Azul

Mariposas en el viento

Mariposas en el viento

Cuando te empiezas a dar cuenta que todo es bellísimo, es que estás completamente enamorado. Sí, lo sé, jamás lo pensé, pero se siente bien.

Hace dos semanas empezamos las clases y los deberes aumentan cada vez más. Ya tenemos entrenamiento todos los días, tareas sin parar y nada de diversión extrema. He estado practicando, estudiando sin parar, sólo porque tengo un capricho de lanzarme en paracaídas. Mis padres me prometieron que, si llego a pasar los exámenes, vamos a hacerlo, por eso estoy poniendo todo mi esfuerzo para cumplirlo.

La tercera semana empieza más ruda que las dos primeras y la intensidad de los profesores es impresionante. No te dejan respirar y sólo desean que te enfoques en los diversos temas. Veo las mismas materias que Blaide y es obvio que estamos juntos en todo: trabajos grupales, ensayos musicales, obras de teatro, equipo de fútbol americano, Matemática, Inglés, Computación, Carpintería, Biología, Física, Cocina, y otras que no recuerdo. Son tantas que mi cerebro sólo se graba unas cuantas.

En la clase de Física, literalmente, me estoy durmiendo en la mesa, no sé si el profesor se dio cuenta, pero ya no importa. Estoy demasiado cansado, vivo todo el día entre libros, ejercicios, correcciones, y ya mi cuerpo no puede con tanto.

—Señor Harris, por favor, preste atención —me dice en voz alta y todos voltean a verme. Asiento con la cabeza y me pongo derecho y firme. Esto apesta cada vez más. Esta clase es la más aburrida de todas, no tiene nada de ciencia saber esto.

Blaide está escribiendo y yo ni pendiente. Estoy pensando en ir a la playa, el paracaídas, las estrellas. Sí, suelo pensar en idioteces todo el tiempo. Eso me gusta, me distrae de todo. Él me lanza un codazo y me da sus apuntes para copiarlos, en menos de cinco minutos. A la velocidad de un rayo, saco mi teléfono y le tomo foto, es así de simple.

—A lápiz Ro. ¡Apúrate!

Apresuradamente, copio cada uno de los ejercicios y el profesor no me está viendo. Por lo menos, es algo positivo, se parece Ojoloco Moody, ¡da miedo!, pero esta vez, sus ojos parecen estar en otro lado, asi que es una ventaja para mi.

Suena el timbre, justo a tiempo para ser feliz. Le entrego la hoja de ejercicios resueltos y me voy satisfecho con mi nota. Sé que debo esforzarme más, pero me cuesta demasiado, quizás me distraigo mucho.

— ¡Paracaídas, baby! —grito y un par de chicas se empiezan a reír cuando pasan por mi lado —. ¡Estoy emocionado!

—Notas y luego paracaídas, Ro.

—Estaré en huelga si no me llevan. Aún me deben muchos días de aventura. Muero por acampar bajo las estrellas. Sólo espero que vengas conmigo ese día, admito que tu calor humano es genial.

Se ríe y no comenta nada al respecto.

—Es increíble que esto esté pasando. Mi madre me dice que iremos a la playa el fin de semana, si llego a pasar Matemáticas y Física. ¡Estoy tan emocionado! —es como si hablara con la sombra de Blaide. No me hace caso, eso es triste—. Está bien, me quedo callado.

Sé que hablo demás, pero es de mala educación que no me preste atención. Eso no me gusta para nada. Lo odio.

Llegamos al taller de su padre y éste nos invita a pasar para un área exclusiva, donde están los autos más antiguos y geniales del mundo. Aún sigo molesto por la actitud de Blaide y no pienso perdonarlo hasta que me haga caso alguna vez en la vida.

—Estoy arreglando un escarabajo, parece que el dueño no lo quiere más —nos comenta y alucino.

Amo ese auto, es uno de mis favoritos en todo el mundo y quisiera tener uno, pero mis papás jamás en la vida me lo van a comprar. Quizás me digan: «trabaja y cómpratelo tú», sí, eso es cruel. Soy su único hijo y deberían darme uno, lo necesito.

—Le faltan algunos detalles. Estará genial —sigue el señor Raider comentando muy contento—. Blaide, ven un momento. Robert dános unos minutos, por favor.

Asiento con la cabeza. Me pongo a observar el auto soñado y me veo allí manejándolo y siendo feliz. En eso me llama mi madre, pues desea saber dónde estoy.

—No llegues tarde, tenemos un almuerzo especial —dice mi madre.

—Sí mamá, lo prometo.

—Nos vemos cariño.

Dos cosas que me ponen a pensar: «mi mamá feliz, no me regaña y no me ha preguntado de mis notas. ¡Okey, eso es misterioso!».

—Bien Ro. Nos vamos. —Blaide está sonriente y parece estar de buen humor.

—¡Cuídense! Nos vemos en la casa Blaide.

Esperamos el bus, para no tener que caminar de nuevo.

—Lo siento Ro. No era mi intención ignorarte. ¿Me puedes perdonar?

—¡No! —le respondo con sequedad.

—Anda Ro. Ya te dije que lo siento, no me hagas hablar más de la cuenta.

Niego con la cabeza.

—Eres mi mejor amigo, sin ti sería horrible. No quiero perderte por una tontería, sabes que odio hablar. Siempre te apoyo en todo y me parece genial lo que estás haciendo con tus padres, aunque exagerado, pero igual están contigo Ro. Lo lamento. Sé que a veces no te presto atención, porque vivo en mi propio mundo. Por eso tengo que decirte algo, antes de irnos a casa y ver el partido. —Asiento con la cabeza, sin mirarlo.

—Una universidad llamó a mi padre esta mañana, están interesados en mí y quieren que forme parte de su equipo. Dentro de dos semanas tengo que ir a presentarme formalmente, ellos quieren que vea el equipo de fútbol y asista a sus clases para prepararme cuando estudie con ellos. Es una gran oportunidad y no me la quiero perder por nada del mundo. Sé que me has apoyado mucho y, en serio, te lo agradezco inmensamente.

—Estupendo Blaide. Me alegro por ti. Sabía que uno de los dos iba a tener un futuro.

—De hecho, lo vas a tener Robert.

Cuando Blaide dice mi nombre completo es porque habla muy en serio. Para no extendernos más en el tema y que no se sienta incómodo, nos vamos a la casa para ver el dichoso partido. No sé qué es lo que mi mejor amigo tiene en la mente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.