Las chicas acomodaron en un florero el ramo de gerberas que les había llevado como obsequio y por fin, los tres juntos nos divertimos sin fantasmas ni presiones externas. Sentía que me había quitado un peso del pecho y lo más extraño era que nunca antes me había dado cuenta de que lo llevaba allí, asfixiándome.
Giovana calló rendida luego de la suculenta once que había ingerido, Adria le acariciaba el cabello mientras la observaba dormir.
—Es tan bonita ¿no te parece?
—Es bellísima.
—Tiene tus ojos —indicó acariciándole las cejas—, la forma y el color son iguales a los tuyos.
—Todo el resto lo ha heredado de tí: el color de su piel, los rulos que tanto la enorgullecen y la forma de su cuerpo —revoleó los ojos ante mi último comentario—. Va siendo hora de que te vayai aceptando, Adria, porque tenés una niña a la que enseñarle a amarse y a respetarse.
—Lo estoy intentado, Victorio, para eso sigo yendo a terapia.
“Si me dieras tiempo te lo dejaría bien claro y te saldría mucho más barato que la terapia”, pensé pero no me animé a decírselo, todavía me quedaba un tema por solucionar o varios ¡para ese momento ya no sabía ni que pensar!.
—Paso a paso —dije al fin— ¡Ahora vamos a dormir, que en un par de horas la energía del terremoto va a estar al 100%!
Antes de separarnos para ir cada uno a su habitación, Adria me preguntó cuántos días pensaba quedarme.
—En verdad, no tengo mucho tiempo, João ha sido más que generoso en darme tiempo libre, no puedo seguir abusándome.
—¿Tengo alguna chance de que me esperes en el circo?
—Desde el día en que te conocí, estoy esperando tu regreso. ¿Te acordás cuando te dejé mi número en el hotel?
—Sí.
—¿Y cada vez que teníai un problema y te encerrabas en tu motorhome? Yo siempre he estado esperándote. Hoy necesito reencontrarme conmigo mismo, Adria. Y aunque siento un gran amor por tí, necesito amarme un poquito más a mí.
—¡Qué descanses, Victorio! —dio media vuelta para que no viera sus lágrimas.
—¡Ven aquí! —la tomé desde atrás y la pegué a mi pecho—. No quiero verte llorar más, no quiero lastimarte —hablé escondiendo el rostro en su cuello.
—Estoy bien —mintió para que no me preocupara.
—Perdón, Adria pero hoy no puedo prometerte nada.
Asintió y siguió su camino.
Tres días después, me encontraba en el avión que me llevaría hasta Guatemala. Acomodé mis pertenencias y pasé primero a saludar a James y a Margaret para entregarles todos los dibujos que Gio les había enviado y una caja de vinos de parte de Adria.
Mi siguiente visita fue a la casa de Maite, estaba esperándome, me recibió con un casto beso en la mejilla.
—¿Qué tal Chile?
—Lindo como siempre, necesito volver a mi país cada tanto.
—Me enteré de que volviste a ver a Gio —puntuó con cierto reproche—. Escuché a João decírselo a James.
—Tuve unos días muy movilizantes —no tuve deseo de contarle sobre Amelia, era demasiado privado—, y antes de pegar la vuelta quise volver a saludar a mi hija.
—Y a Adria.
—Mai no vayas por ese camino…
—João ya te debe haber contado las últimas noticias —me interrumpió.
—Aunque me fue a buscar al aeropuerto no hemos tenido tiempo de hablar del circo, solo de Giovana y sus locuras.
—No renové mi contrato con el circo Astral.
—Mai…
—No puedo seguir esperando a que me mires como la mirás a ella.
—Eso siempre ha sido un error, Maite. No podei vivir comparando lo nuestro con lo que sucedió entre Adria y yo.
—Quizá, pero la verdad es que yo quiero que me ames como la has amado a ella, sin límites ni condiciones. Y ya entendí que tu amor no es para mí.
—Mai, nunca quise lastimarte, mi cariño por tí es sincero.
—Lo sé, y también sé que podría quedarme a tu lado pero sería un costo muy alto que no sé si estoy dispuesta a pagar.
—¿Es necesario que te vayas lejos?
—Es necesario, Victorio. Duele demasiado, no puedo quedarme a esperar que Adria regrese y que vuelvan a estar juntos, porque sé que es lo que va a suceder.
Asentí, yo no tenía la misma certeza que ella pero no quería atarla más a mí.
—Mai, gracias por todos estos años en que estuvistei para mí y para Giovana. Te quiero mucho —Sonrió imposibilitada de hablar, me acerqué a ella y la abracé—. ¿Quieres cenar conmigo?
—Me encantaría pero tengo que irme, me espera un nuevo circo y tengo muchas horas de viaje.
—Dentro de poco va a empezar a oscurecer, Maite, es peligroso viajar de noche.
—No me hagas esto, dejame ir.
Asentí tragándome las ganas de llorar.
—¿Puedo revisar que todo esté bien con el motorhome?