Atrápanos si puedes

CAPÍTULO IV

Omnisciente

Casa de Axl...

—¿Una hija? Es un chiste, ¿cierto? —Genevieve cuestionó incrédula, no creía en las palabras de su hermano.

—A no ser que tú abandonaras a una hija o Everett traicionara a Beatrix, tienes una nueva sobrina y solo te adelanto que es insoportable —advirtió, al tiempo en que intentaba averiguar cuál sería su siguiente movimiento.

El futuro volvía a ser incierto.

—Pero ¿cómo? —preguntó su hermana—. Con Jade siempre fuiste un cobarde: en la escuela parecías un loco obsesionado con ella, la mirabas desde lejos. Nunca te atreviste, jamás te acercaste —recordó de inmediato la forma extraña de actuar de su hermano.

Frente a Jade, Axl era tímido, nerd e invisible, pero sí tuvieron acercamientos, no comunes; sin embargo, hubo contacto físico, más del que esperaba.

—La fiesta de compromiso… —murmuró, puesto que la reacción de su cuerpo al recordar lo sucedido le robó el aliento.

—¿Qué? Habla de una vez o puede que me acusen de maltrato animal si te golpeo —exigió ella con desespero.

—Al día siguiente te dije que me rompí la nariz con una puerta, lo que no te conté fue cómo sucedió, menos lo que pasó después: fue ella...

Axl se detuvo, no pudo evitar sonreír como tonto y recorrer sus labios con nerviosismo al tener presentes los recuerdos de aquella noche: con lo ocurrido, el chico tímido desapareció y se arriesgó, obteniendo más de lo que en sus sueños más locos y extraños imaginó.

—Fue ella quien me rompió la nariz —reiteró haciendo de su sonrisa una mucho más amplia.

Los recuerdos que tenía de ella eran tan preciados que los guardaba en un lugar de su mente donde en ocasiones accedía.

—Te lo tenías bien guardado. ¿Y qué harás? Digo, ¿qué harán? —corrigió Genevieve para así incluir a Jade.

—¿De qué? —preguntó haciéndose el desentendido.

—No seas tonto, Axl, es tu hija —le recordó.

—Además de los padres de Jade, solo Zaira conoce la verdad, Jade no tiene idea de que la conozco desde que estaba en la escuela, menos que el hombre a quien detestaba y por el que huyó, soy yo. Tampoco que, aunque quiso alejarse, finalmente terminamos encontrándonos y que estuvimos juntos… no me retiré la máscara…

Genevieve lo observaba asombrada y emocionada. Ella pasó años incentivándolo a acercarse, pero él siempre se negaba.

—Es tu oportunidad: se separaron, pero el destino volvió a unirlos —aseguró en medio de un suspiro, era mayor que Axl, pero aún disfrutaba la fantasía, tenía hijas—. A eso es a lo que llamo amor —agregó, pero Axl rio a carcajadas.

—No seas infantil, deja esa estupidez del amor para los cuentos de hadas que le lees a las niñas, estamos en la vida real y está casada, así que si antes no hubo chance, ahora menos —respondió con seriedad, era realista.

No se ilusionaría. Ya no era el muchacho inocente que enviaba cartas y flores, era un hombre y sentía que el amor era una pérdida de tiempo. Por otro lado, si Jade descubría que con quien la obligarían a casarse se trataba de él, lo odiaría. Era mejor mantener la distancia y, en dado caso, revelar que era el padre de Zaira, solo eso. Además, la niña dejó claro que no lo quiere.

—Ahora vete, deseo descansar y tu presencia no me lo permite.

Se levantó de su silla y se alejó, dejando sola a su hermana.

—¡Axl! —gritó Genevieve yendo tras él.

Axl rio con sinceridad: disfrutaba de hacerla enfadar.

—Te amo, lárgate —pidió—. Estoy agotado, de verdad —se excusó, ya que, aunque hablar con su hermana de sus problemas era algo común entre ellos, necesitaba descansar, debía volver al hospital.

El amor y el pasado no parecían ser tan importantes, no cuando tenía pacientes y sus familiares que lo esperaban dentro de seis horas. Además, no era partidario de confiarle sus responsabilidades a los demás, quienes cometían errores; en cambio, él no. Tenía una visión distinta de cada situación, lo cual le ayudaba a brindarle soluciones a sus pacientes.

—El trabajo no lo es todo, gruñón, recuérdalo —dijo Genevieve con tristeza.

Después de Jade, la vida de Axl se enfocó en la medicina y en las relaciones fortuitas, lo último decepcionaba a su hermana, ya que para ella era lamentable que él no se atreviera a experimentar el amor en una nueva oportunidad, uno de verdad, no el de medianoche en el que luego cada persona tomaba su rumbo.

—Te prepararé la cena y después me marcho; sin embargo, esto no te exime de continuar con nuestra conversación —sentenció y él asintió.

—Está bien —dijo previo a besar la frente de su hermana y alejarse con rumbo a su habitación.

—Descansa, cascarrabias.

Axl fue a su habitación, pero en lugar de recostarse y por fin descansar, decidió ingresar a su armario y buscar en una de las láminas que lograba deslizar en el cielo raso, una caja de zapatos que guardaba desde su adolescencia. La tomó y regresó al suelo, apoyando su espalda en uno de los muros y sonrió al volver a observar el contenido luego de tantos años.




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