El cielo rugía con furia. Bjorn, de pie en el centro del claro, levantó su martillo con ambas manos, y un aura azulada envolvió su cuerpo. La tormenta que había convocado se intensificó, y los rayos danzaban entre las nubes oscuras.
Alex, jadeante y con su lanza en alto, observaba con asombro cómo Bjorn revelaba un poder que hasta ese momento había mantenido oculto.
—¿Todo este tiempo no estabas luchando en serio? —preguntó Alex, con una mezcla de incredulidad y emoción en su voz.
Bjorn le devolvió una sonrisa confiada.
—Claro que no, chico. Eres bueno, muy bueno para alguien que acaba de empezar. Pero hasta ahora solo estaba calentando. Ahora es el momento de mostrarte por qué soy el avatar de Thor.
Bjorn golpeó el suelo con su martillo, y una descarga eléctrica salió disparada hacia Alex. Este saltó justo a tiempo, esquivando el impacto que destrozó el terreno.
—¡Prepárate, Alex! —gritó Bjorn mientras levantaba su martillo hacia el cielo.
De inmediato, la tormenta pareció responder a su llamado. Desde las nubes cayeron varios rayos, convergiendo en su arma y transformándola en un martillo envuelto en una energía eléctrica casi cegadora. Con un rugido, Bjorn arrojó su martillo hacia Alex.
Alex apenas tuvo tiempo de reaccionar. Instintivamente, alzó su lanza frente a él, y un escudo de viento se materializó alrededor de su cuerpo, bloqueando parte de la energía. Pero el impacto de los rayos era demasiado abrumador.
El escudo comenzó a fragmentarse, las corrientes de viento se desmoronaron, y la explosión lo lanzó varios metros hacia atrás. Alex chocó contra el suelo con fuerza, su cuerpo cubierto de quemaduras y cortes, hasta que finalmente quedó inmóvil.
Bjorn bajó su martillo, su respiración pesada. La tormenta comenzó a disiparse, y el claro quedó en un silencio absoluto.
—Tienes talento, chico. Pero aún te falta camino por recorrer.
Despertar en la Cueva
Alex abrió los ojos lentamente, el dolor en su cuerpo recordándole la intensidad de la batalla. Lo primero que notó fue el techo rocoso de una cueva, iluminado por la luz parpadeante de una fogata.
Se incorporó con dificultad, sintiendo la rudeza de una cama improvisada hecha de mantas y hojas. Miró a su alrededor y vio a Bjorn, sentado frente a la fogata. Ya no llevaba su armadura; estaba vestido con ropa sencilla, y su cuerpo estaba cubierto de cicatrices, algunas profundas, otras apenas visibles, testigos de su vida como avatar de Thor.
—¿Qué... qué pasó? —preguntó Alex, su voz ronca.
Bjorn no giró inmediatamente. Estaba concentrado, añadiendo madera al fuego.
—Te desmayaste. Pensé que te habías roto algo, pero parece que tu cuerpo es más resistente de lo que parece.
Alex intentó levantarse, pero un dolor punzante en sus costillas lo hizo detenerse.
—¿Por qué no me mataste?
Bjorn soltó una risa baja.
—¿Matarte? Vamos, chico, esto no es una pelea a muerte. Somos avatares, guerreros que representan a los dioses. No tengo intención de acabar con alguien que tiene tanto potencial. Además... —Bjorn giró finalmente hacia Alex, mostrando una sonrisa cálida—. No voy a negar que me lo pasé en grande peleando contigo.
Alex frunció el ceño, pero no pudo evitar sentirse aliviado.
—Supongo que debería darte las gracias.
Bjorn negó con la cabeza.
—Agradece cuando puedas plantarme cara sin desmayarte al final. Pero tengo que admitirlo, chico, lograste algo que pocos han conseguido: obligarme a usar un fragmento del verdadero poder de Thor.
Alex se sorprendió.
—¿Fragmento?
Bjorn señaló su martillo, que descansaba junto a él.
—Sí. Lo que viste en nuestra pelea no es ni una décima parte de lo que este martillo puede hacer. Pero lo suficiente para demostrarte que no debes subestimar a tus oponentes, ni a ti mismo.
Alex observó a Bjorn más de cerca, notando las cicatrices que cubrían sus brazos y torso.
—¿Cómo conseguiste esas cicatrices?
Bjorn sonrió con melancolía.
—Ser un avatar no es solo tener poder, chico. Es un peso que llevamos. Cada cicatriz es un recordatorio de que incluso con el poder de un dios, seguimos siendo humanos. Cometemos errores, luchamos, y a veces perdemos. Pero siempre seguimos adelante.
Las palabras resonaron en Alex. Por primera vez, comprendió que ser elegido por Quetzalcóatl no era solo un privilegio, sino una responsabilidad que aún no entendía del todo.
Bjorn se puso de pie, recogiendo su martillo.
—Descansa, Alex. No estamos muy lejos del pueblo. En cuanto te recuperes, podemos seguir nuestro camino.
Alex asintió, recostándose de nuevo. Mientras observaba el fuego, una nueva determinación comenzó a formarse dentro de él.
—No importa cuánto me tome, Bjorn. La próxima vez que nos enfrentemos, no seré yo quien caiga primero.
Bjorn soltó una carcajada.
—Eso quiero verlo, chico. Eso quiero verlo.
Fin del Capítulo 5