Llegue a la universidad y el ambiente era como lo recordaba, no podía negar que extrañaba esto, por lo que regresar me entusiasmaba mucho. Entre en el aula de clase y comencé con mi día.
Observo el móvil por décima vez en la hora que llevo aquí, sabía que esto no sería fácil, pero jamás pensé que Azul y Will no pudieran estar juntos ni una hora. Ruedo los ojos cuando el móvil vibra en mi mano, aprieto el botón verde y lo llevo a mi oreja.
—Si sigue así, no voy a poder estudiar nada y eso no hacía parte del trato—exclamo por lo bajo.
—¡Es que no deja de llorar!
—¿Le reviso el pañal?, ¿o ya le dio de comer?
—Ya le di de comer, pero no le he revisado el pañal, es que huele a feo —observo al cielo pidiéndole un poco de paciencia a Dios.
—Tiene que cambiarla o no va a dejar de llorar y deje de llamarme, por Dios —cuelgo y guardo el móvil en el bolso intentando poner de nuevo cuidado a la clase.
Una hora después, estaba saliendo de mi universidad para ir directo a Casa, Will me volvería loca, no quería ni imaginar como estarían ellos dos. Entro en el auto y la impaciencia que se apodera de mí me hace pedirle al chofer que no demore mucho, necesito llegar lo más rápido posible.
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Llegamos a la casa y bajo con rapidez del auto, cuando abro la puerta mi quijada se desencaja por ver el desastre que hay frente a mí.
—¿Pero qué paso aquí? —en ese momento aparece Will, con Azul en sus brazos, mojado y lleno de no sé qué, aprieto los labios para no reírme.
—Jamás, vuelvo hacer esto, esa niña es un monstruo —dice colocándola en mis brazos con rapidez, ¿Por qué está sucia?
—¿Por qué está así? —digo acercando mi nariz a ella —. ¡Está llena de popó!
Exclamo asustada y asombrada de que este hombre no hubiera ni siquiera podido cambiarla.
—¡Intente cambiarla, pero no se quedaba quieta, mira como volvió la casa!, ¡Esto es un desastre, me volveré loco! —exclama con desespero.
—No lo puedo creer —digo pasando por su lado para ir a la habitación y cambiar a Azul.
Cuando llego a mi habitación, el desastre es peor, ropa por todos lados, pañales, juguetes y demás están regados por toda la habitación.
—¡Por Dios!, esto es un desastre, ¡¿Qué fue lo que hizo?! —indico con desespero porque no puedo creer que no haya sido capaz de cuidar de ella solo dos horas.
Siento la presencia de Will detrás de mí y con rapidez me volteo para mirarlo al rostro.
—No me mire así, le dije que esto no sería buena idea, ella me odia.
—¡Pues claro que lo odia, usted no sabe hacer nada bien!, ni siquiera cambiarla pudo.
—No dejaba de moverse, míreme, tengo caca y vomito por todos lados —aprieto los labios con fuerza porque la risa que quiere salir de mí es más poderosa y quiere ser liberada —. Ni se le ocurra reírse, se lo advierto.
Suelto una fuerte carcajada, haciendo que él gruña como un verdadero animal. Dios, sabía que esto no sería fácil, pero jamás me imagine que terminaría de esta manera, ambos están hechos un desastre.
—Lo… Siento… Es que en realidad se ve muy chistoso de esa manera —intento detener mi risa, pero me es imposible.
—Mejor arregle todo esto y cambie a la niña, voy a bañarme —se da la vuelta y sale de la habitación hecho una furia.
No puedo soportarlo más y de nuevo rompo en una risa que me deja sin aire, jamás me imagine que ellos dos terminaran de esa manera. Detengo como puedo mi risa y cuando ya estoy controlada, me dirijo con la bebé al baño para poder cambiarla.
Una hora de trabajo me llevo dejar todo como estaba antes de irme para la universidad, la pobre tenía tanto sueño que se quedó dormida apenas le di su biberón luego de bañarla, la reviso por última vez antes de salir de la habitación para dirigirme al primer piso, el desastre que hay abajo aún necesita ser organizado.
Llego al final de las escaleras y me asombro de ver todo organizado, Will está en el sofá limpiando sus manos.
—Vaya, quedó limpio —exclamo llamando su atención. Trago grueso cuando caigo en cuenta de que solo está con un pantalón de dormir, su torso está desnudo y es tan hermoso que debo alejar la mirada de él para no pensar cosas que no debo.
—Usted se encargó de arriba, no podía dejarle esto también —asiento sintiendo el calor de mis mejillas por las cosas que ahora estoy pensando.
—Gracias…
—¿Está bien?, su cara está roja —asiento rápido.
—Sí, ¿tiene hambre? —digo intentando cambiar de conversación para que no note que estoy así porque se ve muy sexi como esta.
—Sí, ¿piensa cocinar? —asiento caminando hasta la cocina para poder respirar un par de veces y alejar todo lo que ahora me ataca.
—Dios… Líbrame de ese hombre, por favor.
—¿De quién? —brinco en mi lugar cuando lo siento detrás de mí, ¿por qué me hacen eso?, yo me alejo de la tentación y ella me busca, así no se puede.
—De… Nadie… ¿Qué quiere de cenar? —pregunto sintiendo un escalofrío que recorre mi cuerpo haciendo que me mueva incómoda en mi lugar.
—Usted está actuando muy extraña, ¿qué es lo que le pasa?
Suspiro un par de veces y solo camino hasta la nevera para poder alejarme de él y tenerlo muy lejos, no sé qué es lo que me pasa, o bueno, si lo sé, acabo de darme cuenta de que el condenado hombre me gusta y eso no está bien, no lo está.
—Nada, solo estoy cansada, haré un par de sandwiches —digo sin voltearme para mirarlo.
Intento no voltearme mientras preparo todo para no tener que verlo, no sé por qué está medio desnudo frente a mí, pero mientras no lo vea, todo estará bien para mí. Cuando ya he terminado todo busco el valor de donde no lo tengo para darme la vuelta y encontrarme con sus oscuros ojos mirándome fijo, sin pestañear.
—Listo… Puede comer lo que desee —indico dejando los platos delante de él. Él no dice nada y tampoco deja de mirarme. —¿Por qué no deja de verme?