Una primavera insufrible
—Harris, quiero hablar contigo —me dice el entrenador antes de la práctica—. Me lleva hacia los bancos donde están los uniformes y nos sentamos.
Estoy bastante nervioso y no quiero oír noticias que me pongan más triste de lo que estoy. Ya son siete días sin Blaide y me estoy volviendo loco.
—Sé que eres crucial en el equipo y no deseo perderte —comienza con esa voz que me eriza la piel y me causa más terror de lo normal—, pero debes mejorar tus notas si quieres obtener una beca en la universidad, pues habrá personas que estarán observándolos este año y verán quiénes les interesan. Sé que te falta todavía, pero tu promedio no es muy bueno.
— ¿Y eso qué significa? —le pregunto para que vaya al grano. Odio que no me digan las cosas de una vez, eso me desespera más.
—Si mejoras en este primer trimestre, serás titular en el primer juego.
— ¿Por qué tan lejos?
—Eres de penúltimo año, ya los juegos son más serios y los entrenamientos serán más rudos cada vez.
—Dígame que ya tiene a los titulares y que yo no seré uno de ellos. El próximo partido es dentro de dos semanas según la cartelera que el director colocó ayer.
—Son amistosos Robert. Jugarás, pero si quieres ser titular oficial, debes mejorar tus calificaciones. Recuerda que sólo has sido el reemplazo de Steven.
—¡Sí!, ese idiota —murmuro sin que se entere.
El entrenamiento es cansón, pero adoro correr y sentir la adrenalina en mi cuerpo. Oigo los gritos de algunas chicas y escucho mi nombre. De verdad que no soporto esto, es fastidioso. Si tan sólo fueran simpáticas y no me estuvieran acosando todo el tiempo, quizás me cayeran bien.
— ¡Así es hijo! —exclama mi padre desde las gradas.
«¿Cuándo llegó hasta aquí?», me pregunto.
— ¡Te queremos! —grita mi madre.
Okey. Ahora están combinados con el uniforme de la escuela y hacen el ridículo en público. ¡Es fantástico! Al menos están felices y eso me agrada demasiado. Odio verlos pelear todo el tiempo.
Culmino el entrenamiento, me doy una ducha y salgo hacia el estacionamiento donde están mis papás.
—Melany es linda y muy simpática —comenta mi papá muy emocionado—. A esa chica le gustas.
—Es fastidiosa y no me interesa para nada papá. No quiero hablar de ella.
Mi mamá y mi papá creen que soy el mujeriego del colegio, debido a que las chicas me envían cartas, regalos y tonterías todo el tiempo, pero las ignoro y no me interesan.
—¡De acuerdo! Vamos a comer a un sitio genial.
—Me asusta lo que estés tramando.
—Tomé un día más. Así que...
Claro, mi padre trabaja veinticuatro horas, de modo que su computadora, su oficina y las personas que están con él son importantes en su vida. Él diseña programas y aplicaciones móviles. A eso se dedica y es muy bueno en eso. Supongo que decide tomar estos días para pasarla en familia, lo cual me parece bien que lo haga.
Mi madre es gerente de una fábrica de uniformes, ella nunca quiso eso, pues no le gusta para nada. Aun así, sabe manejar las situaciones y, al menos, gana dinero con ello. Su sueño frustrado es ser enfermera y trabajar en servicios de emergencias.
Cuando mis papás se toman tiempo libre, es algo que respeto y me gusta, por lo menos para pasar tiempo juntos en familia. Porque si ellos trabajan, yo siempre estoy con Blaide y olvido lo que hay a mi alrededor. En esta ocasión como los tres estamos libres en teoría, entonces aprovechamos.
Mi celular suena justo cuando llegamos al restaurante donde venden comida italiana. Es Blaide. Antes de entrar, contesto el teléfono, observo como mis papás están consiguiendo un puesto para los tres.
—Ro, ¿cómo estás? —me pregunta en voz baja.
—Muy bien, ¿y tú? —le contesto emocionado de escuchar su voz.
—Ya sabes cómo es esto. Demasiada tristeza.
—Sí, supongo que es horrible ver a todos llorar. ¿Cuándo vienes?
—Mañana en la mañana.
— ¡Estupendo! ¿A qué hora?
—Hablamos, cariño.
—No me digas así.
—Me dijiste que soy tuyo, así que puedo llamarte como quiera.
—Como sea, ¡nos vemos!
Y me cuelga antes de yo hacerlo. Quizás está enojado por mi sequedad, pero no me sale lo cursi y romántico.
Instalados en la mesa, le envío un mensaje para que no piense mal. No me responde y le vuelvo a enviar otro mensaje diferente. Mi celular nada que repica. Mis padres me observan como si estuvieran incómodos, pero no me lo comentan directamente. Pensarán que estoy cansado y no quieren hacerme molestar.
Disfrutamos de la comida. Ellos siempre hacen payasadas y yo los sigo, al menos me hacen sentir mejor, luego de mi pequeña discusión con Blaide.
Al comer el postre, recibo un mensaje suyo: «Ro, debes ver cazadores de ovnis. Está muy genial la investigación».
Okey. Al menos está feliz. Que lo exprese de otro modo, es raro, pero divertido al mismo tiempo. Él es así, a veces no sabes lo que te está diciendo y otras veces estás como ¿qué le pasa?
—Muy bueno todo.
—¡Sí! ¿Y Blaide cuándo viene? —pregunta mi madre.
—Mañana —le respondo.
—Con razón estás así hijo. Ya me extrañaba que no hayas sonreído una sola vez —comenta mi padre.
— ¿Así cómo?
—Triste, como si te hubiesen quitado la vida.
¿Tan evidente soy? He tratado estos dos días ser normal y ellos me han descubierto. Tienen un poder para leer mi mente, así como los vampiros. No imagino chupándome la sangre para convertirme en uno de ellos. Debe ser interesante ser inmortal.
—Estoy bien. El entrenamiento me agotó muchísimo —doy la típica excusa.
—Somos padres y fuimos adolescentes también.
—¡Claro! Yo ando bien. ¡En serio!
Esta vez sueno más serio y los convenzo para que no se preocupen por mí. Al final de la velada, vamos a la casa y nos ponemos a ver documentales en History Channel. Eso pasa cuando tu mejor amigo insiste en que lo veas para cultivar la mente.