Aileen
—¿Ya hiciste la lista? —preguntó Lukas, mientras sacaba una libreta de la gaveta como si fuera una operación militar.
—¿Qué lista? —respondí, con la boca llena de cereal.
—La de todo lo que tienes que hacer antes de irte de viaje, porque si no la haces tú, la hago yo y te advierto que mi versión incluye comprar un lanzallamas y fingir tu muerte.
Me reí, pero él ya estaba escribiendo algo, hace dos días recibí la llamada de los premios LIT sobre la nominación de uno de mis libros, y después de organizar un poco la manera en la que pasaré desapercibida llegamos a la conclusión de cambiar un poco el guardaropa y el maquillaje.
<<Aunque no es como que sufra mucho por eso como antes>>
—Primero: ropa. ¿Tienes algo que diga “soy solo una asistente y no una autora nominada que está al borde de un colapso emocional”?
—Tengo gafas grandes y ropa negra ¿Cuenta? —contesto.
—Sí —dice con sarcasmo— si vas a infiltrarte en una secta, necesitas algo más neutro, profesional, invisible pero con estilo, como una sombra que sabe de moda.
—¿Eso existe? —alzo una ceja y frunzo el ceño en señal de desconcierto.
— Aquí no, en Ceibs sí.
Me levanté para buscar mi mochila y el me siguió con la libreta, lo ha hecho desde que me levanté, aveces pienso que el está más emocionado por la nominación que yo. Después de todo el fue el traiciónero que me vendió.
—Segundo: documentos, pasaporte, identificación, reserva del hotel, itinerario ¿Ya tienes todo?
Suspiro mientras acomodo lo que voy a llevar dentro de mi mochila, saldré a comprar un poco de ropa y maquillaje nuevo así que aunque mi misión es calar quiero terminarla cuánto antes y mis cálculos no deben fallar encuanto que es lo que llevo. ¿A ustedes les gustaría dejar su teléfono y tengan que pedirle a un desconocido el suyo para llamar? Pues para mí es un rotundo no.
—Tengo el pasaporte, lo demás está en correos que no he abierto aún. —respondo frustrada, este ya me está sacando de quicio, pero ni yo de pequeña era así.
—Perfecto, desastre controlado, tercero: plan de evasión ¿Qué haces si alguien sospecha que tú eres Rose?
—Me río, lo niego, me desmayo, bueno, depende del nivel de amenaza. —digo nerviosa.
—No es gracioso —dijo, aunque estaba sonriendo— necesitas respuestas preparadas, frases tipo “La autora prefiere mantener su anonimato por razones personales” o “No estoy autorizada para hablar en su nombre”.
— Soy su asistente y estária dando la cara por ella así que técnicamente puedo hablar por su nombre ¿No? —replico, mi lógica y sentido común me dicen que si puedo hablar por el nombre de la autora que yo misma creé.
— ¿Quieres pasar desapareciba si o no? —cuestiona Lukas a lo que yo asiento dejando mi lógica de escritora calculadora a un lado y sigo enfocandome en lo que importa ahora mismo.
<<O lo que Lukas quiere que creas por qué ambas sabemos que sus listas siempre terminan mal, como la ves que fueron de vacaciones y terminaron perdidos en la carretera.>>
—¿Y si me preguntan sobre quién soy
—Dices “sin comentarios” y finges que te llaman por otro lado.
Me dejé caer en el sofá, con la cabeza entre los cojines ahogando un grito.
—Esto es demasiado ¿No puedo enviar una carta y quedarme aquí?
—No porque tú escribiste ese libro y porque tú mereces estar ahí —hace una pausa— si no vas, alguien más va a hablar por ti y tú odias eso.
Suspiré, el tiene razón, como siempre, me incorporé y tomé la libreta que el traía entre manos.
—Ok, ropa neutra, documentos, frases evasivas, y actitud de sombra elegante ¿Algo más?
—Sí —dijo, apuntando con el bolígrafo— compra snacks para el avión y no olvides que aunque vayas como asistente, tú eres la autora. No lo olvides ni por un segundo.
Lo miré y por primera vez desde la llamada, sentí que puedo hacerlo.
—¿Y qué más necesitas? —preguntó Lukas, mientras anotaba en libreta que me quito, como si fuera mi asistente personal y no mi hermano mayor con complejo de productor ejecutivo.
—Ropa que diga “no soy nadie, pero parezco alguien” —respondí, estirándome en el sofá— no lo sé, algo que no grite “autora nominada” pero tampoco “turista perdida”.
—Entonces llamé a la persona correcta —dijo, justo cuando alguien tocó la puerta.
Me giré hacia él, confundida
—¿Qué hiciste Lukas Alberto Torrez Lopez? —pregunte molesta.
—Lo que hago siempre: resolver tu vida sin tu permiso —el sonrie y yo suspiro.
Me levanté y fui a abrir la puerta, detrás de ella estaba Gabriela—Gaby— mi amiga desde la universidad, vestida con jeans, una blusa blanca y una sonrisa que podía iluminar la Calle Lily en apagón.
—¡Hola! —dijo, entrando sin esperar invitación— tu hermano me llamó, dice que necesitas ropa para un viaje al extranjero ¿Por qué no me dijiste nada? —pregunto con reproche
—Porque aún estoy procesando —respondí, abrazándola— y porque pensé que era una misión imposible.
—Una semana —dije, mientras Lukas se acomodaba en la cocina como si fuera espectador de una obra que él mismo dirigió— dos si me quedo a relajarme.
—¿Trabajo, placer, escape emocional o que? —preguntó Gaby, sacando de su bolso una cinta métrica como si fuera una estilista profesional
—Un poco de todo —mentí, con una sonrisa que sabía que no iba a sostenerse mucho tiempo.
—Entonces necesitas outfits para reuniones, caminatas, cenas casuales y una noche de “me veo increíble sin esfuerzo” ¿Tienes algo que sirva de base?
—Tengo ansiedad y una maleta vacía ¿Cuenta?
Gaby se rió, y Lukas levantó su taza como brindando por el caos.
—No le digas nada —me susurró Lukas cuando Gaby se giró a revisar mi armario— déjala pensar que es un viaje normal, te ayudara a mantenerte cuerda.
—¿Y si sospecha? —le susurro preocupada.
—Entonces le das una historia a medias, eres buena en eso —sacudio mi cabello y se alejo.