Azul

A Prueba

A Prueba

Mentirle a Robert no es lo adecuado, pero hace que todo sea más fácil de asimilar. He guardado cada una de las cartas de Blaide, tratando de comprender por qué se ha ido, cuál fue el propósito verdadero y por qué en algunas, escribe distinto a las demás. Al abrir éstas dos últimas, me sorprendo de la letra, pienso que para nada la escribió él y sospecho que no está involucrado en esto.

Una de ellas tiene fecha del mes pasado y la otra de hace dos semanas atrás. Es muy extraño porque, usualmente, escribe todos los días y las cartas llegan rápido, incluso he hablado con el cartero para que me las entregue todas juntas un mismo día y así poder leerlas, analizarlas y quemarlas, luego de haber hecho una copia exacta de las mismas. Hay algunas que quemé sin leerlas y eso me frustró demasiado porque quizás tendría más pistas, pero no puedo decirle qué fue lo que escribió en tal fecha, porque sería muy arriesgado de mi parte.

Mientras la pasta se va cocinando a fuego lento, me siento en uno de las sillas de la mesa del comedor y me dispongo a leer la primera, con fecha del mes pasado:

A veces quisiera comprender que no estás, que para mí no existes, pero es imposible. Hemos vivido muchas cosas juntos y la verdad es que no te puedo quitar de mis pensamientos.

La vida se hace cada vez más difícil sin ti, los días soleados son muy pocos y cuando el sol sale, te reflejo en él y pienso que estás más cerca.

La vuelvo a leer de nuevo y nada encaja. Blaide no escribe así, utiliza palabras extrañas, de significado muy especial y siempre dice "Ro" en alguna parte. No sé qué país será ése, pero si en la anterior dijo que el frío es horrible y nunca sale el sol, ¿por qué demonios dice ahora que sí lo hay?

Llamo al despacho de cartas y me atiende una mujer, le pregunto rápidamente si sabe de alguna dirección que esté plasmada en la carta #11, enviada a Robert Harris. Ella está buscando, porque se escucha el tecleo de la computadora y espero ansiosa y mirando la pasta, que aún le falta.

—La carta proviene de Rusia, señorita —me responde.

—¿Por qué no sale el país de origen plasmado en la carta?

—No manejamos esa información, señorita. Es de allí de donde provienen todas las cartas del Señor Harris, porque se les hace un chequeo personal, a ver si no contiene un mensaje subliminal. Registramos todas las cartas y luego las empacamos y enviamos a su destinatario.

Le doy las gracias y cuelgo. Me quedo pensando en el frío, el hielo y la oscuridad. ¿Por qué se fue a Rusia?

Aprovecho de buscar en mi celular el nombre de Blaide Raider en Facebook, mientras la pasta está tomando su punto crítico y la salsa está empezando a calentarse. Me asombro que tenga una foto de perfil muy sonriente. No puedo darle añadir como amigos, porque sabrá que soy yo y quién sabe si es él quien maneja la cuenta. Su perfil lo tiene público y puedo ver cada cosa que ha puesto y la fecha.

Lejos.

Ausente de ti.

Magistral azulado perfilado en el horizonte con granadinas de oxígeno.

Okey, éste lo escribió él mismo y el día de ayer. Así que sí maneja su Facebook para descargarse. Al menos, está vivo y no es otra persona.

Sigo mirando las fotos y en todas sale con la idiota e insoportable número 1. Él sonríe muy poco y ella está como muy feliz.

«Estúpida, ojalá te mueras y te dé cáncer por perra, digo en mi mente».

«Ridícula, con esa ropa pareces una zorra», pienso al verla detenidamente, posando con una mini falda y una camisa más arriba del ombligo.

Blaide es muy diferente en las fotos a lo que es en la vida real. Parece humano y muy tecnológico, seguramente le gustan las cosas de historia por como tiene su Facebook. Postea mensajes de la Nasa, de History Channel, de científicos y frases rebuscadas.

Dejo el celular en la mesa y cuelo la pasta. Vierto el contenido de la salsa en el plato donde vertí la pasta, le añado queso. ¡Voíla! Ahora sí está genial. Me coloco el teléfono en el bolsillo del pantalón y subo a darle la comida a Robert.

Al ver aquella escena, el plato entero se me cae de las manos y mi grito no es normal. Robert está inconsciente en el suelo y ambos yesos están rotos por la mitad. ¿Cómo pudo suceder esto?

French, Monik y yo, lo trasladamos al hospital más cercano y aguardamos en la sala de espera. Una corriente de aire me pega en el pecho y mi llanto empieza a aflorar de nuevo. Las manos las tengo heladas, y mis pensamientos están en los de Robert.

Las horas son un infierno y no sabemos qué le están haciendo. No entendemos nada y ya quisiera que salieran a darnos noticias. Esperar me envenena y aguantar las ganas de romper cosas, me pone peor.

—Señores Harris —viene el doctor hacia nosotros—, ha sido una caída muy fuerte, pero está recuperando la consciencia. Deberá quedarse con nosotros por unos días para poder hacerle los exámenes correspondientes.

—¿Puedo verlo? —le pregunto al doctor, quien niega con la cabeza—. Soy su hermana y exijo verlo —al decir eso, los padres de Robert sonríen y el doctor asiente diciéndome el número de la habitación donde está.

 




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