Semanas después —Castillo de Draconis
La fortaleza de Draconis se alzaba como un titán de piedra negra, imponente y sombría bajo la pálida luz del crepúsculo. Elyria avanzaba por sus pasillos silenciosos, escoltada por soldados de armaduras oscuras que no le dirigían ni una sola mirada.
Cada paso que daba retumbaba en su pecho como un martillazo.
El vestido blanco que llevaba ondeaba con el movimiento, una ironía cruel. El color de la pureza en una unión manchada de resentimiento.
No había tenido elección. Cuando su padre la llamó al salón del trono para anunciarle su destino, Elyria solo lo observó en silencio. No lloró. No suplicó. Sabía que era inútil.
"La guerra debe terminar, hija mía. Y el precio de la paz... eres tú."
Ahora estaba aquí, lejos de su hogar, lejos de todo lo que conocía, para casarse con un hombre que la despreciaba sin haber cruzado una sola palabra con ella. Kieran de Draconis.
El príncipe guerrero.
El heredero de la nación que había arrasado su tierra.
Su futuro esposo.
Las puertas del gran salón se abrieron con un rechinar profundo. Elyria alzó la vista y lo vio.
Él no llevaba una túnica ceremonial ni adornos ostentosos. Vestía un uniforme de guerra negro con detalles dorados, y una capa de piel caía sobre sus hombros, dándole una apariencia aún más imponente. Su cabello oscuro le caía sutilmente sobre la frente, pero su mirada... su mirada era lo que más destacaba.
Ojos fríos, duros. Una sombra de desdén brillaba en ellos cuando la recorrió de arriba abajo.
Elyria sostuvo su mirada. No parpadeó. No se encogió.
Si él la despreciaba, ella no iba a rogarle nada.
El sacerdote comenzó a recitar los votos sagrados. Su voz resonó en la inmensa sala, pero para Elyria sonaba como un murmullo lejano.
—Juráis, ante los dioses y vuestros pueblos, honrar este vínculo hasta el fin de vuestras vidas..
Silencio.
Elyria no apartó los ojos de Kieran. Lo vio apretar la mandíbula, como si cada palabra le supiera a veneno.
Finalmente, después de un largo instante de vacío, él murmuró:
—Lo juro.
Su voz era baja, grave. Sin emoción.
Elyria sostuvo la cabeza en alto y respondió con la misma frialdad:
—Lo juro.
Y así, ante el reino y los dioses, fueron unidos.
No con amor.
No con promesas de felicidad.
Sino con una cadena invisible forjada en rencor y obligaciones.
Elyria no suspiró. No bajó la mirada.
Sabía que este era solo el comienzo.
Y una vida entera junto a su enemigo se sentía como una sentencia de muerte.
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Espero y les haya gustado, es mi primera historia, la había organizado desde hace mucho tiempo y espero que sea el gusto de todas las personas que lo están leyendo. 🫶🏻🩷
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Editado: 10.02.2025