Omnisciente
—Detén el caballo, vaquero —exclamó Jade, alejándose rápidamente, como si los labios de Axl quemaran—. Solo te pregunté por tu perfume, ya que se me hace familiar.
La expresión en su rostro solo demostraba el disgusto que las acciones de Axl le provocaban, pero esto era únicamente por la situación que atravesaba, nada en relación con lo que sintió: la oleada de calor que recorrió su cuerpo.
—Solo no sé a qué me recuerdas, pero no te pedí un beso —aclaró—. ¿Puedes decirme dónde está mi vestido? Creo que mejor me marcho.
Jade estaba incómoda, un poco conmocionada, pues sabía que conocía aquella sensación y la razón era una completa locura.
—Aún está lloviendo, tu ropa creo que está empapada.
Como excusa para evitar que Jade huyera molesta, Axl mintió en lo último: necesitaba resarcir su error y no permitiría que la cobardía y el miedo a las consecuencias que desencadenarían los recuerdos del pasado se lo impidieran.
—Puedes descansar tranquila, te prometo que no volverá a suceder.
—Está bien —Jade aceptó, retomando su propósito inicial: irse a dormir.
Ella se marchó. En cambio, Axl quedó sumido en arrepentimiento y tristeza, puesto que, aunque ella no lo cuestionó más sobre el perfume, era decepcionante y doloroso descubrir que lo que para él fue importante, para ella no significó nada. Aunque habían pasado dieciséis años desde la escuela, tenía la esperanza de haber dejado huella en ella.
Axl tomó las copas y las llevó a la cocina. Después de limpiar todo lo que había ocupado, se dirigió a su habitación y pensó que, aunque era un tanto incómodo, era lo mejor, ya que Zaira había dejado claro que no lo quería y, por lo visto, ya tenía un padre; no encontraba necesario arruinar su vida. Había crecido bien sin él; tenerlo a su lado y cambiar todo estaba de más. Además, se dio a la tarea de investigar a Dominic y descubrió que, pese a la infidelidad, era lo que se consideraba un buen hombre.
En cambio, Jade, sobre la cama, no lograba conciliar el sueño y solo pensaba en Axl y en lo extraño que se sintieron sus labios, sin olvidar aquella calidez que aún albergaba en su pecho. Acarició sus labios y una vez más el hormigueo se extendió a lo largo de su cuerpo, pese a que se negaba a aceptarlo.
—¿Es él? —susurró en medio del silencio.
Sin embargo, no encontró nada que pudiera resolver su pregunta. Lo que sí recordó fue que en casa de sus padres aún quedaban cosas de sus años en la escuela, y allí hallaría una respuesta.
Mañana siguiente...
La mañana llegó y Jade aún daba vueltas en la cama en un intento por recordar, por saber si en verdad conocía a Axl o si solo era su mente la que la sumergía en un juego macabro en su intento por no sufrir por Dominic. Para ser sincera consigo misma, la distracción era muy atractiva. Pero solo era eso: un hombre guapo y exitoso, un año menor que ella, que le había dado un beso.
—Jade —la voz de Axl traspasó la puerta, cuando ella solo deseaba dormir.
Rápidamente, se puso en pie, se acercó a la puerta y la abrió.
—Buenos días —saludó, poniendo su mejor rostro; uno donde una enorme sonrisa se extendía.
—¿Pudiste descansar? —Se preocupó, puesto que él no había dormido. Lo único rescatable era que solo debía atender pequeñas consultas y ocuparse de calificar ensayos de los alumnos de la universidad.
—Sí —afirmó en medio de mentiras—. ¿Ya te vas? —cuestionó.
—Debo ir al hospital y a atender una clase —informó.
—¿Eres profesor o aún asistes a la universidad? —No tardó en expresar su curiosidad.
—Ninguna de las anteriores —respondió con una sonrisa—. Trabajo en el hospital universitario y, como desarrollo investigaciones, estoy en la obligación de cumplir con horas de docencia, conocidas como cátedra clínica. Así que imparto algunas clases en la universidad, pero no poseo un título de docencia —explicó, dejando a Jade aún más impresionada.
—¿Tienes vida? —averiguó, y ambos rieron—. Me olvidé de mi trabajo por mi hija y tú haces investigación, docencia y eres cirujano. En definitiva, necesito que me des algunas clases de administración de tiempo —bromeó.
—Cuando lo desees, pero ahora, necesito saber si quieres que te lleve a casa o si terminas de descansar y le pido a alguien más que te lleve —dijo, ya que detestaba la impuntualidad.
—¿No te molesta que me quede? —indagó.
—No, pero si deseas que te acerque a casa de tus padres, tienes media hora para desayunar y ducharte.
—Me voy contigo, debo ver a Zaira antes de que llegue a imaginarse que los extraterrestres me raptaron.
Las palabras de Jade, cuyo objetivo era causar risas, solo aterrorizaron a Axl, puesto que, aun cuando estuvo lejos gran parte de su vida, ella era una pequeña copia de él: exigente, demandante.
Ambos se despidieron por un momento: Jade regresó a la habitación y Axl descendió las escaleras en busca de su oficina para tomar todo lo que necesitaba tanto para sus consultas como los documentos correspondientes a sus estudiantes. Tiempo después, se reunió con Jade, desayunaron y, cuanto antes, se marcharon.