. Solo necesitaba eso: una mano amiga.

Me dio una rama larga.

—Apóyate en mí —dijo—. Vamos.

Sin pensarlo, fui con él.

Caminamos hasta una pequeña casa. Una mujer mayor, de cabello blanco, me ayudó a entrar. Me acostaron en el suelo.

Ambos se sentaron frente a mí.

—Estabas en el barco que asaltaron —dijo el anciano.

—Creo que sí… —respondí.

—Escuché a los bandidos hablar en el pueblo. Fui a ver si alguien había sobrevivido.

Lo miré con lágrimas.

—Gracias… por salvarme.

—Tranquila, niña —dijo la mujer—. A veces la vida te golpea con todo… pero debes devolverle el golpe con esa misma fuerza.

Me prepararon un rincón con almohadas. Me dieron vino, comida…

Me sentía en el cielo.

Me acosté. Escuchaba los grillos. Las aves.

No puedo prometer que no lloraré.

Pero por cada persona que me ha ayudado, voy a seguir adelante.

Con lo poco que tengo… con lo que soy…

Voy a salir de esto. Sola o con ayuda. Y le voy a demostrar al mundo de lo que soy capaz.



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En el texto hay: dolor, historia de suspenso, dolor amor

Editado: 18.02.2021

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