Atrapados en el aire

16. VICTORIO

Capítulo 16

Victorio

Los primeros días en que Gio no estuvo, el trabajo y el cariño del público se convirtieron en el único solás que era capaz de disfrutar. Con João nos ocupamos en variar la coreografía aérea que veníamos ejecutando desde hacía unos meses, alargándola unos minutos para cubrir el espacio que Adria y Gio habían dejado libre.

Mi pequeña me llamaba todos los días, estaba encantada con la mansión de Lorenzo y la habitación de color lila que su madre tenía preparada para ella. Ardía en celos con cada historia que me contaba: las salidas a la plaza, al cine, al shopping; todo le parecía sacado de uno de sus cuentos de princesa.

—¿Preferirías que Gio te llamara “chorando” para contarte que Adria es una bruja y que la trata mal? —inquirió João cuando me escuchó relatarle a Maite todo mi odio.

—¡Qué lujo que des una vueltita por tu casa! —respondí cambiando el tema porque sabía que tenía razón.

—¿Por qué será? —volvió a preguntar, con ganas de iniciar una discusión.

—Porque no me aguantás a mí —le habló Maite sin un pelo en la lengua.

—En verdad lo que no aguanto es que le sigas tirando leña al “fogo” porque lo que te está contando Victorio está mal desde todos los puntos de vista y segundo porque si fueras la amiga que decís ser, no le seguirías el jueguito. Harías como yo, que aunque me quedo solo, le digo lo que está haciendo mal a la cara.

—No voy a decir algo en lo que no creo, Adria nos jodió la vida y no pienso defenderla.

—¿Te jodió la vida a tí? ¿Cuándo? —João esperó una respuesta que sabía, ella no tenía— Sincérate Maite, te viene como anillo al dedo, que Victorio esté libre y sin su familia —le guiñó un ojo con descaro.

—Lo que yo siento por Victorio nunca ha sido un secreto, y por eso nunca me he alejado de su lado.

—Lo bien que le vendría que lo hicieras. Te voy a recordar que en el medio de esta guerra u-ni-la-te-ral, porque solo es real en la mente de Victorio, está Giovana y si algo me queda claro Maite es que tu supuesto cariño por ella, era pura conveniencia para mantenerte cerca de su padre.

—¡Basta, João! —interferí—. Ya me quedó claro que estás del lado de Adria y si lo que hago no te gusta, me puedo mudar sin ningún problema.

—Seguro Maite te recibe en su casa con los brazos abiertos, pero creeme amigo que va a ser el mayor error de tua vida. —sentenció—. No me voy a cansar de repetir que mi bando es el de Gio y aunque estés ciego, Adria no ha querido enfrentarte, solo se defiende.

Se fue dejando a Maite con lágrimas en los ojos y a mí mucho más que incómodo.

—Yo nunca he querido hacerte daño —aseguró, mientras se refregaba las manos.

—¿Vamos a comer algo? —la invité para salir del ambiente denso que había quedado luego de la partida de João.

Maite pasó por el baño y salimos a caminar, nos detuvimos en un pequeño negocio tradicional y compartimos unos tacos. Charlamos sentados en unos banquitos, intentando no recaer en el tema de Adria una vez más. Mi colega me avisó que tenía salsa ácida en la comisura de los labios, como yo no acertaba con la servilleta para quitármelo, lo hizo ella. Tomé su mano antes de que la retirara y la retuve dándole el tiempo necesario para que comprendiera lo que pensaba hacer, como ella no se alejó ni me detuvo, la besé.

Estar con Maite resultó un nuevo desafío, no porque ella me complicara la existencia, al contrario. Más bien era yo el que estaba desacostumbrado a tener una pareja tan tranquila. Lo que yo le pedía, Maite lo hacía. Lo que yo deseaba, era lo que me brindaba. No se oponía ni discutía por absolutamente nada, no tenía problemas con su familia, no tenía conflictos con su cuerpo y estaba deseosa de compartir todos sus sentimientos conmigo.

Una mañana, sin razón alguna, cuando me miré al espejo mientras me lavaba los dientes la voz de Adria se me vino a la mente: “¡Qué fácil hubiera sido para los tres que te enamoraras de ella!”, a punto de asentir recordé a Giovana y me maldije por la oscura idea que había cruzado mi mente. Como si la hubiera invocado, mi niña llamó a mi celular.

—¡Tesoro, que ansioso estoy por tu regreso! Te va a encantar la nueva ciudad, ya estamos a un pasito de Guatemala —le expliqué.

Hablamos un largo rato, pero antes de cortar me dijo que Adria necesitaba hablar conmigo, lo que me estremeció el estómago. “Va a llegar el día en que no sentirás nada por ella ni bueno ni malo”, intenté convencerme.

—Victorio, no podemos regresar en este momento.

—Tenemos un acuerdo y no lo podei romper. Además viene el cumpleaños de Giovana y no pienso pasarlo alejado de ella por tu culpa.

—Lo sé, pero estoy con un último caso y una vez que lo gane voy a ser libre para viajar con el circo como antes.

—¿Qué? —me sorprendió con su declaración.

—Desde que volví a encontrarlos en México, empecé a pensar en la posibilidad de volver al circo para que Giovana pueda convivir con sus dos padres —me tembló la mano y se me resbaló el celular, lo agarré en el aire—. ¿Estás ahí? ¿Hola? —volvió a insistir pensando que se había cortado porque yo ni siquiera respiraba.

—Adria —la voz débil me delató—, no me importan tus razones —mentí desesperado por acallar a mi corazón—. Quiero estar con Giovana en su cumpleaños, nunca he faltado a ninguno —gimió lastimosamente a causa de mis palabras—. No lo dije con mala intención —me sinceré.




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