Omnisciente
—Hermosas, ¿no? —habló Axl segundos después de observar detenidamente a Jade, quien contemplaba las estrellas.
Ella se encontraba acostada sobre el techo de la camioneta de sus padres, ya que había llegado mucho antes de lo acordado.
—Sí, pero lo más impresionante es que son libres —aseguró, despegando su espalda del techo de la camioneta.
Axl se acercó a la puerta del conductor, dejó todo lo que llevaba en sus manos sobre el capó para rodearla por la cintura y así ayudarle a descender.
—Ahora no me cabe la menor duda de que siempre fuiste tú —reconoció que él siempre tuvo la razón: para ella era invisible.
—¿Decepcionada? —preguntó, ansioso por una respuesta.
—Para nada, solo un poco incrédula y anonadada, más porque, ¿después de dieciséis años, volvernos a encontrar? —contestó, equivocada, pero sin tener idea—. Además, un poco emocionada, ya que sé quién era mi chico misterioso —agregó entre risas.
Su corazón palpitaba fuertemente. Estaba emocionada de solo recordar que Axl fue su primer amor. Jade ya había tenido relaciones anteriores a aquel misterio con él; sin embargo, nunca nada se sintió tan real, emocionante y maravilloso como lo que vivieron detrás de vendas, fotografías, flores y aquel perfume que tanto le gustaba.
—Es bueno ponerte un rostro —se rio. Sabía que estaba loca, pues no solo fueron besos: terminaron expresando todo lo que sentían enfrente de la chimenea de ese lugar.
Axl sonrió, mientras la timidez de cuando era un adolescente lo dejó en completo silencio.
—¿Y las flores? —dijo Jade después de unos segundos.
—Eh… Me distraje, lo siento —se disculpó Axl.
Alejó rápidamente sus manos de la cintura de Jade y las llevó una vez más al auto. Agarró el arreglo floral junto a la cámara que aún conservaba y un pequeño frasco que contenía el perfume que a ella tanto le fascinaba.
Jade aceptó las flores y el perfume. Mientras estaba un poco distraída apreciando su aroma, Axl no perdió la oportunidad y, al igual que en el pasado, presionó el interruptor y la capturó con su cámara. Ella levantó el rostro de inmediato, encontrándose sonrojada.
—Sonríe —pidió él, luego de colocar la fotografía boca abajo sobre el techo de la camioneta.
Ella no se negó y, aún con las mejillas adoptando un candente color rojizo, sonrió, al tiempo que su mirada destellaba por la emoción, gracias a aquella felicidad que en ese instante la albergaba. En ese momento, el dolor y los recuerdos de Dominic y su traición eran lo que menos importaba. Jade estaba feliz, y desde hacía un año, nadie lograba sacarle una sonrisa o una risa genuina.
—Sigo yo —dijo ella, colocando las flores y el perfume a un lado—. ¡Sonríe! —ordenó.
Él hizo su mejor intento, pues nunca se imaginó que quien estaría delante del lente sería él y ella estaría del otro lado, descubriendo lo vulnerable que aún era.
—Me quedaré con esta —informó de inmediato.
Axl solo suspiró con resignación.
—Ahora, ¿hablamos? —preguntó ella, y él asintió— ¿En el auto o en la cabaña?
—No la renté —dijo entre risas, y Jade negó de igual modo, pues ella tampoco—. Aquí —propuso.
Ella se hizo a un lado y él abrió la puerta. Después de que Jade ingresara, Axl la secundó, y tras algunos segundos en silencio, ella se atrevió a realizar la primera pregunta.
—¿Por qué fingiste no conocerme? —indagó.
—No pierdo la costumbre —respondió él, y Jade blanqueó sus ojos.
—Esa no es una respuesta, Axl —replicó, y en su voz se notó la molestia.
—Perdón, después de esa noche, creí que no volvería a verte, y encontrarte luego de dieciséis años ha sido una completa locura —aseguró en medio de una mentira—. Zaira me desbloqueó —nombró a la pequeña para alivianar la tensión del momento, y lo logró, ya que ella se rio.
—No me lo recuerdes, estuve a punto de imponerle un castigo, pero puso cara de cachorrito y me hizo retractarme —pensó entre risas culpables.
—Sin ella, habría repetido mil veces tu nombre por culpa de la impresión, y si no tienes mala memoria, debes tener presente que nunca me mostré ante ti; jamás estuvimos juntos sin esa venda…
—Excepto esa noche —interrumpió Jade, creyendo que lo había dicho para sí misma, en su mente.
—Sí, esa noche… —murmuró en medio de un asentimiento, mientras desordenaba su cabello y calmaba su cuerpo en compañía de sus recuerdos.
Al igual que Jade, él nunca pudo olvidar lo ocurrido la noche de su graduación: los sentimientos que ambos poseían en su momento, inevitablemente, se fundieron en algo físico.
—¿Qué hiciste después de la graduación? —preguntó ella, en un intento por lograr deshacerse de la incomodidad que empezaba a extenderse por su cuerpo.
—Gracias a los recursos económicos de mi familia, tuve la oportunidad de marcharme a Suiza y realizar gran parte de mis estudios allí.
—¿Qué parte?
—La medicina. Cuando fue el momento de la especialización, solo estuve un año allí y regresé…