Atrapados en el aire

20. VICTORIO

Con el regreso de João, mi familia se mudó a la casa de James, mi abuela y Margaret eran muy buenas amigas. Adria, para darles espacio, volvió a nuestro hogar. Por las noches, una vez que dormía a Giovana, se cruzaba a la habitación de João. Era fácil escuchar sus carcajadas o las incesantes charlas que mantenían. Incluso, los escuchaba hacer videollamadas con Lorenzo hasta entradas horas de la noche. Me carcomía el cerebro la confianza que habían logrado luego de todo lo que habíamos vivido. Los celos eran otros compañeros inseparables, porque al pavonearse con sus camisones o los mini short que usaba para dormir, me la imaginaba desparramada sobre la cama de mi amigo, brotando oscuros sentimientos de mí.

Sabiendo que el día lunes, tendríamos la noche libre, le ofrecí a Giovana que podíamos ir a cenar pastas, su comida preferida del momento, a algún restaurante.

—¿Mami puede venir?

Me sentí miserable porque era exactamente lo que esperaba que mi hija preguntara.

—Claro que sí, po —respondí con el estómago revuelto.

Giovana me dio un ruidoso beso y salió corriendo en busca de su madre, yo me quedé terminando de lavar las tazas que habíamos ocupado en el desayuno.

Antes de que cayera el sol, me preparé con esmero para nuestra cita, y pasé por la casilla de James ya que Adria y Gio habían decidido cambiarse allí. Conversé un momento con Delfina y Margaret, que halagaron mi atuendo.

Las dos salieron de la casilla al mismo momento, aunque mi pequeña me hablaba sin detenerse, yo no pude quitar mis hijos de su madre que lucía un increíble vestido verde oscuro, bordado con arabescos en marrón y dorado y un detalle que me secó la boca: el escote que le llegaba casi a dejar al descubierto su adorable ombligo.

—¿Viste las trenzas que le hice a mamá? —insistió mi hija más de una vez mientras tironeaba de mi brazo.

—Le quedan preciosas —respondió Delfina ante mi mutismo.

—Sí, porque mi mamá es preciosa. ¿Y mi vestido? ¿Te gusta, papi?

—Es hermoso, hija mía —hablé con la voz temblorosa.

—Sí, mamá y yo vamos hermosas —afirmó Giovana.

—¿Y yo? —intenté recuperar la estabilidad con una broma— ¿No estoy hermoso?

Giovana me sorprendió al quedar en silencio, solo dirigió la mirada a su madre esperando el veredicto.

—Aceptable —habló la mujer, guiñándole un ojo a mi niña.

Gio rió con picardía, tapándose la boca con las manos.

—Me considero un hombre con suerte —hablé tomando la mano de Adria—. Estoy confiado porque sé que al final de la noche —besé sus nudillos con galantería—, vas a considerar que estoy mucho mejor que aceptable.

Los susurros de las mujeres mayores no impidieron que permaneciera con los ojos clavados en la mujer de mis sueños. Adria carraspeó nerviosa y se soltó de mi agarre con disimulo, mientras le hablaba a Giovana.

Durante la cena, me dediqué a mimar y halagar a mis dos chicas por igual. Al emprender el regreso, busqué la mano de Adria y con suaves caricias fui enredando sus dedos con los míos. Dormimos juntos a Giovana, cuando nos supe libres de tareas paternales puse música en el nuevo tocadiscos que había adquirido João y la invité a bailar.

—¿Qué estás buscando? —preguntó cuando apoyé mi mano sobre su cintura.

—¿No es obvio? —hablé sobre su cuello, provocándole escalofríos.

—¿Sexo? —su pregunta me hizo sonreír.

Lentamente, solté su cintura y subí mis manos hasta tomarla por el rostro. Acaricié sus labios con mis pulgares, ejerciendo una sensual presión.

—Claro que busco tener sexo contigo —admití descaradamente. Adria bajó sus largas pestañas con pesar, atajé la lágrima que resbaló—, pero también busco hacerte reír, porque no enojar un poco. Quizá compartir la once afuera de la casilla, y si todavía lo quieres, crear un cuadro para nuestra familia y así trabajar juntos los tres.

Para cuando terminé el monólogo, sus ojos acuosos me observaban desconcertados.

—¿No entiendo qué es lo que querés conmigo?

—Una vida a tu lado, eso es lo que te estoy pidiendo.

—Tenemos a Giovana y yo no pienso irme a ningún lado, así que te guste o no, vas a pasar la vida a mi lado —habló con cierto resentimiento.

—Pero no quiero estar a tu lado solo como el padre de Giovana, Adria. Quiero hacerlo como el hombre que hace tantos años atrás se enamoró de vos.

Posó sus manos sobre las mías para quitarlas de su rostro.

—Ha sido una noche muy hermosa —confesó—, gracias por todos los detalles que has tenido conmigo.

Sentí que el corazón se me iba a salir del pecho, la lejanía que quería imponer empezaba a despertar mi ego.

—¿Es por João? —pregunté y de inmediato me lo reproché.

—João es el mejor amigo que podíamos pedirle a la vida, dejá de darle vueltas a una situación que solo vive en tu cabeza.

—¿Hay alguien que yo no conozca? —insistí.

—No.

—Entonces, tengo que entender que ya no estai interesada en mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.