"Aún no tocada por el amor."

5

Lisa irrumpió en la habitación de su hermana. No se habían visto en casi tres meses y ya se extrañaban la una a la otra. Lisa era completamente opuesta a Katia, aunque tenían la misma estatura. Rubia de ojos azules. A diferencia de Katia, Lisa usaba vestidos cortos y se maquillaba.

—¿Por qué estás tan triste? —preguntó Lisa por segunda vez.

—Tú bien sabes cuál es nuestra situación. Y no es nada alentadora —Katia se sentó junto a su hermana en su cama—. Personalmente, yo elegiría mudarnos.

—Esa es una mala idea. ¿Cuántos años hemos vivido ya en esta mansión? Porque, la verdad, ni lo recuerdo.

—Yo tenía diez años y tú apenas habías cumplido cuatro —le recordó Katia.

—Eso significa que llevamos quince años viviendo aquí. Es mucho y a la vez no tanto.

—Sabes que papá la heredó de nuestra bisabuela. Luego invirtió tanto esfuerzo y dinero para arreglar todo, para preparar los campos y cultivar trigo. Lo logró. Y no vivíamos mal. Incluso estudié agronomía a propósito, para ayudarle con los asuntos. Y sabes, me gustaba, y pensaba que siempre sería así, pero de repente todo cambió —Katia se levantó y se acercó a la ventana—. Ahora lo más importante es que papá se recupere. Por ustedes, estoy dispuesta a…

—Siempre haces todo por nosotras —la interrumpió Lisa—. Tal vez algún día llegue el momento en que hagas algo por ti misma. Yo también quiero hacer algo por mi familia, igual que tú.

—Tú solo debes estudiar bien y nada más. ¿Me oyes, Lisa? No se te ocurra inventar nada. ¿Entendido?

—Veo que mamá ya te contó sobre el plan que ideamos —Lisa se echó a reír.

—¿Y de qué te ríes? —preguntó Katia sin entender—. No tiene nada de gracioso.

—Nuestro plan es la forma más fácil de quedarnos en esta mansión. Claro, el hecho de que trabajes para ellos puede ayudar por un tiempo. ¿Pero qué pasará después? Cuando papá se recupere y logremos estabilizarnos un poco, será inevitable que tengamos que mudarnos de aquí. Ahora nos tienen un poco de lástima, pero no nos van a mantener aquí toda la vida. ¿Para qué les serviría? En cambio, si me caso con él, el problema desaparecerá —dijo Lisa con seguridad.

—¿De verdad estás dispuesta a casarte con alguien a quien no amas solo para seguir viviendo en esta mansión? —Katia estaba sorprendida por la decisión de su hermana, pues no esperaba que fuera capaz de algo así.

—¿Y quién dijo que no lo amo? Tal vez ya estoy enamorada de él —Lisa sonrió enigmáticamente—. Estoy segura de que yo también le gusté. ¡Ojalá hubieras visto cómo me miró cuando nos cruzamos en la entrada! Hasta se quedó con la boca abierta, tan hechizado estaba con mi belleza.

—¿Así que ya tuvieron la oportunidad de conocerse? —preguntó Katia con curiosidad, volviendo a sentarse junto a Lisa.

—No solo nos conocimos, sino que ya acordamos una cita.

—¡¿En serio?! ¿Y quién invitó a quién? —preguntó Katia, de repente nerviosa.

—Por supuesto que él —Lisa estaba satisfecha consigo misma—. Yo solo insinué que quería salir a pasear mañana, pero que no tenía con quién. Claro, Egor preguntó por qué no contigo.

—¿Y qué le respondiste?

—Le dije que ahora no tienes tiempo para paseos. Espero que no te hayas ofendido —Lisa abrazó a su hermana—. Katia, él es tan guapo.

—La belleza puede ser engañosa. Además, es mayor que tú.

—Solo por dieciséis años. Y sabes, me gustan los hombres mayores. Con ellos es más interesante, hay más de qué hablar. No como los chicos de mi edad, que de los nervios hasta se quedan sin palabras. Y en la cama, la ventaja también es de los hombres mayores, en mi opinión.

—¿Y tú qué sabes de eso, Lisa? —Katia empezó a sentirse incómoda con la conversación.

—Ya tengo algo de experiencia —confesó Lisa—. Perdóname por no contarte todo, pero lo hago para que no te preocupes. Además, sé que no te gusta hablar de estos temas.

—¿Qué temas? —preguntó Katia, ya imaginando la respuesta.

—El amor y el sexo —susurró Lisa.

—¿Crees, Lisa, que estoy desconectada de la vida? ¿Que soy como una…?

—¿Monja? —terminó Lisa por ella, pero luego lo negó—. No, para nada.

—Sí, sí lo piensas —Katia empezó a molestarse—. Si no me lanzo a los brazos de todos los hombres que veo, no significa que no me interesen. ¿O acaso crees…?

—Que no están interesados en ti —Liza no pudo contenerse y expresó sus verdaderos pensamientos, pero al darse cuenta de que había ofendido a su hermana, rápidamente añadió—: No quise decir eso.

—Liza, no hace falta, no me ofendo —Katya se tranquilizó—. Eres valiente por no tener miedo de decir la verdad. A menudo me pregunto qué es lo que está mal conmigo. En realidad, me gustaría encontrar a un solo hombre. Que nos enamoráramos el uno del otro, nos casáramos, tuviéramos hijos y fuéramos felices.

—Así será. Los sueños deben hacerse realidad. Pero, ¿dónde vas a encontrar a ese único si nunca sales de esta mansión y aparte de tu trabajo no necesitas nada más?

—¿Cómo que no? —Katya contradijo a Liza—. También voy de visita a casa de Yulia.

—¿Y allí hay muchos hombres? No tiene hermanos. Necesitas ir a lugares donde puedas conocer a alguien y mostrarte. Ya pensaremos en eso más adelante.

—No hace falta inventar nada, porque será en vano. Tiene que suceder por sí solo, no según un plan. Y, de hecho, ahora no deberíamos hablar de mí, sino de ti. Quiero convencerte de que renuncies a tu idea de matrimonio. No tienes que hacerlo, y no es necesario que vivamos toda la vida en esta mansión. He decidido buscar trabajo en la ciudad y también encontrar un nuevo hogar para nuestros padres y para nosotras.

—Katya, mejor de lo que tenemos ahora no encontrarás. Esas son palabras de nuestra madre. Además, Egor realmente me gusta. Y es tan rico… Tiene todo un holding agroindustrial.

—¿De dónde sacaste eso? —Katya se sorprendió con la noticia.

—Para eso existe Internet.

—¿Y qué más has leído?

—Que es un soltero codiciado. En una entrevista le preguntaron: “¿Por qué aún no se ha casado?”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.