La hermosa nena se quedó dormida después de que le di su biberón y un pequeño baño, esa niña era tan encantadora que hasta mi mejor amiga termino encantada con ella. Salgo de la habitación para dirigirme hasta la sala donde está ella esperándome con un pote de helado, el condenado hombre al final no vino por nosotras, no puedo creer que un padre deje a su hija en más de una extraña como si nada, es inconcebible.
—¿Creer que venga? —exclama mi mejor amiga llevándose una cucharada de helado a la boca.
—Son las doce de la noche, nena, no creo que ese hombre venga hasta aquí a esta hora, para una persona como él, nuestro barrio no es agradable.
—Así que es ese tipo de ricachones que son alérgicos a la humildad —Asiento.
—Sí, aún no entiendo como un hombre como él, pudo estar casi un mes con esa pobre pequeña.
—No has dejado de decirle pequeña, ¿acaso no sabes si nombre?
—No, no lo sé porque él no le puso, le dice niña —Mariana abre la boca de una manera muy chistosa que me causa gracia.
—¿Hablas en serio? —Asiento.
—Si, lo hago, no tiene nombre y empiezo a pensar en uno, para ella no podemos decirle niña o algún adjetivo, toda su vida ella no lo merece.
—¿Es que qué clase de hombre es ese?, es su hija, no puedo creer que sea de esa manera con ella, ¿Acaso no tiene corazón?
—No, al parecer no tiene, la alergia que tiene a su misma hija es algo grave, debería de ver a un psicólogo, ese hombre no está bien.
—Dicen que desde la muerte de su esposa se convirtió en un tirano, no tiene relación con su familia, y jamás se le ha visto con nadie y han pasado dos años de la muerte de su esposa.
Esa información sí que es valiosa, un hombre como él, con el poder y dinero que tiene y actuar de esa manera no es porque si, algo detrás debe haber, Will es un hombre muy atractivo, cualquier mujer se moriría por esta a su lado, pero al parecer él no lo desea, o puede que la culpa que siente por lo que pasó con su esposa no se lo permita.
Dicen que él tuvo que ver con ello, estuvo en prisión por seis meses, luego de un juicio lo encontraron inocente, solo fue un mal momento y en un mal tiempo, nada más que eso.
—Aún no entiendo como conseguiste ese empleo —Río de recordar la situación tan terrible que pase con ese hombre.
—Bueno, lo golpeé con mi bolso en el ascensor.
—¡¿Qué?!, ¡¿por qué hiciste eso?!
—No tenía idea que era él, empezó a acosarme y solo me defendí.
—¿Te acoso o tú creíste que lo hacía? —dice con una sonrisa en el rostro.
—Bueno, estaba mirándome el trasero, eso debe contar como acoso, así que solo hice lo que debí hacer, luego de ese bochorno descubrí que sería mi jefe.
—Dios, Baby, cuando dejarás de meter la pata tanto —dice riendo y haciendo que ruede los ojos.
No pase una buena noche, la pequeña Azul no dejaba de llorar, al parecer estaba sufriendo de severos cólicos, pobrecita, mis masajes y demás la ayudaron a conciliar el sueño luego de las cinco de la mañana, yo ahora parecía un zombi, porque no pude dormir bien.
Salgo de la habitación por un vaso de café cuando el sonido del timbre de la casa llama mía atención, con mi pequeña pijama y sin peinarme o algo parecido, camino hasta ella para abrir la puerta. Jadeo cuando veo al señor Robinson, bien arreglado y con su cara de amargado, mirándome de una manera rara.
—Buenos días, señorita Wilson —peino un poco mi pelo para que no parezca una loca y luego sonrío.
—Señor, buenos días, no esperaba verlo aquí.
—Soy el padre de la niña, es obvio que debería venir, cámbiese y vaya por ella, es hora de irnos —levanto una de mis cejas sin comprender a qué se refiere.
—¿Hora de irnos? —asiente. —¿A dónde?
—A mi casa, no pensará que siendo la niñera de la niña.
—Azul, se llama azul.
—¿Perdón?
—Que la niña se llama azul, usted no le ha puesto un nombre y no podemos llamarla de esa manera, así que Azul es un lindo nombre —su rostro parece confundido, pero luego de unos segundos asiente.
—Bien, como sea, le decía, no pensara que voy a dejar a… Azul con una extraña.
—Bueno, lo hizo año, no apareció y dijo que lo haría, ¿Qué tiene de diferente ahora? —aprieta la mandíbula con fuerza y al parecer a alguien no le gusta que le digan sus verdades en la cara.
—Tuve un inconveniente, pero eso a usted no le importa. Ahora, haga lo que le dijo, no tengo tiempo que perder —gruño y cierro la puerta en sus narices, es un grosero de lo peor, no pienso hacer lo que él quiere.
Con mi dignidad por lo alto me dediqué a arreglarme y hacer lo mismo con la bebé, no sé cuanto tiempo paso, pero era lo que menos me importaba, él no podía venir a ordenar como se le daba la gana, no conmigo, estaba muy equivocado si creía que las cosas serían a su manera.
Tomo el bolso de la pequeña y con ella en brazos y mis demás cosas, abro la puerta encontrándome con el rostro furioso del señor Robinson.
—Nunca más vuelva hacer una cosa de esas, soy su jefe, no puede dejarme aquí parado como si fuera su empleado, ¿Le quedo claro? —asiento con una sonrisa.