Azul Violeta (cuarto Libro)

XXVIII.- El dragón vs los tres mosqueteros

Llegó a casa.

El olor familiar de la cena recién hecha le hizo recordar el hambre que tenía. Los niños estaban jugando en la sala y esperaba con ansias ver a Christine en la cocina. Camino lo más rápido que pudo y la alcanzó a ver sirviendo la cena.

— Christine... ¿Cómo estás?

— Bien — contesto seca — ven a cenar.

El ambiente estaba inusualmente tranquilo salvo por los niños diciendo que el bebé de mama se movía mucho además de que Anya tenía más amigos y ya no se escondía de los demás niños. Se veían muy emocionados de compartir sus andanzas del día.

— Christine... ¿te gusta el café?

— Si...— contesto desconcertada.

— ¿Sabes que me gusta a mí? — pregunto temiendo la respuesta. No quería pensar que era el único en notar ciertos detalles.

— El té negro. — contesto y añadio — tu platillo favorito son los rollitos de huevo; tu canción favorita es Kimi ga kureta Natsu; todas las mañanas dices que vas a preparar café mientras te lavas la cara; te gusta la película de Ghost con Demi Moore... no lees novelas y tú anime favorito es Samurái X, te gusta caminar en pants y calcetines, crees que el amor rige al mundo, tu modelo a seguir es Ken Watanabe y el país que siempre has querido visitar es Francia, en la noche antes de dormir te pones a dibujar con un color verde...

— ¿Cómo sabes todo eso? ¿Antonio te dijo lo que estaba haciendo? — pregunto.

— Si, me dijo que fuiste a acosarlo al trabajo. Por favor, detente y firma los papeles. — no dijo nada más y fue con los niños a arroparlos para dormir.

Escuchaba murmullos, quizás les explicaba que estaría trabajando todos los días y no podría verlos con frecuencia. Sus voces estaban más animadas, quería escuchar buenas noticias. La vio salir de nuevo.

— ¿Puedo saber dónde duermes? Christine, yo sé lo que hice mal y merezco que me castigues pero ellos no tienen la culpa. Necesitan que su madre este cerca de ellos.

— Ryusui, ya lo dije hace rato. No voy a necesitar que una persona dude de mí en cada momento, ya no, sufrí mucho con mis padres porque ellos jamás creyeron en lo que yo les decía, termine agobiada y con ganas de huir. No pasaré por lo mismo de nuevo. — Contesto — no es que yo vea lo que hiciste mal, no soy perfecta, me equivocó y quizás haga un drama de esto pero, no te pido que confíes ciegamente, ¿Estos años no significaron nada para ti?

No contesto. Las palabras se negaban a salir de su boca. Ella se despidió con la mano y salió de la casa. Ryusui se quedó allí en la sala un largo rato. No podía pensar en nada más, se complicaba cada idea que tenía. Querer explicar todo mediante palabras le resultaba difícil, no sabía si ella quería escuchar lo que él quiera decirle o si eso sería suficiente para volver a estar juntos.

 

A lo largo de la siguiente semana intento localizar a los chicos que le faltaban. Recordó que su padre le dijo una vez que cuando fuera a casarse, debía ordenar sus prioridades. Si pedía la mano de su novia debía decirle a su futuro suegro o cuñado; en un caso extraño, debía comunicarlo a los familiares más cercanos a su prometida. Nunca creyó que haría eso.

Cansado de buscar en los lugares donde se suponía iban a estar, entro a un restaurante. Solo quería descansar e irse hasta que reconoció a uno de ellos. Era una suerte fabulosa o solo mala suerte.

— ¿Hola? — saludo. Los tres hombres lo miraron.

— Hola, eres el ex esposo de Christine.

— Aún soy su marido — no dijo nada más. — ¿Se quedarán más tiempo?

— Si, estaremos con Christine cuando nazca su bebé... no confiamos en ese pelele de Alejandro...— respondió Christian — ¿necesitas algo?

— Supongo que ellos les dijeron.

— Sí. Te diré que no apoyo tu matrimonio. — Contesto Mariano — no hay nadie perfecto pero ninguno de los dos debería sufrir de esa manera. No es solo ella y no es solo tú, es algo que deberías entender pronto.

— Lo hago pero parece que apenas estoy descubriendo de que se trata esto. — contesto.

— Quizás el problema se originó porque tú eres un actor famoso mientras que ella es una ciudadana común — comento Alejandro Montenegro — no tengo más opción que opinar pues todos los que pertenecen a la farándula solo viven de escándalos, a nadie le importa si son verdad o no, los ven como un castigo por tener todo lo que no se merecen por ser más atractivos que el humano promedio.

— También lo he escuchado mucho este año...— contesto

— Ella también es famosa pero es diferente, cualquier humano estará interesado en algo inalcanzable que solo sale en la televisión que alguien que se dedica a hacer solo dibujitos. Es como si estuvieran en mundos diferentes — Continuo diciendo muy calmado — nosotros no intentamos interferir con sus decisiones y la verdad, pierdes el tiempo; aceptamos cualquier decisión que ella tome en favor de su felicidad pero solo eso.

— Estoy consciente de ello. Quizás yo debería agradecer haberla conocido. — contesto aceptado lo que decían frente a él.

— Escucha...me mantendré a mis trece y no te aceptaré nunca. Estrictamente hablando, ni siquiera compartimos un lazo sanguíneo, sin embargo, ella nos salvó de vivir en soledad, nosotros no pudimos salvarla a ella. Quizás le damos mucho mérito pero es cierto, ella nos ofreció una mano cuando el mundo se nos venía encima y queremos ayudarla de alguna manera. — Comento Christian — deja de perder el tiempo y mejor enfócate en aprender como son tus hijos. No los hagas perder a un padre también.

— ¿Hay alguna forma de que vuelva con ella? ¿De verdad me dicen que todo está por terminar?

— Tu problema es que te importa demasiado lo que digan otras personas — señaló Mariano — eso es grave. Ustedes son una pareja y entiéndase que son dos sujetos unidos por un vínculo. Tú dijiste que la aceptaste con virtudes y defectos pero, en el momento que apareció algo que no te gusto, solo la botaste.




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