Alaska
Todo cambia de un momento a otro. No sabes con certeza si te has convertido en un reloj, pero seguramente de metal. No sé cómo empezó esto del romance para mí, tan sólo germina en mí algo positivo, más que cualquier otra cosa. Piensas en la persona cada día, segundo, noche, minuto y hora.
Aprendes que debes ser fuerte, olvidar todo reproche, hacer que tu corazón deje de latir al verlo frente a frente. No lloras, no lamentas, sólo sufres en tu interior, sonríes, porque crees que es lo mejor que puedes hacer para que los demás se sientan bien contigo y no se preocupen por nada.
Mi nuevo hermanito Justin, me ha quitado la tristeza, convirtiéndola en algo más profundo. Ahora me toca lavarlo, secarlo, bañarlo, cuidarlo, ver cómo duerme y cocinar para todos porque mamá está indispuesta, ya que aún está convaleciente del parto y mi padre trabaja todo el día, así que tengo que hacerlo yo. A pesar de todo, las clases, Justin, Trey y los chicos me han mantenido lejos de Blaide por unos días. Todo se ha vuelto un caos en mi vida, pero me gusta que sea de esa manera, para no deprimirme de nuevo.
—Así estarás guapísimo Justin —le pongo los pequeños zapatos a mi hermano y él sonríe. Es tan lindo y delicado que no quiero que nadie le haga daño. No deseo que se enamore de nadie nunca, para que no le rompan el corazón. De lo contrario, se las verán conmigo.
Al cabo de unos minutos se queda dormido en mi cama, como todo un príncipe. Me le quedo viendo y no despego mi mirada de él.
—Es impresionante Ro. —Blaide en mi habitación serio y vestido elegantemente—. Sé que me odias y lo voy a comprender para toda la vida.
—¡Vete Blaide! No deseo hablar contigo en estos momentos.
—Lo siento Robert. En serio lo siento mucho —habla como si estuviera a punto de llorar, pero no le miro la cara para comprobarlo.
Sinceramente, ya basta de sufrir, de ser el idiota al que golpean con un bate en el corazón. Por algo se está casando con la idiota ésa, así que no tengo por qué decir ni opinar algo al respecto. Ya me cansé y me rindo.
—Lo siento muchísimo. —Y sólo escucho la puerta cerrarse.
Yo no lo siento para nada. Soy el que sufre, el que vive con insomnio todo el tiempo y ya me cansé, estoy agotado de llorar cada día, fingir que todo es perfecto. Pues he decidido no amar, retener mis sentimientos, ser frío, cruel, seco, sin nada por dentro. Así puedo sobrevivir. Ser feliz.
—Robert —mi madre entra lentamente—, ¿puedo preguntarte algo?
—Deberías descansar madre. Justin está bien cuidado —le digo para que no se preocupe.
—Si muero mañana, no deseo que seas infeliz, Robert. Quiero que mi hijo sea inmensamente feliz.
—Ya lo soy.
—No lo eres.
Mi madre se acuesta junto a Justin y me mira de frente.
—Deja la idiotez de hacerte el difícil. Yo entiendo que estás mal por el casamiento de Blaide y a mí no me engañas. ¿Quieres rendirte y dejar que él cometa el mayor error de todos los tiempos? No seas estúpido, hijo.
—Tú eras la que estabas de acuerdo con todo esto, para que no estuviéramos juntos.
—En parte sí, pero luego me dí cuenta que era estúpido. Uno como madre se preocupa por todo y tú tampoco eres muy sincero con tu padre y conmigo. Yo también me enamoré y también fuí adolescente, pero no soy adivina para saber si amas a Blaide o no.
—Se cumplió tu deseo, madre. Él se casará y yo me quedaré con ustedes hasta que me muera.
—Ni lo pienses, quiero que te cases, adoptes niños y tengas tu hogar. Yo quiero tener mis momentos de gloria con tu padre.
—Madre —le digo sin saber qué responderle—. Tienes razón, soy un idiota, pero ya no quiero sufrir. Blaide se casará con ella y punto. No va a cancelarlo jamás.
—Al menos discúlpate con él, Robert. Así no tengas el valor de decirle lo que realmente sientes en este momento. ¡CORRE! ¡ANTES QUE SEA MUY TARDE!
Me quedo pensando en lo que mi madre me está diciendo y luego de analizarlo bien, abro la puerta y salgo corriendo, como si me estuviera persiguiendo la policía y desean asesinarme.
Afortunadamente, Blaide está solo en su casa, tiene un vaso de vidrio y supongo que es refresco, porque cuando está estresado se puede tomar hasta dos botellas de Coca Cola sin darse cuenta.
—¡LO SIENTO!, FUI UN IMBÉCIL Y ¡LO SIENTO! NO TE ODIO BLAIDE, ES SOLO QUE ME ENFADA QUE TE CASES Y QUE ME PIDAS QUE SEA TU PADRINO Y QUE NO PIENSES EN MI. LO SIENTO DE VERAS.
—Sabía que vendrías.
—¡Lo siento! Te dejaré solo.
—¡No te vayas! ¡Quédate conmigo!
—Ella...
—Está con su madre. Quédate conmigo, por favor.
Mi corazón se estremece y se me eriza la piel.
—Una vez me dijiste que era tuyo Robert. ¿Aún es cierto?
Recuerdo ese día. Le dije:
—Eres mío, bebé.
Sólo estábamos él y yo. Éramos felices y no lo sabíamos.
—Te vas a casar Blaide.
—Siempre tan negativo. Podré estar con quien sea y siempre seguiré siendo tuyo Robert.
Me da un vaso de Coca Cola con hielo. Es tan refrescante que me siento mejor. Nos sentamos en la sala descalzos y hablando de cualquier recuerdo que se nos venga a la cabeza. Hablar con Blaide me alivia el espíritu, me hace sentir lleno de vida y esperanza.
—También lo siento, Ro. Sé que no he sido justo contigo, que he lastimado tus sentimientos y supongo que todavía estás herido por mi culpa. Quisiera contarte lo que me pasa, pero aún no es el momento para explicártelo.
Nos quedamos abrazados en medio de aquella oscura sala, mis lágrimas caen lentamente y mi respiración se hace más entrecortada, pero aún así logro sobrevivir sin que me dé un paro cardíaco.