Azul

Días de días

Días de días

Acostado con un short y sin camisa. Tengo tanto calor que me gustaría estar en una piscina llena de hielo para que me congele y se me quite este sudor infernal que tengo. He estado viendo un juego tras otro y no puedo estar tranquilo, ya que me genera estrés estar goteando en todo el cuerpo. Es horrible. Odio estar empegostado.

—¡Mamá! —Cómo no quieren verme molesto, entonces quiero que me consientan y mucho. ¡Lo merezco!

Ella abre la puerta y frunce el ceño al verme acostado en mi cama. Le señalo la ventana para que la abra y así me entre aire fresco. De mala gana abre el balcón y deja que el viento entre en mi habitación. Me lanza un paquete de galletas y se va a su dormitorio a hacer cositas con mi papá. Ya es tiempo que lo hagan, así dejan de ser amargados y se concentran en hacerme feliz.

Paso de canal en canal buscando algo para entretenerme. Nada me gusta. Esto es fastidioso. Ni siquiera me gustan los documentales en History como a Blaide, que es obsesionado compulsivo con eso. Me detengo en un programa de comida y me causa más hambre. Odio levantarme para ir a buscar otra cosa que no sean las galletas. Quiero dejarlas para más tarde y sólo deseo comer el mismo postre que hace Buddy.

—Delicioso pastel —le comenta al otro individuo.

—¡Idiotas! Les tengo envidia —le hablo a la pantalla del televisor. Cualquiera estaría pensando que estoy loco.

Apago el televisor y me sumerjo en un sinfín de pensamientos idiotas. Pienso en cómo será besar a Blaide y cuál será la reacción de ambos. No estoy preparado para eso, no lo imagino y no me repugna, es sólo que me parece súper extraño que tengamos que hacerlo, sólo porque se lo dije con sarcasmo. Detesto cuando se toma las cosas en serio. No me gusta, me hace sentir peor de lo que estoy.

Alguien toca la puerta de mi habitación. Viendo la hora, son las tres de la mañana y yo despierto sin una pizca de sueño. Eso me pasa por pensar en Blaide y sus besos. No me levanto porque, si me quieren secuestrar, van a tener que pasar sobre mi cadáver.

Vuelven a tocar otra vez, pero no dicen nada. Busco debajo de mi cama un bate que me regalaron hace años y que nunca he utilizado. Estoy listo. Voy a cometer un crimen de primer grado y será horrible, porque tendré que ir a la cárcel y no será fácil. Mis papás me tendrán que pagar la fianza y saldré en libertad en menos de veinticuatro horas.

Frunzo el ceño y doy pasos cortos sin hacer ruido. Debo analizar bien a mi enemigo. Si es alto, tendré una ventaja que es golpearle las piernas hasta caerse, pero lo malo es que no sabré dónde esconder el cuerpo. Otra opción es darle en la cabeza muy fuerte. Esto me pasa por estar viendo Las primeras 48 horas de A&E y, de paso, un maratón de tres días consecutivos.

Lentamente abro la puerta, sin ver a la víctima. Sólo estoy esperando que haga el primer movimiento y listo. En un instante me golpeo la cabeza contra la puerta y caigo en el piso junto a la persona. No abro los ojos, pero el olor ya me lo dice todo.

—No le hagas eso a mis testículos Ro —dice Blaide incorporándose. Siento que mi cuerpo no está en el piso sino en mi cama—. ¡Me has desdeñado mis testículos!

—Lo siento —abro los ojos y él me está mirando de cerca—. Pensé que era un secuestrador —alzo un poco la voz y oigo el ronquido de mi padre muy leve. Blaide no me dice nada y prende el televisor, coloca rápidamente su canal preferido y lo deja allí. Me ignora por completo.

A veces creo que es un vampiro y quiere chuparme la sangre de noche. Aún así, a mi amigo le gusta visitarme de noche y tiene un terrible afán de asustarme cada vez que llega. ¿Cómo le gusta estar despierto a esta hora?, parece loco. Bueno, yo no puedo decir nada porque ando despierto, pero es diferente porque tengo calor y no puedo dormir bien.

Aprovecho para darme una ducha fría y calmar mis poros. El agua corre rápidamente dejándome fresco. Salgo desnudo porque olvidé el paño. Blaide me observa y frunce el ceño. Él si puede desnudarse delante de mí, pero yo no puedo hacerlo delante de él. Eso es egoísmo. ¡Exijo justicia!

—Me hubieses avisado que ibas a mostrar tu cuerpo al desnudo —dice con la boca llena. El desgraciado se está comiendo mis galletas. Cómo lo odio. ¡Son mías!

Busco la ropa tratando de no verlo, porque sé que en algún momento se va a reír o dirá algo que no voy a entender nunca, hasta que pasen mil años y sepa realmente lo que significa. Al final, encuentro un short y una camisa ligera sin mangas.

—Muy escueto Ro —me dice.

—Deja de decirme cosas que no entiendo. Mi cerebro es pequeño —le digo algo molesto. Él se levanta, apaga el televisor y va directo hacia mí, sonriente—. ¡Pensé que ibas a besarme, pero veo que lo único que te interesa es comerte mis galletas! —Eso es un error. Cada vez que me molesto digo. Él se lo toma en serio.

—Ro, escúchame —dice con voz suave que me tranquiliza—. Adoro el sonido de tu voz —añade para que sonría y me quedo serio—. ¡Te quiero!

No añade otra cosa rebuscada. Le costó mucho decir todo eso, porque usualmente dice palabras que no entiendo.

En un segundo, pone sus manos en mi cara, sonríe y mira mis labios por breves minutos. Mi corazón está acelerado, pierdo el control de mis nervios y mis ojos están abiertos esperando. Él me acaricia el rostro lentamente y me produce cosquilleos en el estómago.

Luego, acerca sus labios contra los míos, y lo demás es mágico. Sentir un estremecimiento profundo en el corazón, cerrar los ojos, pensar en arcoiris, ver otro mundo que no existe, es realmente placentero. No deja de besarme ni un segundo, y yo tampoco quiero que lo haga. Ya estoy en lo más profundo del infierno, que me condenen por cometer actos criminales. ¡Dios mío, esto es la gloria!

Después nos quedamos abrazados viendo una película de acción. Esto parece un sueño, pero no lo es. ¡Besé a mi mejor amigo!




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