Aura

¿Quién puede extrañarme?

Aura

Todo mi mundo se detiene y mi corazón se parte en pedazos cada vez que veo las fotos. Nunca pensé que mi matrimonio llegara a convertirse, para él, en una tortura o desgracia.

¿Qué hice mal durante estos nueves años juntos? Si él no me quería, ¿por qué nunca me lo dijo?

Siete fotos diferentes, las mismas dos personas en cada una de ellas, pero una en específico es la que conozco, mi esposo.

—Válgame Dios.

Ligia a mi lado esta sobresaltada, las dos estamos es shock; por un momento ninguna de las dos hablamos, trato de forzar a mi boca a decir algo, pero me es inútil.

—No podemos fiarnos de eso mi niña -comenta Ligia, solo para tratar de ayudarme- pueden ser falsas o un fotomontaje, hay gente envidiosa que quiere…

—Se ven tan reales -mi voz es solo un susurro, pero la mirada de pena por parte de Ligia me dice que ella me escuchó.

Y realmente creería que lo son, conozco los métodos para la edición de fotografías, pero debería ayudarme con algunos objetos para verificar su autenticidad; pero mi última esperanza espero que no lo sean. Observo con detalle cada una de ellas y hay algo que me llama la atención, detrás de estas se encuentran escritos algunos números, todos diferentes, al parecer son fechas. Trato de ordenarlas cronológicamente hasta llegar a las más reciente… y fue el día que Julián no llego a casa.

Trato de controlarme, tomo las fotos y las guardo en el sobre junto con el mensaje, sé que Ligia espera que le diga algo, pero subo rápidamente a mi cuarto, en mi armario busco un pequeño baúl, de cual solo yo tengo llave, lo abro y guardo dentro de este, el sobre.

Intento pensar con cabeza fría, la primera fecha escrita en una de las fotografías y es de hace cuatro años y las más reciente fue de hace seis días, cuando me encontraba fuera de Miami, visitando a Angeline, la mamá de Julián. No entiendo como fui tan ciega, como ignoré todas las señales, creí que todo iba bien y que mi matrimonio era ejemplar.

Ahora siento que todo encaja, de los nueve años juntos, durante los primeros cuatro años nos dedicamos de lleno a nuestros estudios, conviviendo como amigos y solo nos acercábamos en la cama; un año después construyendo una relación que nunca tuvo bases sólidas, doce meses casi perfectos y al inicio del sexto todo cambio.

Son cuatro años siendo infeliz, siendo mal amada mientras yo le brindaba todo mi amor y él lo buscaba en otra; ahora entiendo sus cambios tan bruscos de humor, aquellos días que no llegaba a casa y lo enojado que se ponía cuando le preguntaba el porqué de su demora o cortas desapariciones. Últimamente su humor ha empeorado, en mi brazo aún quedan las marcas de su apretón, aunque se están borrando lentamente aunque siguen alli, como un recuerdo, una señal.

Cuando me levanto y me dirijo a la puerta observo a Ligia de pie, esperando una respuesta.

—Todo lo que paso el día de hoy queda entre las dos -al miro directamente a los ojos y mi voz sale algo fría y distante- por ningún motivo Julián debe enterarse.

—Pero…

—No Ligia, esto es algo que tengo que solucionar yo sola -en su mirada puedo ver algo de duda y negativas y trato que ella entienda- talvez tengas razón y aquellas fotos están alteradas, pero antes de saber la versas te pido que no le comentes esto a nadie, ¿queda entendido?

—Sí señora.

Se que Ligia no está del todo segura, pero ella sabe que es mejor guardar silencio y actuar frente a Julián para obtener resultados satisfactorios y creo que tendré que repetirme aquello día con día, minuto a minuto si quiero aclarar esta situación.

̶

Llega la noche, me encuentro en la sale mirando una película, siento a Julián llegar en su coche, si antes lo recibía con un abrazo -que rechazaba- y un beso -no correspondido- ahora me quedare aquí sentada, da igual lo que haga, él no va a notar nada.

La puerta ha sido abierta y Julián entra, se desabotona os puños de la camiseta y se desajusta la corbata, lo miro de reojo y el me mira, después sigue su camino hacia el cuarto para desvestirse y guardar el maletín que siempre lleva a su trabajo. Trato de concentrarme en lo que estoy viendo, pero me es imposible ya que al verlo de frente y tenerlo cerca provoca que todo dentro de mi recuerde su traición.

Me levanto y me dirijo a la cocina, busco un vaso para servirme algo de agua, siento mi garganta rasposa y el estómago vacío, aprovecho y arreglo los platos para servir la cena, no sé qué ha preparado Ligia esta vez, creo que es crema de tomate acompañado de algunas tostadas; la veo entrar a la cocina y toma los platos para servirle la comida a Julián, de seguro ya se encuentra en el comedor; me sirvo algo de crema y me dirijo al comedor.

—Parece que por fin hay silencio en esta casa -comenta Julián sarcásticamente.

Al parecer estas son las primeras palabras que dice mi querido esposo cuando me siente frente a él, nunca han existido las conversaciones mientras cenamos y hoy no es la excepción. Miro hacia el televisor y la película ha sido reemplazada por las noticias, no me agrada del todo el verlas, pero no objetar ante eso.

En cierta medida me agrada el silencio, pero sería más acogedor el hablar de las cosas cotidianas, el cómo te fue en el trabajo o que tal tu día, esos pequeños detalles que nos hacen sentir queridos, y nos demuestra que se preocupan por nosotros.




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