Atrápanos si puedes

CAPÍTULO XIII

Omnisciente

—Me haces trampa —acusó Axl—. Continuar con nuestra conversación no puede interferir en nuestra cita —aclaró.

—No es una cita; es una cena, y discutiremos todo acerca de Zaira.

—Nuestra hija —replicó solo para verla poner los ojos en blanco.

—No le des muchos dulces y no la regreses después de las nueve; si esto último sucede, más te vale que se encuentre dormida —advirtió, cambiando de tema, ya que era un caso perdido—. Obedece, compórtate —añadió, y la pequeña se abstuvo de hacer un mal gesto.

Jade besó la mejilla de Zaira antes de dejarla ir.

—¿Y no me das un besito a mí también? —preguntó Axl, extendiendo sus labios y entrecerrando los ojos.

—Cuídala, es lo más importante que tengo en mi vida.

—Si sucede algo, podemos hacer otra —respondió.

Zaira detuvo sus pasos y se dio vuelta al mismo tiempo que Axl. Se miraron fijamente, pero luego fruncieron el ceño al darse cuenta de que sus expresiones eran idénticas.

—Me las pagarás, estás en desventaja —dijo la pequeña—. Y me iré adelante —avisó.

—¡Atrás! —recitaron en coro.

Zaira entró al auto, y Axl recobró la seriedad.

—Aún quiero un besito, así que no me rendiré hasta que un día me lo des —aseguró—. Pero, ¿qué harás? —cuestionó en relación con los padres de Jade.

—Ya hablé con ellos, me quedaré en otro lugar —sonrió.

Jade no soportó que tanto su padre como su madre le ocultaran la verdad; menos que, días atrás, al preguntar sobre la relación que mantenían con Axl, su padre la hiciera sentir mal recordándole la noche de su compromiso, y menos aún el tener que enfrentarse sola a un embarazo.

—Tengo habitaciones libres —recordó, desviando la mirada.

—Ni loca. Gracias, pero no, gracias —repitió. Ya habían hablado y la respuesta seguía siendo la misma.

—Que conste que volví a intentarlo.

—Diviértanse —dijo, acercándose y, finalmente, dándole un beso en la mejilla.

—Era más a la izquierda —apeló a su favor, y ella se atrevió a pellizcarlo, de modo tal que se quejó.

Jade rio mientras subía los escalones, y Axl la observaba, igual que cuando tenía diecinueve y le tomaba fotos a escondidas para luego enviárselas. Suspiró antes de girarse e ir al auto.

—Iré adelante —dijo la pequeña, abandonando su asiento.

—Regresa al asiento y colócate el cinturón, a no ser que quieras sentarte allí —señaló la silla para niños que había pedido a su hermana.

—Nunca me habían humillado tanto en toda mi vida —expresó la pequeña, limitándose a obedecer: se colocó el cinturón, y lo hizo de mala gana.

Al tiempo que Axl se alejaba, una nueva discusión se desarrollaba dentro de la casa: los padres de Jade intentaban hacerla entrar en razón o que cambiara de opinión, que se quedara junto a ellos.

—Ya estoy cansada de sus mentiras, de que me vean la cara de estúpida y de que actúen a mis espaldas —resopló, ya no los soportaba.

—No debíamos intervenir.

—¿No? Bromean, ¿cierto? —preguntó, sumida en la incredulidad y la ira—. Iban a casarme con un extraño, y ¿no pudieron decirme quién era el padre de mi hija? Siempre lo supieron y me lo ocultaron; eso también es mentir.

Ambos permanecieron en silencio.

—La pasé terrible, y aun cuando volví a contactarlos, no les importó; se lo reservaron todo este tiempo. Así que, ¿cómo quieren que me sienta? ¿Cómo desean que actúe? ¿Qué haga como si nada hubiese sucedido? Es imposible —sentenció, limpiando con furia sus lágrimas.

Jade abandonó su habitación y recorrió el camino a la puerta de entrada. Salió de la casa y, sin avisar, tomó uno de los autos de sus padres y se marchó: estaba cansada de tantos engaños.

ZeitSpur – Naturgeschichtliches Museum…

—¿Y por qué no hay más personas? —indagó Zaira. Era tan observadora que no tardó en darse cuenta de que estaban solos en el museo.

—Porque esta noche es solo para ti —respondió de inmediato.

Zaira se giró y lo observó con ojos de cachorrito, unos llenos de incredulidad.

—¿De veras? —preguntó, abandonando todo atisbo de emoción. No deseaba que Axl conociera sus puntos débiles: no la conquistaría tan fácil.

—Sí, pero si no te gusta, podemos marchar…

—¡Nunca! ¡Jamás! Siempre quise venir al museo sola —interrumpió, estaba emocionada—. Los niños de la escuela siempre van al baño, quieren regresar a casa, hacen mucho ruido durante los recorridos y no dejan escuchar a los guías —expresó su inconformidad.

Axl sonrió, disfrutando de las expresiones de disgusto en su rostro. Suspiró como un tonto sin entender cómo había creado tanta perfección.

—¿Qué me miras? —preguntó Zaira, cruzando sus brazos y frunciendo el ceño.

—Nada —respondió de inmediato—. ¿Comenzamos? —propuso, extendiéndole la mano.




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