Atrápanos si puedes

CAPÍTULO XI

Omnisciente

Jade situó ambas manos en su rostro y comenzó a refregarse los ojos, pues no estaba segura de lo que veía. Despejó su vista y volvió a observarlo; era claro que su visión no fallaba, así que la única respuesta era que alucinaba.

—¡Demonios, creo que ingerí algo que me hace ver cosas extrañas! —aseguró. En cambio, Zaira solo se resignaba y se dio un pequeño golpe en la frente.

Axl la miraba en silencio, mientras su corazón latía con fuerza y pensaba que durante la última semana ni siquiera había encontrado o planeado la forma correcta de revelarle a Jade que él era el padre.

—¡Despierta, Jade, despierta! —pidió, dando pequeños golpes en sus mejillas.

Creyó que funcionaría, pero continuó viendo triple. No entendía cómo no había notado el evidente parecido, así que prefirió responsabilizar a la situación que atravesaba con Dominic.

—Jade… —pronunció Axl con una actitud cabizbaja.

—Vámonos, Zaira —extendió su mano, pero la pequeña se negó a tomarla.

—¿Y tú quién eres? —cuestionó la diminuta rubia al ver a un hombre parecido a Axl.

—El tío que te ayudará a enviar a papá a mejor vida para que te quedes con la herencia —soltó en medio de un murmullo que no solo ella escuchó.

Zaira abrió los ojos de par en par, no cabía de la emoción: había encontrado a un cómplice de crimen perfecto. En caso de que algo saliera mal, podría culparlo de todo.

—¡Mamá! —Everett se quejó.

—No es el momento oportuno para tus chistes, Everett —reprendió Anneliese luego de pellizcarlo.

Discretamente, Axl se alejó de su familia, dado que su padre y hermana aparecieron, y se acercó a Jade, quien intentó marcar distancia.

—Hablemos —pidió sin siquiera poder mirarla a los ojos.

—¿Estás loco? ¡Claro que lo estás, eres un demente! —exclamó, capturando la atención de todos—. ¡Aléjate! —exigió, colocando una mano sobre su pecho y dándole un pequeño empujón.

Jade dio dos pasos hacia atrás, pero Axl dio tres hacia adelante, dejándolos demasiado cerca el uno del otro. Antes de que ella pudiera hacer algo más, la tomó de la cintura y, en medio de un grito de horror por parte de ella, la subió a su hombro.

—¡Bájame ya, Axl! —ordenó pataleando, pero él la ignoró. Una voz lo hizo darse vuelta.

—No te he dado permiso, Axl —dijo la pequeña de brazos cruzados, que con uno de sus zapatos, reproducía un leve zapateo.

—¿Qué quieres? —Axl fue al grano, y Zaira sonrió.

—Un auto lila —respondió de inmediato.

—No tienes edad —replicó, pues su petición era absurda.

—Algún día la tendré, así que decide —fue directa e inflexible; todos la observaron con cara de sorpresa, excepto Everett que reía, Jade que negaba y Axl que suspiraba con pesadez.

—Trato hecho, la devuelvo mañana —aceptó.

Jade quedó anonadada, pues su opinión y sus deseos parecían no tener ni una pizca de valor cuando estaba en medio de Axl y su hija.

—¡Bájame, Axl! —demandó en una nueva ocasión, pero él estaba prácticamente sordo, pues la ignoró y caminó lejos.

Axl atravesó el restaurante con Jade en su hombro, sin sentir vergüenza alguna de que las personas presentes lo miraran. Llegó hasta la entrada, donde el valet parking, entre risas, le hizo entrega de las llaves de su auto y, en medio de los gritos desesperados de Jade, la subió en el asiento del copiloto para luego, con una velocidad nunca antes vista, correr hacia su asiento y poner los seguros para que ella no pudiera huir.

Por más que Jade trató de apelar al lado racional de Axl, él hizo caso omiso, así que guardó silencio durante el resto del camino, pues ya tenía un plan: huiría cuando él abriera la puerta.

Aún con la gran posibilidad de fallar, lo intentó: en el instante en que la puerta se abrió, ella corrió. Pese a ello, volvió a fracasar, pues él frustró su escape.

—Axl, madura y déjame ir —exigió furiosa, observando su retaguardia y pensando en pellizcarlo, tal vez en morderlo, pero se contuvo.

—Hablaremos y mañana te llevaré a casa —aseguró.

—¿Acaso no sabes lo que es un secuestro? Es ilegal, puedo denunciarte —advirtió, con la esperanza de que él recapacitara.

—No es para tanto, Jade —le restó importancia mientras subían los escalones.

Cuando Axl la dejó sobre el suelo, colocó la mano en el lector de huella y sonrió de par en par.

—Ingresa —ordenó, y Jade mostró resistencia.

Caminó hacia un lado y al otro, de todos modos Axl la acorraló: colocó sus manos sobre la pared y acercó su cuerpo al de ella. Sujetó con delicadeza su rostro y lo elevó.

—Nada más te pido que me escuches y luego puedes enfurecer todo lo que desees y odiarme si así lo quieres. Pero antes, déjame hablar —suplicó—. Por favor —añadió con una actitud demasiado débil, y ella lo notó.

—No —sentenció.

—Solo he amado a una mujer en toda mi vida, Jade, y eres tú —confesó, desviando un poco su mirada—. El primer amor jamás se olvida y eso lo sabes, así que por el vínculo que aún compartimos, aunque lo que sientas sea distinto a mi situación, escúchame.




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