La rutina de los siguientes días indicaba que desayunábamos todos juntos, y luego pasábamos el día entre toboganes de agua y la arena de la playa. Gio se encargó de mostrarle a Adria y a Ken todas sus habilidades como artista de circo, incluyendo la presentación que hacía para João y para mí en cada función.
Maite, luego del desafortunado comentario que hizo sobre la nueva bikini de Adria, había quedado un tanto alejada del grupo. Una tarde en que João nadaba con Gio, y Adria conversaba con Lorenzo, ella tomaba sol a un par de reposeras de la mía. Me puse en pie y fui con ella, me ubiqué tapando el sol. Maite abrió los ojos para ver qué sucedía.
—¿Hay lugar para mí?
Como respuesta se movió un poco para que pudiera acostarme, nos reímos al comprender que el espacio de la reposera no era suficiente.
—¿No son las vacaciones que esperabas? —pregunté sabiendo que me metía en terreno pantanoso.
—En verdad no querés saber lo que pienso.
—Sí, quiero.
—La odio con cada fibra de mi ser.
—¿Para tanto?
Nos sostuvimos la mirada un instante, finalmente volvió la vista al mar, sin darme una respuesta. Me compadecí de su malestar, Maite había sido una gran compañera para mí y me había ayudado muchísimo con Giovana, queriéndola y cuidándola a pesar de que era la hija de Adria. Pasé mi brazo por debajo de su cabeza y la atraje a mi pecho para abrazarla.
—Gio está feliz, se le nota.
—Sí, Mai y eso es todo lo que preciso para dejarla volver a nuestras vidas. Giovana la necesita y no pienso ser quien les impida tener la relación que siempre debieron haber tenido.
—Con tu manera de actuar, reforzás mi teoría de que sos demasiado hombre para una como ella.
—Ustedes solían ser amigas.
—Compañeras de trabajo, Victorio, nunca fuimos amigas.
—¿Vas a intentar aceptarla?
—¿Qué opción tengo? Si Gio no me ha dado ni la hora estos días, tenía muchos planes para hacer con ella. Cada vez que Adria aparece en escena, yo pierdo por goleada.
Me puse en pie y le ofrecí mi mano para que también se levantara.
—Ven —la invité—, vamos a probar si Gio ha olvidado quien es su amiga Maite.
Corrimos el trecho de arena que nos separaba del mar hasta mojar nuestros pies con la marisma. Silbé para llamar la atención de mi hija y João, antes de adentrarnos nadando en las cálidas aguas de Tulum. Jugamos un buen rato, mi única intención fue mostrarle a Giovana que todos tenían lugar en su vida y en su corazón, no había motivos para reemplazar a un ser por otro.
Esa misma noche, Maite, João y Lorenzo fueron a disfrutar de la noche mexicana, mientras nosotros veíamos Frozen una vez más.
—Me voy a dormir, estoy muy cansada —habló Adria una vez que Gio se durmió.
—¿No vas a dormir aquí?
—Hoy prefiero irme a mi habitación.
Pasó por mi lado con la intención de llegar a la puerta, la tomé por la cintura y la abracé desde atrás, pegando su espalda a mi pecho.
—Estás muy cariñoso hoy.
Sonreí mientras depositaba un beso en su cuello, sabiendo qué motivaba su comentario.
—Maite la estaba pasando mal, estas también eran sus vacaciones y no quería que siguiera sufriendo.
—Sí, ya sé que sos muy generoso.
—Adria —la solté para enfrentarla, quería hablarle mirándola a los ojos—, te guste o no y sin querer remarcar lo que lastima, Maite estuvo con nosotros durante estos cuatro años. Ha sido una compañía para Gio y para mí. No quiero que se aleje ni quiero olvidarme de todo lo que hizo por mí.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, la culpa atacó su corazón.
—Hubiera sido tan fácil para los tres que te enamoraras de e…
—¿Todavía tenei eso en mente? —la interrumpí sabiendo lo que diría—. Eso nunca fue una posibilidad, si yo no hubiese caído rendido a tus pies como lo hice, Gio no estaría en nuestras vidas. ¡No me arrepiento de nada, Adria, de nada! ¡Entiéndelo de una buena vez!
No fue capaz de controlar el ataque de llanto que nació junto a mis palabras, la contuve abrazándola y compartiendo sus lágrimas, yo también estaba sensibilizado. Nos dormimos abrazados, cuando volvimos a abrir los ojos, Giovana dormía pegada a su madre.
—¿La trajiste tú? —pregunté mientras la tomaba en brazos para mudarnos a la cama más grande.
—No, parece que ella solita vino con nosotros.
Besé la frente de ambas antes de volver a dormir.
El último día, disfrutamos de la playa por la mañana. Durante la tarde, compartimos junto a João la merienda recostados en la cama de la habitación de Adria, haciendo una lista de lo que más nos había gustado de las vacaciones. Dormimos la siesta allí mismo y por la noche salimos a cenar, disfrutando de más de un show musical que cautivaron a Gio.
Al día siguiente, volvimos todos al predio donde nos esperaba nuestra pequeña ciudad circense. Margaret y James se emocionaron al volver a ver a Adria, Giovana era incapaz de disimular la felicidad plena que le provocaba que su mamá estuviera en lo que para ella significaba el circo: todo su mundo. Lo primero que hizo fue mostrarle a su madre, los trajes que Margaret le había confeccionado, luego la llevó a nuestra casa. No me pasó desapercibido el cambio en Adria al ingresar a su antiguo hogar, le sugerí que se sentara porque se había puesto demasiado pálida y le expliqué a Gio lo difícil que estaba siendo ese momento para su madre. Mi niña no me defraudó, le ofreció una taza de leche tibia porque era lo que ella siempre necesitaba para calmarse. Adoró cuando Adria le comentó que compartían también ese detalle. Cuando Margaret se acercó para conversar, invitó a Adria a que se alojara en su casa. A Giovana se le desfiguró el rostro, y sin pensarlo dos veces, les aseguró que su madre estaría cómoda en nuestro hogar, durmiendo con ella. No tuve corazón para negarme, pero sabía que era una idea muy riesgosa. En un momento en que Gio se distrajo, Adria se acercó para preguntarme si en verdad estaba de acuerdo con que ella se quedara en nuestra casa.