¡auxilio! Necesito una niñera

Capítulo 10

Después de ese mal sabor que me hizo pasar Will, regrese a la habitación e intenté dormir, pero me era casi imposible, no dejaba de recordar lo que pasó en la cocina con él, aunque quisiera decirme que no, su beso había sido el mejor beso que podía haber tenido.

Abro los ojos después de una larga noche, hoy era día cívico en la universidad, por lo que no tenía clases, lo agradecía porque estaba muy cansada.

Bajo las escaleras, con Azul en mis brazos, como siempre tenemos que ir con él, Neanderthal del infierno. Termino de bajar las escaleras encontrándome con él al final, su expresión me hace rodar los ojos, después dice que la inmadura soy yo.

—¿Es Necesario que vaya? —exclamo con aburrimiento.

—Sí, sabe que no confío en usted.

—Claro, pero para estarme besuqueando si confía en mí —gruñe y yo sonrío.

—¿No va a olvidar eso? —niego.

—No, tendrá que aguantarme porque no me gusta que me usen y me boten como si nada.

Bufa y camina hasta la salida, me causa gracia su actitud, es como un niño enojado porque no le dan lo que quiere.

Llegamos a la empresa y sabía que mi día sería muy largo, el condenado hombre no dejo de quejarse mientras veníamos para aquí. Entramos a su oficina y tomo asiento en el gran sofá dejando a Azul en su corral, aún me sorprende que lo siga teniendo.

—¿Se va a quedar mirándome? —murmura haciendo que lo observe con una de mis cejas en alto.

—¿Y qué pretende que haga entonces?, debería estar paseando con Azul, pero tengo que estar aquí mirándolo a usted.

—Pues entonces venga y me ayuda.

—¿A qué? —rueda los ojos mostrándome un libro.

—¿Le gusta la literatura? —asiento.

—Claro que sí.

—Bien, tome, léalo y me dice que le parece —me levanto de mi lugar para ir por él, cuando lo tomo la curiosidad se apodera de mí, su título es tan llamativo que anhelo que su contenido sea igual.

—¿Para qué quiere que lo lea?

—Quiero comprar esa editorial, pero necesito saber, porque está en banca rota, si es por el contenido que vende o porque son unos tontos que no saben administrar bien.

No digo nada y regreso a mi lugar para empezar a leer el libro. No sé cuanto tiempo pasa luego de ello, solo sé que El Fuerte llanto de Azul me hace que aleje la mirada del libro para dejarlo en el sofá y tomar a la bebé en miss brazos. Cuando la alzo siento como algo me moja, la alejo de mí y observo mi vestido mojado por su vómito.

—Oh nena, tienes reflujo —digo llanto la atención de Will.

—¿Está enferma? —pregunta con el entrecejo fruncido haciendo que sonría, oh, alguien está cayendo por mi niña.

—No, es solo que su leche no le está cayendo bien, debemos preguntarle a su pediatra que es mejor para ella —él asiente y se queda en silencio,  suspiro sabiendo qué me dirá —. Imagino que no la ha visto ninguno, ¿cierto?

—Ya le dije que no sé de bebé, le diré a mi secretaria que consiga uno —asiento.

—Bien, tengo que cambiarme, cuide de ella mientras vengo —digo dejándola de nuevo en su corral para ir al baño y cambiar mi ropa.

Unos minutos después estoy saliendo con un pequeño short y una camisa medio vieja, no sé por qué cargaba esto en mi bolso, pero era lo único que tenía y no podía estar con un vestido vomitado.

Me acerco a Azul y la alzo escuchando a mis espaldas un fuerte gruñido.

—¿Qué cree que hace? —confundida por sus palabras, me volteo para mirarlo.

—¿De qué habla?

—De usted, mire como está vestida, ¿lo está haciendo a propósito? —abro la boca indignada cuando comprendo lo que quiere decir.

—¿Está insinuando que lo estoy seduciendo? —digo con fuerza.

—Pues es lo que parece, acaba de mostrarme su trasero, ¿eso no es provocar?

—¡Claro que no!, solo estaba tomando a Azul.

—Pues eso no fue lo que pareció, ese trapo que tiene puesto muestra de más.

—¡Es lo único que tengo ahora!, no puedo estar con un vestido oliendo a vómito —gruñe pasándose las manos por su pelo con desespero.

—Dígame su talla, no pienso permitir que ande así vestida por mi empresa, todos la verán.

—¿Para qué quiere mi talla?

—Para comprarle algo decente —jadeo porque acaba de ofenderme.

—¡Pues no pienso ponerme nada que usted compre!, no solo me inrespeta, ahora también me ofende, ¿no se cansa de tratarme mal? —exclamo cansada de su actitud.

—Calmase, está gritando y todo el mundo sabrá lo que pasa aquí, ¿qué sucede con usted?—con rapidez dejo a Azul en el corral y camino hasta él para pararme frente. Voy a decirle sus verdades en la cara, ya basta de callarme.

—Usted me pasa, es un Neanderthal que cree que por tener dinero puede tratar mal a la gente, pues no, está muy equivocado, las personas merecemos respeto, ¿me escucho?

—Sí, lo hice porque su voz chillona no me deja desconcentrarme.

—¡¡Ahhh, usted es un!! —no puedo terminar porque él tapa mi boca con su grande mano, intento alejarla, pero él me toma de la cintura acercándome a su cuerpo.

No, no de nuevo, no puedo tenerlo así de cerca porque lo que me hace sentir no me deja pensar con claridad, ubícate Bárbara, no olvides como te trata, concéntrate.

—Deje el escándalo —con fuerza me alejo de él mirándolo furiosa.

—Pues entonces usted deje de ser un idiota.

—¿Qué?, ¿me acaba de decir idiota? —asiento.

—Sí, es lo que es, todo lo que yo hago le parece malo y no ha dejado de hacerme saber lo mal que le caigo.

—¡¡Es que usted me desespera…! Es tan!

—¿Tan qué?, a ver dígalo, sea hombre y dígalo para demostrarle lo contrario —indico con fuerza retándolo con la mirada.

Él solo me observa por unos segundo porque de dos zancadas lo tengo frente a mí, tomándome de la cintura y acercándome de nuevo a su cuerpo.

—Usted me vuelve loco —no puedo responderle porque toma mi boca de nuevo, haciendo que abra los ojos por su acción.




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