Azul

Copos de nieve

Copos de nieve

El día es oscuro, gracias a mi estado emocional. Estoy nuevamente en aquella aterciopelada playa, solo, inerte, sin visión del futuro. Ya todo me parece vacío, sin importancia y nada me preocupa.

No comprendo cómo es que, de la noche a la mañana, todo cambia, es como si estuviera en otro planeta. Ya nada es lo mismo y siento que cada día estoy más alejado de la civilización. Se supone que debería estar en aquel torneo, pero qué va, me dí por vencido. No quiero entablar conversaciones con nadie, ni hacer amistades.

—TE ODIO BLAIDE RAIDER —grito lo más fuerte que puedo.

—¿Quién es Blaide Raider? —Trey Martin pregunta sonriente. No me ve como alguien que ha perdido la cabeza. Creo que es la única persona que es capaz de hacerme sonreír en este momento y no sé porque—. Eres tan predecible y a la vez idiota —comenta cruzando los brazos.

—Nadie —le contesto sin mirarla.

—Bueno, la noche está fría y deberías volver.

—¿Cómo me encontraste? —le pregunto para cambiar el tema rápido. No quiero seguir hablando de Blaide, eso me genera mucha angustia y estrés, además que me pone muy triste. Ya no quiero sufrir más, ha sido suficiente por estos días.

Aún sigo pensando por qué me ha hecho eso. Quizás esté pasándola muy bien y de verdad no me extraña para nada. Yo debo hacer lo mismo, pasarla bien, volverme mierda y olvidar que el mundo existe.

Trey sigue mirándome con preocupación y se pone frente a mí. Quizás piense que me voy a suicidar.

—Lamento no haber estado contigo en estos días.

—Estoy aprendiendo a estar solo.

—Pero ahora no lo estás. Me tienes a mí.

Y se pone a llorar. No sé qué debo hacer y después pienso que sería bueno abrazarla, aunque sea para que deje fluir su rabia interior. Al tener el contacto con Trey, me siento mejor y la acaricio en el cabello para que se calme un poquito. No sé nada de esta chica, pero considero que no merece lo que le sucede, sea bueno o malo y aún así quiero que esté feliz, como la primera vez que la ví. Recuerdo ese día, aunque su rostro no lo había percibido porque justamente Blaide estaba contando que se iba lejos y yo solo estaba triste. Y sé que sus padres y los míos son buenos amigos.

Nos sentamos en el suelo y me empieza a contar un poco de su vida. Habla tan rápido que entiendo solamente la cuarta parte de lo que dice: la novia la dejó, sus amigos no le hablan más y sus padres no la quieren, ya que confesó que es lesbiana.

—Soy una idiota.

—Somos idiotas.

—¡Sí!, al menos no soy la única.

—¿Te puedo ayudar en algo?

—Solamente quiero que seas mi amigo. No quiero dejarle la pensión a mis padres cuando muera, al menos tú eres honesto.

—Me parece bien.

—Te perdiste el partido, no fue muy divertido, pero al menos le pateé el trasero a Joan. Esa perra sucia me engañó con otra chica más bonita que yo. Eso pasa cuando te vistes como chico, para no tener que arreglarte demasiado porque odio hacerlo.

—Ella se lo pierde.

—Deberíamos volver. Tu madre está haciendo una delicia que me tiene comiendo de las manos.

—Prométeme sólo una cosa Trey —le digo y ella asiente—. Si decides irte de tu casa, puedes vivir en la mía.

—¡De acuerdo! También te digo algo: no llores por alguien que no merece tus lágrimas.

Los milagros sí existen y te traen ángeles a tu destino. Nunca había imaginado entablar una conversación con ella, que ese día que la conocí en mi casa, no me percate de nada, ya que estaba en mi propio mundo. Conocer a Trey, me da esperanzas de volver a ser feliz alguna vez en la vida.

Al llegar a mi casa, veo que el buzón de mensajes está lleno y se han caído varías cartas. Las recojo y todas tienen mi nombre. Al ver la caligrafía, caigo en depresión otra vez.

¿Por qué me quiere escribir ahora que cometió errores? ¿Por qué quiere verme sufrir de nuevo?

Trey me ayuda a guardarlas para que mis padres no me pregunten sobre esto y pasamos de largo hacia mi habitación, trayendo la comida que mi madre preparó para la cena.

 




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