Azul

El universo

El universo

Estoy cansado, necesito terminar de tomarme ese refresco. Subir esto no es fácil y eso que hago ejercicios, pero con frío no se puede. Mi cuerpo está congelado. Llego a mi casa y Trey sonríe como si fuera un chiste.

—Eres una mentirosa. Ahora me debes un masaje.

—Como sea, después me lo vas a agradecer.

Vuelven a tocar el timbre y esta vez es un amigo quien abre la puerta, para que no vuelva a caer en el juego de Trey. La persona parece estar empapada de nieve y tiene como cinco chaquetas gruesas encima. No se le ve la cara y, entre mi amigo y yo, lo cargamos hasta mi habitación.

—Iré a buscar pañitos húmedos —me dice y asiento con la cabeza.

Lentamente, le voy quitando chaqueta por chaqueta, la persona está congelándose, pero es que lo que tiene puesto no le sirvió para nada, ya que son de mala calidad y no permiten que el calor entre en su cuerpo, como usualmente debería ocurrir, ya que en esta época muchos utilizamos ropa hermética para no morirnos con el clima tan horrible.

—De saber que eras tú, hubiese venido desnudo —su voz, ésa que siempre está en mis sueños.

No soy capaz de pronunciar su nombre, estoy en shock. Al recapacitar por varios minutos, me doy pellizcos.

—¡No te lastimes! Eso no te queda.

—Igual, eres un sueño para mí.

Es cruel lo que estoy diciendo, pero capaz me levanto mañana y lo es. Prefiero creer que estamos en medio de un sueño y no en la vida real.

—¡Escucha! —habla temblándole el labio—. ¡Lo siento! Siento haberte herido de esa forma, siento tantas cosas que no sé qué más decirte.

Le coloco mi sábana encima y deja de temblar. Mi amigo le trae unos pañitos y se los coloca en la cabeza.

— ¿Qué haces aquí?

—Te estuve buscando desde hace días. Te sabes esconder.

—No me hagas sentir mal. No en este sueño.

—Como sea Ro. Te ví salir de la universidad y no tuve el valor de salir a buscarte. Soy un cobarde.

—No me hagas sentir mal, te dije.

—¡Lo siento!

—De todos modos, es un simple sueño, como los demás.

—También he tenido esa clase de sueños y, si fuese mentira, las cosas que te estaría diciendo estuvieran distorsionadas por palabras que nunca utilizaría en mi vida. Si fuese un sueño, mi corazón no estuviera tan ansioso por besarte y hacerte mío esta noche. Si fuese un sueño, no fueras mi mejor amigo y sólo fingiéramos que nos conocemos. Si tan sólo el sueño estuviese vivo, yo no estaría sufriendo ni temblando por ti, ni preocupado por ti. Creemos que todo es mentira, que nada de esto va a pasar, pero créeme que contigo todo es posible, Robert. Podrás ser un egoísta, idiota, bastardo, egocéntrico, manipulador, imbécil, estúpido, sin humor, malcriado, una completa basura, pero mi corazón no puede dejar de amarte, no puede dejar de pensar en ti cada maldito segundo. Me siento ahogado, sin salida, estaba que me tiraba de un edificio y que supieras que ya no existo, para no tener que sufrir más nunca en la vida. Esto no se lo deseo a nadie, Robert. Pero podrás ser todo lo que te dije anteriormente, y aún así accediste a ser mi amigo cuando todos pensaban que era un fenómeno desquiciado, me apoyaste con tus palabras, me enseñaste a vivir, a amar, a tener contacto con personas. Te extrañé muchísimo, sentía que no podía más y estaba a punto de darme por vencido, pero siempre estás en mi mente con esa vocecita fastidiosa que me aturde. Lamento no haber sido sincero contigo, estar sin padres y sin hermanos es lo más desgarrador del mundo. Sentía que me iba a morir. ¡Lo lamento!

— ¿Algo más que añadir?

—Si no podemos ser algo más que amigos, quedémonos como mejores amigos. Al final, sabemos que nos amamos y que no podemos estar separados. Para mí es más que suficiente.

—Ponte esto. —Saco de mi armario una ropa seca, cálida y suficientemente apta para él. Lo ayudo a vestirse y ya quedó como lo que es.

—¡Gracias!

 




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