Azul

La jungla del saber

La jungla del saber

Arreglarme para una cita con el amor de mi vida, no es fácil. A veces siento que me preocupa demasiado mi apariencia y que parezco una mujer buscando qué ponerme. Yo sé que, si salgo en taparrabo, eso no generará molestia de parte de él y será feliz, pero yo soy muy fastidioso y necesito verme fabuloso.

Trey está justamente tratando de ayudarme, pero tampoco me ayuda a decidir, porque dice que con cualquier cosa me veo divinamente bien. Esa no es una respuesta, eso es alimentar más mi ego. Al final, escojo algo sencillo y bien cómodo.

—Llegó el día. ¡Dios! Siento que muero —comenta mi hermana emocionada y brincando en mi cama—. Me gusta verte feliz, eso me genera paz.

Él no me ha dicho a dónde vamos, y eso es lo que detesto, porque presiento que me hará una mala jugada, de esas en las que terminamos recorriendo un sitio más espectacular que otro.

Llega al fin y mi boca casi se derrite al verlo.

—¿Qué? —pregunta, pues no puedo dejar de mirarlo. Me dan ganas de quitarle toda la ropa.

—¡Nada! —le respondo, haciéndome el loco.

—Lo que sea que estés pensando, no te apresures.

Lo sé, es inevitable. Me río a carcajadas mientras salgo de mi casa. No puedo contener mis pensamientos eróticos cuando lo veo, es normal que mi mente los genere y yo les cedo el paso.

Él maneja y yo voy de copiloto. Estoy intentando ver hacia qué parte vamos, pues muero de la curiosidad. La intriga me delata, no aguanto, es desesperante. Necesito saber o moriré aquí mismo. Justo me llega un mensaje de Trey.

Trey: Estaré con mis padres en el valle. Mañana me cuentas todo.

Robert: Genial. Disfruta :)

Trey: Jajajaja eso te digo yo a ti.

Robert: Soy reservado y Blaide lo, es más.

Trey: Jajajaja.

—Llegamos —anuncia y al ver a mi alrededor un espacio lejos de todo. Tiene sus árboles, es bastante reservado y muy tranquilo.

Y yo que me vestí elegantemente. ¡Parezco un idiota!

—¿Y esto?

—Lástima que vas a tener que ensuciarte un poco.

Okey. Mis zapatos, mi pantalón, todo, a la mierda, porque tiene la ambición de explorar un bosque. Hubiese escogido algo deportivo, pero no soy adivino, ni tampoco leo pensamientos ajenos.

—¡Lo siento!, pero no te arrepentirás.

Me agarra de la mano y siento que mi cuerpo responde y casi me caigo en un pozo de lodo. Esto es supervivencia, pero con elegancia; si por mí fuera, me quito toda la ropa para estar más cómodo, pero no se sabe si viene una persona y me saca de allí dándome un tiro con una escopeta. Prefiero ensuciarme y fingir que estoy en el paraíso.

No sé cuántas horas, minutos o segundos tenemos caminando. Siento que el sudor corre por mi cuerpo, me siento asqueroso. Odio sentirme empegostado, es la peor sensación del mundo. Nos detenemos y veo que estamos más lejos. Ya me siento perdido, necesito que alguien grite, para saber que no estamos solos y que ningún animal nos va a comer.

—Ya casi llegamos.

—Dijiste eso hace rato.

—¿Quieres seguir, o no? —se detiene. Está molesto conmigo. Soy difícil de lidiar, lo sé y entiendo que está emocionado porque yo vea algo que no sé qué es—. De todo te quejas, Robert. Sólo vive el momento.

Me siento en una roca a pensar cualquier idiotez que se me ocurra.

—Hago todo y nunca agradeces. No te doy todo, porque soy menor de edad y...

—¡Lo siento! No puedo seguir discutiendo contigo por todo, Blaide. Esto no funciona, somos amigos. ¡No sé!

—Como quieras.

Llegamos a mi casa y me voy a mi habitación. Mis padres se extrañan que haya llegado tan temprano, pues ellos tenían preparada una fiesta de adultos. No quiero hablar, mucho menos discutir. Esto ya es suficiente.

Yo amo a Blaide, pero no sé...somos muy diferentes, no sabemos qué estamos haciendo. Tengo miedo que me abandone, que se aleje de mí por mi estupidez. Ya no sé qué hacer para quitarme la pesadilla de ser yo mismo.

—¡MALDITA SEA! —grito durísimo y lanzo todo al piso sin saber por qué. Tengo mucha rabia, no soy capaz de ser valiente. Me siento sucio, malnacido, hipócrita—. ¡DEMONIOS!

Salgo de mi casa nuevamente, está lloviendo fuertemente. No me importa nada. La soledad y la lluvia me acompañan en esta mala decisión. Tengo el iPod de Trey y la canción a todo volumen para que los oídos se me revienten. Voy hacia un rumbo donde la tempestad se hace cada vez más fuerte. No controlo mis pensamientos, sigo caminando, deseando que el clima me siga acompañando en mi dolor.

Cambio la canción.


Me quito los audífonos. He caminado tanto, que ya ni sé dónde estoy. Aprovecho de sentarme en la acera de la calle, sé que a esta hora no pasará gente, así que me quedaré aquí por un buen tiempo. Siento que mi corazón quiere explotar, sentir alegría, pero yo la retengo. En estos momentos, quiero llorar más que nunca, he cometido errores, tengo miedo, no quiero rendirme, pero ya no sé qué hacer para calmar la ira.

No se trata de quién tiene la culpa, tampoco de hacer sentir mal a la otra persona. El miedo se apodera de mí, ansío el valor, la esperanza, tener un poco de fé y, aun así, no se me quitan las ganas de llorar.

—Robert —es él—, algo le paso a Trey.

 




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