Hermoso desastre
La semana pasa volando, tantos recuerdos siguen en mi mente, mientras mi penoso viaje por América me hace sentir libre y decidido. Pretendo volver en algún momento, cuando mi corazón me lo dicte, mientras tanto seguiré por estos rumbos, calles desconocidas, buscando la forma de ser feliz en solitario. Sé que mi familia está preocupada por mí, pero quizás también sepan que no voy a morirme, ni mucho menos suicidarme para evadir los problemas.
Yo prefiero enfrentarlos, decidir justo a tiempo, tener un poquito de valentía. Mi vida es demasiado valiosa para desaprovecharla. Quizás he tenido malos ratos, momentos intensos, rabia descontrolada, no soy perfecto, cometo errores, pero no voy a arriesgar mi vida cuando, al final, todo se puede resolver.
Voy para un bar y me siento en la barra, pido un trago fuerte. El hombre se me queda viendo, comprobando si tengo la edad suficiente para darme alcohol.
—Sólo uno —me dice dándome un vaso medio lleno.
En tres sorbos ya está terminado. Le doy las gracias al señor y me voy al hotel donde me estoy hospedando. La habitación está más limpia de lo normal, y me lanzo a la cama quedándome boca arriba.
—Oficialmente soy Blaide, ¿tu nombre verdadero es Robert?
—Claro. Mucho gusto —le digo a él—. ¿Por qué ves tantos programas de adultos?
—Aprendo algo nuevo cada día. Los prohibidos que ve mi madre, no me gustan, son grotescos y sucios. Me gustaría salvar a alguien, ser productivo en la vida.
Se muere de la risa y después sube el volumen del televisor. Veo que es de pocas palabras y también usa términos que ningún otro niño utiliza. Parece el cuerpo de un niño, con la mentalidad de un adulto. Yo quisiera seguir siendo pequeño y no tener que crecer nunca.
Sí. Ese día fue el mejor de todos. Ahora que lo pienso, quizás Blaide siempre ha sido adulto y es por eso que madura más rápido que yo. Nunca me he detenido a pensar en el futuro, ni tampoco en lo que haré cuando salga de la escuela, mucho menos qué estudiaré y cómo ganaré dinero. Siempre estoy pensando en mí, pero no como debería ser, usualmente adoro que me presten atención y me consientan bastante.
Él quiere salvar gente, ser productivo. No sé si su idea ha cambiado o se ha materializado. Aquel día en que charlamos, sólo comentamos lo que hicimos durante nuestra separación. Debo sacarle con cucharillas las palabras de la boca para que me cuente todo, porque Blaide es de ese tipo de personas a quienes no les gusta hablar mucho y se limita a sonreír, y ya. A mí me desespera porque todo tengo que adivinarlo con las expresiones.
—No sé qué haré contigo, sinceramente. No sé Blaide. Me tienes comiéndome las uñas.
Al día siguiente, voy a la piscina a nadar un rato. Se siente bien el agua en mi cuerpo y que todo drene con suavidad. Me encanta sentirme así. Al salir, me voy a la habitación para comer. Al entrar, veo un ramo de rosas rojas y una nota.
"No quiero perderte. Regresa pronto, que estaré esperándote"
La nota me deja un escalofrío nada normal. Todo mi cuerpo se tensa y me pongo a buscar por toda la habitación una señal de su persona, pero no hay nadie. Pregunto a la recepcionista quién me dejó las flores y no tiene conocimiento, pues apenas se incorpora a su turno de trabajo.
¿Cómo sabe que estoy aquí? ¿En dónde estará?
Prendo mi celular a propósito. Tengo 100 llamadas perdidas de mi padre, 100 de mi madre y 200 de Trey. Muchísimos mensajes. Cada uno más divertido que el otro. Sólo esperan que esté bien y vivo.
No veo ningún mensaje de Blaide y eso me extraña demasiado. Se supone que si sabe dónde estoy, seguramente me persiguió o sabe a dónde voy en casos como éste.
Marco su número con el corazón latiéndome, sólo repica y repica, pero no contesta. ¿En dónde estarás, Blaide Raider? ¿En dónde te estás escondiendo?
—No tiene caso. Te vas a casar y yo seré tu padrino.
—Sí tiene caso.
Al voltearme, Blaide Raider está enfrente de mí, con una sonrisa espléndida.
—¿Cómo supiste?
—Te conozco como el agua en los ríos Robert. Podrás esconderte de todos, pero de mí no te vas a salvar jamás.
—¿Y tú prometida?
—No me casaré Robert.
Okey. Es como una buena noticia, pero aún siento que hay algo más misterioso en todo esto. Mi instinto de Holmes me lo dice.
—Vamos a la playa.
¡Ahhhhh! Como lo odio. ¿Por qué no me explica de una buena vez? Siempre dejándome en suspenso. Eso no me gusta, me estresa demasiado.