Aura

Fotos que lastiman

Aura

Julián no apareció durante toda la mañana, aunque no estoy del todo preocupada por él, quiero pensar que está bien. Por ahora solo hago lo que él me pidió, estoy en la cocina ayudando a Ligia. Siempre he sido mala para estos quehaceres a pesar de mis intentos de aprender, tal vez fue por mi madre, ella nunca ponía una mano en la cocina, ni siquiera para buscar un vaso con agua, la vida con mi padre le permitía vivir cómodamente. 

Esther era nuestra ama de llaves, junto a mi nana hacían los deberes y atendían la casa, pero era mi padre quien cocinaba, a mi madre le desagradaba la idea y él solo la hacia para complacerme. Me permitía ser su asistente, picando una cosa y otra, era mi pasatiempo favorito hasta que mi madre decidió que el modelaje era mi profesión, así que me inscribió a una escuela -una idea que afortunadamente no prosperó- y el tiempo con mi padre se redujo hasta ser casi nulo.

—Ahora solo tenemos que esperar una hora -escuchó a Ligia atenta mientras mete la comida en el horno- para que la cocción esté completa.

—Estoy segura que quedará delicioso -lo digo mientras me lavo las manos- tienes unas manos mágicas Ligia.

—No me piropees que me sonrojo -me rio al ver que ella se toca las mejillas con sus manos ocultando su sonrojo- pero esta vez tu fuiste quien lo preparó.

—No lo habría hecho sin ti -para mi es imposible negar la verdad, yo sola soy un caos en la cocina.

—Bueno -Ligia deja su delantal sobre la encimera y yo hago lo mismo- ahora vamos a descansar un rato, el temporizador nos avisará cuando esté listo nuestro plato estrella. 

Me siento muy feliz, he ayudado a Ligia en un plato exquisito para el almuerzo, es uno de los favoritos de Julián, solo espero que llegue a casa para poder comer juntos. Por el momento me dirijo a la sala y espero allí mientras el horno hace lo suyo.  

—¡Mi niña!

El grito de Ligia me alerta, corro de la sala a la cocina y la encuentro sonriendo de oreja a oreja con mi celular en la mano.

—Por Dios Ligia me asustaste. 

—Ten, es para ti -al decirlo no deja de soltar pequeñas risitas que cada vez me ponen más nerviosa.

Miro desconcertada el celular y la ver la pantalla iluminada observó un mensaje, es de un número de no desconozco del todo, al abrirlo y leer cada una de las palabras siento que mi mundo se detiene por un momento, aquello que leía estaba por cambiar mi situación actual.

—¿Y?

—Me-me-me -no dejo de tartamudear, mis labios me tiemblan- respondió el mensaje, es un tra-trabajo. 

—¿Pero qué dice? -ahora es Ligia quien se encuentra muy curiosa y posiblemente mi cara no le está ayudando mucho.

Vaya, aunque estoy segura que Ligia sabe muy bien de qué se trata o lo que dice el mensaje, pero lo leo en voz alta.

“Aura en este mensaje encontrarás la información que me pediste, para que te contacte con Serena, mi amiga”

—Y bueno, ¿qué estás esperando?

—¿Para qué? -en éste momento tengo mi cabeza en blanco y lo que me dice Ligia no entra del todo en mi comprensión. 

—Para que llames a la señora del mensaje, si el joven Daniel te lo envió es porque confía en ella, ¿y sabes una cosa?

—¿Qué?

—Yo confió en Daniel -me lo dice con toda la seguridad de este mundo, mientras pone sus manos en jarras.

—Yo no confió del todo en él -le soy sincera a mi ama de llaves- además…

—Después de todo -Ligia me interrumpe y sigue hablando- creo una cosa y es que él sí confía en ti.

No tengo palabras para contradecirla, además, era la primera vez que aquel pensamiento pasaba por mi cabeza, si Daniel no confiara en mí, en estos momentos no tendría un trabajo por el cual daría mi vida, era una oportunidad para volver a hacer lo que me apasionaba.

—Veo que tu no serás capaz de llamar, así que yo lo haré.

En menos de un parpadeo Ligia me quita el celular que tenía en las manos, sale hacia la sala y toma el teléfono.

—¿Qué vas a hacer? -pregunto, pero ella me ignora por completo. 

Ligia no me mira, no quiere escucharme, solo marca atentamente cada número en el aparato, ¡maldita sea! No sé qué hacer, estoy nerviosa y con ansias, quiero y no quiero que contesten la llamada.

—Muy buenos días -habla Ligia con tranquilidad- ¿hablo con la Señora Serena Méndez Jiménez?

Veo con atención el semblante de mi ama de llaves, su entrecejo marcado por algunas arrugas y las líneas de expresión de alrededor de su boca se ven con mayor claridad cuando sonríe, como lo hacía en este preciso momento.

—Soy la asistente personal de la Señora Aura Caballero, un amigo en común nos notificó que usted necesitaba de una sesión fotográfica -me sombra como Ligia se desenvuelve con mucha naturalidad mientras habla, como si hubiera ensayado antes- aunque no se especificó lo que quería estábamos interesados en contactarle…claro, por supuesto que ella la tendera… en un minuto la comunico con ella.

Y por fin me mira, se ve muy sonriente, toma mis manos en ellas deposita el teléfono inalámbrico, siento que tiemblo cuando veo aquel objeto, por un momento se me olvida respirar.




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