Azul

Gris atardecer

Gris atardecer

Navidad, una bella época, y más, si se pasa en familia. Adicionalmente, he invitado a mis amigos y a los hermanos Raider. Ellos han sido parte importante de mi vida y me han hecho pasarla genial en días oscuros. Así que a ellos también les debo mucho.

Sirvo la cena para todos, ya que me he esforzado lo suficiente para que todo esté como quiero. Ellos me han complacido durante tantos años, que ahora me toca a mí hacerlo, ya que merecen lo mejor del mundo, además no quiero que me pregunten nada sobre mi estado emocional y deseo verlos felices.

No me gusta llorar delante de mi familia, porque siento que estarán igual que yo y lo detesto. Es preferible ser feliz por unos días y complacerlos lo suficiente.

Suena el timbre y abre Trey, quien está más cerca de la puerta. No veo a la persona y continúo conversando con los demás. Quizás es alguien que quiso verla o, de repente, sus padres se unieron a la fiesta.

—Pronto estaremos en los cuartos de final —comenta Emil, compañero de fútbol americano. —. Será genial aplastar a la UNS.

— ¡Robert, ven conmigo un momento! —dice de repente Trey—. La imbécil está abajo y el vigilante la retiene, por favor para que la saques, ya que no quiero ni deseo verla.

—¡Claro! Quédate aquí y no salgas.

Trey ha tenido más novias, que yo de novios en menos de un año. Se consigue con cada mujercita, una más insoportable que la otra. Esta última es una persona que le hizo daño una vez y no se lo voy a perdonar. Es época de diversión y felicidad, no dejaré que mi hermana llore por una mocosa.

Vivo en un departamento y en el último piso. No hay ascensor hasta mañana, porque lo están reparando y debo bajar 15 pisos por las escaleras. Es agotador y fastidioso, pero si tengo que hacerlo para darle su golpe a la estúpida ésa, con gusto lo haré. Por supuesto, que no se acerca hasta la puerta, pues ya sabe lo que le espera. Supongo que le da flojera subir y enfrentar sus miedos. ¡Es tan patética!

Estoy cansado y descanso en el piso 5. Aún me falta y ya no siento mis piernas. Saludo a algunos vecinos, me dan un pedazo de torta y me quedo comiéndomela. Después de reposar, sigo bajando las escaleras. ¿Por qué demonios no existe una tele transportación y listo? Nos quitamos ese problema de caminar. Ya estoy cansado. Necesito tecnología en mi vida, con urgencia.

Llego a planta baja sin pulmones. Me costará subir luego de esto. Todo por culpa de esa pendeja idiota que quiere seguir hiriendo a mi hermana. Abro la puerta principal, pero no veo a nadie. Es raro. Quizás me tardé demasiado bajando las putas escaleras de mierda. Ya quiero el ascensor otra vez. Estoy obstinado de subir y bajar. Necesito oxígeno.

Voy a una panadería cerca y compro un refresco de dos litros y medio. Me siento en la acera frente a mi edificio y me lo voy tomando poco a poco.

Esperar con este frío es aterrador. A veces me quejo demasiado del clima y luego pienso que, si está haciendo calor, necesito el frío y viceversa. Se escuchan canciones de todos lados, la gente está muy festiva y divertida. Eso pasa sólo en Navidad, después de Año Nuevo, se vuelven insoportables.

Tengo la ventaja que, en mi edificio, sólo hay una vieja pendeja que jode siempre a uno, pero del resto son gente normal y joven como yo.

¡Maldición!, este frío es jodedor. Tengo doble chaqueta, tres guantes, dos fulares y la ropa más hermética posible, pero pareciera que no tuviera nada. Hasta me he congelado las bolas, ya casi no las siento. Parezco un idiota esperando, capaz y es una broma de Trey para hacerme sufrir.

Decido levantarme y prepararme mentalmente, para subir de nuevo en menos de diez minutos y romper así mi propia marca personal.

— ¡Espera, Robert Harris! —me detiene una voz inconfundible en cualquier parte de este planeta tierra.

Al girarme, veo a la persona que menos espero. Su sonrisa me da ganas de vomitar. Volteo hacia la puerta y la ignoro.

— Necesito decirte algo.

—¡No me interesa! ¡Lárgate de mí vista!

—Son dos minutos, lo prometo.

¡Dios mío! ¿No comprende que me saben a mierda sus palabras? Pongo el temporizador de mi reloj.

—Me he divorciado de él. Lo nuestro no funcionó. Sólo quería que supieras eso.

— ¿Y?... ¿Algo más?

—¡No! Eso era todo.

—¡Adiós!

Mientras voy subiendo, no me detengo a pensar para qué vino a contarme eso en plena navidad. Lo único que está en mi mente es: ¿dónde está y con quién? 

 




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