Pequeños momentos
Trey toma el lote de cartas y las clasifica por fechas, desde la primera hasta la última. Parece estar divirtiéndose con esto, porque no para de reírse y verme la cara. Tengo molestia y ella lo sabe. No quiero leer esas cartas, me saben a mierda, las puedo quemar y listo, pero Trey quiere saber lo que ha escrito, para así conocer un poco más a mi ex-mejor amigo.
Al cabo de unos minutos, termina y coge la primera; se sienta a mi lado y con nervios rompe el sobre. Está emocionada, tiene ganas de saber qué es lo que escribe y cuál es la razón.
Lee:
Robert,
No tengo mucho tiempo de escribirte, pero deseo en lo más profundo de mi alma que no me odies. De verdad, que no ha sido mi culpa. Estoy tratando de entender lo que está ocurriendo en mi entorno. Roin me ha hecho sentir un poco mejor con mis problemas personales. Es una chica estupenda y muy carismática.
Sé que debes pensar que te he olvidado, pero para nada. Estás en mi mente y en mi corazón todo el tiempo.
Te quiere,
Blaide.
—¿Las podemos quemar luego? —le pregunto y ella asiente con la cabeza ansiosa por leer la segunda. Aún nos quedan dos cartas más y ya en la primera me da la impresión que la escribió forzado. No parece su letra.
Lee la segunda:
Robert,
Siento haberte tratado mal. Cada día me siento más culpable, pero entiende que no es lo que he querido.
Estoy pasándola muy mal, quizás deba renunciar a todo e irme contigo, pero no puedo, aunque quisiera.
Nunca te voy a olvidar. ¡Cuídate!
Blaide.
No digo nada para no herir los sentimientos de Trey, quien coge la tercera carta y la lee:
Debes olvidarte de mí, saber que no existo y que nunca fuí un amigo para ti. Lamento decírtelo tan tajante, pero no puedo seguir pensando en ti, sabiendo que jamás te veré y que lo nuestro se terminó.
Es una locura lo que hicimos y muy irresponsable haberme enamorado de ti. No quiero que me respondas, ni tampoco que me escribas.
Fuiste una gran persona, pero tu tiempo se agotó y ya no puedo seguir con la farsa de decirte cosas que no siento por ti.
Mi pecho se contrae y me da un dolor profundo que hace que me sienta débil. Sus palabras me hieren tanto, es como cuando se fue del país y me dijo todo eso, lo sentí igual, pero muchísimo más fuerte y es como si estuviera diciéndomelo de frente. Me levanto de la cama y voy al baño para lavarme la cara. Al verme en el espejo, con el agua chorreando, observo que tengo unas ojeras horribles y que mi mirada está perdida en el horizonte.
Salgo de nuevo y veo a Trey rompiendo el último sobre. Es algo que no quiero escuchar más, ya tengo suficiente con la anterior. Esto es pasarse de la raya.
Ella me pide que me siente a su lado y lee:
Lamento todo. La ilusión, los besos. Todo es una mentira Robert.
Espero que lo entiendas y madures.
Vive la vida y lucha por lo que deseas. Olvídate de mí.
En silencio, mi rostro se transforma en un mar de lágrimas finas. Siento que mis pulmones ya no funcionan y mi respiración se va perdiendo poco a poco. Mi corazón está congelado, ya no quiere seguir funcionando.
Él me odia y no quiere saber más nada de mí. ¿Por qué me pasa esto? ¿Cuál es la condena que merezco? ¿Por qué no me dí cuenta antes de que sólo estaba fingiendo quererme? Yo como un idiota me enamoré sin pensarlo y entregué mi alma a un ser que no me desea para nada.
Las palabras se me quedan atoradas en la mente, como si fuese un sueño vivo. «Olvídate de mí, todo es una mentira».
—Haremos una fogata. Tengo carne en el congelador que me traje. ¡Vamos!
Yo no deseo moverme, quisiera morir aquí mismo y dejar de sufrir. Ella me levanta y trata de darme ánimos, pero no lo logra. Al final, me dice que veamos una película y luego haremos la fogata con las dichosas cartas.
La película no tiene sentido para mí. Es como si me hubiesen quitado todos los sentidos y no sintiera nada. Estoy en blanco y negro, mi boca no quiere hablar ni expresarse, mi cuerpo desea dormir.
—No sé cómo te sientes en este momento y no entenderé nunca lo que tuviste con él, pero no dejaré que eches a perder tu vida por un imbécil a quien no le importas. El amor es una mierda, definitivamente. Quisiera tomarme una copa de vino.
—Mi madre tiene vino tinto en el bar.
—¡Genial! ¡A emborracharnos!