Había pasado tan solo un día y ya toda la gente murmuraba sobre el baile que compartieron Lady Ayme y el Rey, todos hablaban sobre como Maxon la miraba. Todas las candidatas se sintieron amenazadas, una vez Lady Ayme abandonó el baile ya que Maxon no quiso bailar con ningún otra joven, todas las muchachas estaban molestas y las madres peor que ellas, comenzaron a hablar mal de ella y que se había ofrecido al rey aprovechándose de su posición.
Cosas buenas no decían. Ayme no había querido salir de su casa, eran órdenes de su padre. El vizconde no quería que su hija, la menor, el amor de su vida como padre la humillaran diciéndole adjetivos y groserías que ella no merecía.
La regla era clara, solo las candidatas tendrían derecho a la atención del rey y Ayme no era una de ellas. Con algo de tristeza el vizconde dejó a su hija en su casa al cuidado de las criadas, Ayme se quedó en su cama intentando entender ¿por qué hablan así de ella? nunca hizo nada malo y ahora la juzgan cuando fue el rey quien la invitó a bailar.
Pasó una hora desde que su padre salió de la casa, la joven nunca había sido una niña quieta u obediente, era todo lo contrario por eso es que su padre siempre le repetía que era una muchacha adelantada a su tiempo. Hacía cosas que una jovencita noble no debería hacer.
Se dio un baño olvidándose de lo mal que hablaban de ella en el pueblo y luego se vistió con la ayuda de las mujeres quienes le pusieron el corcel, ajustaron las tiras alzando sus atributos que a simple vista se notaban y le retocaban ligeramente el rostro. Aunque su belleza era natural, sus rasgos eran envidiables y su corazón enorme.
Las criadas se retiraron dejándola sola, en medio de tanta habladuría solo había alguien que le importaba. Bajó las escaleras tomando con sus manos fuertemente su vestido. Su cabello iba sujeto en un moño muy acorde a una señorita de su edad y estatus.
Fue a las caballerizas, a su padre y a su hermana le encantaban montar a caballo mientras que a ella le disgustaba. Aprendió, pero no quiere decir que lo practique. Mientras caminaba al final de la caballeriza se encontró con un joven rubio de espaldas quien terminaba de bañar a un caballo. El favorito de su padre.
—¿Harry? —lo llamó acercándose con el corazón bombeando muy rápido. No le importaba que hablaran mal de ella, pero no aguantaría que el único hombre por quien ha sentido cosquillas en el estómago la juzgue.
El muchacho al escuchar su voz se puso nervioso, toda su piel se le erizó, pero era imposible no querer ver a Ayme. Dejó de limpiar al animal que los veía a ambos y se giró a verla. Observó el bonito y delicado rostro de Ayme, no evitó estremecerse cuando sintió la mirada de la joven sobre él.
—Lady Ayme, ¿necesita que le ayude en algo? —se refirió a ella con su título que le correspondía al ser hija del vizconde y dueño de la gran casa. Ayme lo miró con confusión, su pecho se hizo muy pequeño, él siempre la trataba con mucho respeto, pero no le gustó que la llamara de ese modo.
—¿Cómo estás? —le preguntó sin saber que decir. No sabía que le habían dicho o si se llegó a enterar del escándalo que protagonizó con el rey.
Harry se sacó su gorro sonriéndole dulcemente, ella es demasiado para él y jamás será capaz de pedirle permiso a su padre para cortejarla.
—Estoy bien, milady. ¿Y usted? —no estaba tratando de ser frío o descortés con ella quien siempre lo defendió de todo. Pero estaba un tanto nervioso. Los ojos de Ayme se cristalizaron.
—¿No vas a decir nada? ¿No te has enterado del.…—trató de decir, pero Harry negó acercándose hacia ella, sus pasos fueron lentos, como si temiera acercarse a Ayme y pensando que es un atrevido tomó las manos heladas de la joven.
—Usted en serio me gusta, yo...la quiero de verdad y no me importa lo que el pueblo diga—declaró sorprendiendo a la joven, las mejillas de Ayme se enrojecieron, pero Harry parecía un miembro más de la familia de tomates, alzó la mirada observando a Ayme. La quería de verdad y si a ella no le importa sus clases sociales entonces a él tampoco. Ella pertenecía a la nobleza y él sólo era un plebeyo—Solo soy un simple plebeyo, un lacayo, pero enamorado de usted. Si me permite, la semana que viene oficialmente le pediré permiso a su padre, el vizconde, para cortejarla—admitió el joven algo cohibido, aquellas palabras tan tiernas y sinceras calentaron el corazón de Ayme quien soltando una pequeña lágrima se abalanzó abrazándolo.
Creyó que jamás se atrevería, pero cuando los brazos de Harry la rodearon y la abrazaron fuertemente comprobó que el amor existe. Que en verdad no necesitará casarse sin amor porque ya tiene al amor de su vida.
Pero no sólo hay un hombre interesado en Ayme.
***
El consejo no se molestó, no le notificaron ninguna queja y por eso su confusión ahora. Los príncipes se encontraban delante suyo, Annet siempre había sido el apoyo emocional y presencial de Mathías y es por eso que se encontraba mirando a los dos hombres que se enfrentaban con la mirada.
El baile no terminó bien.
—Ella no era una de las candidatas, majestad. ¿Qué pasó por su cabeza al hacer eso? —le reclamó Mathías cruzándose de brazos. Maxon lo miró con poca empatía y más fastidio. Hace mucho pudo mandarlo a los calabozos, pero hizo una promesa con su tía.
—Parece que tiene algún interés en la joven, ¿acaso llamó también su atención? —se burló el Rey al ver el rostro desencajado del príncipe que se tensó.
Todo el mundo lo sabe, pero todavía no lo creen. Nada se le escapa al Rey y preguntando se enteró que Mathías estuve conversando con esa joven minutos antes que él la sacara a bailar. Annet se lo contó.
Ayme llamó su atención, quizás por su carácter o como lo ha enfrentado, pero está seguro que la quiere para él. No le importa si no es una de las candidatas, pero es su favorita dentro de todas las mujeres del reino.
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Editado: 02.05.2021