Azul

La Momia

La Momia

Invito a Melany a cenar en mi casa. Mi madre está muy contenta, pero mi padre se pregunta qué demonios me ocurre. No sé qué estoy haciendo, pero no tengo más opciones. Ya estoy cansado de todo. Merezco ser feliz por una vez en la vida y tendré que soportar las consecuencias de ello.

Melany acepta y viene enseguida. Luce igual que siempre y les presento a mis padres. Trey no está muy convencida de esto y se ha ido con los chicos a lanzarse en paracaídas. Admito que Trey tiene razón en no comprender mi actitud, pero ya no sé qué más hacer para olvidarlo. La única forma es ésa, salir con otra persona, vivir al máximo, tener nuevas experiencias, curar las heridas. Todo el tiempo me la paso triste, llorando, echándome la culpa, reconociendo que soy un idiota.

Ella está muy alegre de ver cómo mi madre cocina. Yo estoy con papá en el garaje resolviendo un asunto del auto. Últimamente está fallando y necesita muchos repuestos.

A diferencia de mi mamá, mi padre está preocupado por mí, siente que estoy haciendo las cosas mal, no deja de preguntarme si me gusta en serio Melany o sólo es un pañito de lágrimas.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Robert, no te engañes a ti mismo. Sé que la has pasado mal, pero me parece tonto que invites a esa chica.

—Tú mismo estuviste de acuerdo aquella vez, papá.

—No me complazcas, hijo. No puedes reemplazar a otra persona.

—Pues déjame decirte que ya me olvidó y no puedo seguir esperando todo el tiempo.

Mi padre se queda callado, seguro piensa que estoy loco de remate o, simplemente, no quiere discutir conmigo. Yo entiendo su punto de vista, es verdad que estoy engañándome. A mí no me gusta Melany para nada, no siento absolutamente nada por ella, pero es una compañía y puede que sea agradable, no lo sé, pero si no funciona, me castigaré y ya. No deseo darle vueltas al asunto.

Mi padre tiene repuestos en casa y reparamos lo que podemos del auto. Dice que enviará el auto a un taller para que lo pinten y le cambien los asientos que ya están destruidos. Yo le sigo la corriente sin hablar, me limito a asentir con la cabeza y ya. Tampoco quiero caer en discusiones absurdas, yo sé que él tiene más experiencia y sabe lo que me está diciendo. Por lo tanto, callado me veo mejor.

Vamos a la sala donde está mi madre charlando animadamente con Melany, al parecer, está asombrada con los relatos y no para de reírse. Al menos mi mamá está feliz, odio que su embarazo se le arruine por mi culpa. Quiero que ese bebé nazca siendo feliz y no como yo de amargado.

Pongo la mesa con mi papá y nos sentamos a comer todos. Melany no hace más que hablar de ella misma, de lo que hará en el futuro y de sus planes para el semestre escolar. Ya el monólogo me aburre, parece ser buena persona y centrada en la vida, pero ni siquiera habla con humildad, sino con soberbia y egocentrismo.

Nadie es como él. Blaide es una joya, un tesoro, algo que tiene demasiado valor. Él es mi pasado, mi presente y mi futuro, sin él no sé vivir. Me hacen falta su perfume, su silencio, su calidez humana, sus abrazos, la forma en que me mira cuando tiene la razón, el cómo me defiende, me ayuda y me protege, cuando sabe que estoy molesto, feliz, enfadado o triste. Me siento solo y quizás pasarán muchos años para que vuelva a ser como antes.

—¡Claro! Estudiaré en el extranjero, ya mi papá me consiguió una beca —escucho a Melany decir delante de mis padres. Mi papá parece estar en otro mundo como yo, que escucha a medias y no sabe lo que está diciendo. Al menos, me contenta que esté de mi lado.

—Robert y yo iremos a comprar algo —dice mi padre de repente, sacándome de mis pensamientos—. Regresaremos pronto.

Mi madre no opina al respecto, supongo que se habrá dado cuenta que no queremos estar con Melany y que la rechazamos de diferentes formas.

Nos vamos en el auto de papá y recorremos la ciudad como dos solteros. Se siente libre de no tener a mi madre encima diciéndole cosas y yo me siento genial de escaparme un rato y olvidarme de las tristezas.

—¿Desde cuándo estás enamorado de Blaide? —pregunta mi padre en tono normal.

—¡No lo sé! —es la verdad. Sólo pasó y ya. Es algo que no se planteó desde un principio.

—Cuando estás con él eres tú mismo, Robert. Ahora veo que tus ojos no tienen la misma luz que cuando él estaba contigo meses atrás. ¿Discutieron?, ¿pasó algo?

—Me enfadé porque soy egoísta, nunca había pensado en lo que él necesitaba y que se fuera lejos me dio mucha rabia. No sé por qué se fue, sé que no volverá y ahora que está con una chica, pues todo es difícil.

—No, Robert. Las decisiones forman parte de la vida, todo conlleva a eso. No puedes culparte por cosas que no han pasado, no sabes cómo la pasa él y no puedes suponer porque sería ridículo. Los mejores amigos siempre están peleando, si no fuera así, entonces no serían amigos. Es un buen chico y tiene un corazón muy grande, hijo. Entre millones de personas te eligió a ti y eso nadie lo puede cambiar. Pueden estar separados, enojados, tristes, solteros, casados, y jamás se olvidarán el uno al otro. Son como algo perfecto, estarán unidos siempre.

La reflexión de mi padre me deja pensativo, quizás tenga razón en eso. Puede que estemos destinados a estar juntos más adelante o puede que el corazón nos una en cualquier momento. Ya desearía que ocurriese hoy mismo, pero es imposible. Él no volverá y lo conozco demasiado. No se trata de si es orgulloso o no, sino que su carácter es complicado.

Blaide es rudo, jodido, le gustan las cosas buenas, el ambiente agradable, odia vestirse horrible, se preocupa por los demás. También es una de las personas que, si amanece molesto, pasa todo el día así y no hay quien lo pare, y si amanece feliz, es otra persona diferente. Puede ser los dos polos opuestos y, tenerle paciencia, es una de las virtudes más grandes que tiene que agradecerme, ya que me he calado muchas cosas suyas.




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