Azul Violeta (cuarto Libro)

XXIX.- La primera hoja de otoño

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El amanecer siguiente fue difícil.

No podía decirles a los niños todo lo que ocurría sin alterarlos así que esperaría un poco para encontrar las palabras adecuadas. No había cambiado mucho. Christine los recogía de la guardería y cenaba con ellos, él acepto dar clases en la academia afiliada, no se cruzaban seguido y cuando llegaba a suceder solo se saludaban como viejos conocidos.

Ryusui comenzó a remodelar el piso de abajo que solo servía como cuarto para guardar cosas que nadie volvería a usar. Además de limpiar la cochera que en ese momento estaba vacía. Aprovechaba cualquier momento para arreglar un poco. Solo podía sobrevivir así día a día, enfocándose en cualquier tarea que le evitara pensar en sus recientes problemas.

Algunas veces iba al taller. Christine dijo que recogería sus cosas pronto cuando le entregaran las llaves de su nueva casa. Él suspiró aliviado al enterarse pues pensó que no la volvería a ver. Los niños notaban que algo había mal, eran observadores y curiosos así que podían ver que mamá no dormía en casa.

Joanna tampoco mejoraba las cosas. Cuando se encontraban en el trabajo no podía faltar la pregunta "¿Volverás con Christine?" él ya no sabía que responder y solo la ignoraba. La solicitud aún no la llevaba a ninguna oficina así que seguían casados. En realidad, se aferraba a un milagro.

Alan lo contacto hacia final de mes diciéndole que borraron todos los artículos con mayor difusión así como los comentarios sobre él y Darí, también le recordó que Minerva quería ver a Christine un día de estos. Él solo contesto con un gracias pues no sabía que decir.

Cuando salía a comprar víveres, notaba que las personas ya no le decían nada. No lo señalaban y cuchicheaban cuando pasaba, sintió un poco de alivio. También escucho decir que tal actor, más famoso que él, tuvo un escándalo con una colegiala. Genial, ahora el centro de atención sería otro, de igual manera nadie lo dejaría olvidar lo sucedido.

Había enviado varios mensajes a Christine preguntándole sobre la fecha del parto. Todo el año fue bastante horrible como para que los últimos meses fueran más tranquilos, sin embargo, no recibió respuesta. No podía evitar pensar que volvió a olvidar su celular en algún lugar de la casa.

Las noches eran más difíciles. No podía dejar de pensar en ella. Quería imaginarse que se volvían a encontrar y se volvían a enamorar con más fuerza que antes, solía ver las fotos que había tomado y guardado en el álbum, casi dormía abrazándolo.

Para evitar los chismes de las vecinas comenzó a decir que Christine tenía trabajo en varias ciudades y estaría fuera un tiempo pero no faltaba la vieja loca que solo comunicaba lo que más le llamaba la atención para hacer la historia más interesante.

Una tarde fue al taller y vio como varias personas sacaban todo lo que ella necesitaba para trabajar. Ryusui se sorprendió de ver a Alejandro supervisando que todo se moviera con cuidado. Apenas cruzaron miradas y no pudo evitar preguntarse si él sabía dónde estaba.

— Hola...— saludo

— ¿Qué tal? No te preocupes, pronto dejare este lugar como antes...— aseguro Alejandro. Ahora todo parecía tan real.

— ¿Dónde está Christine?

— En casa del señor Miyamoto — se supone que no debo decirlo — él compro varios de sus trabajos.

— Ya veo...su salud... ¿Cómo está? ¿El bebé cómo está?

— Hmmm no lo sé...no la he visto

— Eres su colega, ¿Cómo que no la has visto? ¿Ustedes no platican de eso?

— Christine ha estado en su nueva casa todo esté tiempo, solo sale si es necesario, que trabaje con ella no significa verla 24/7 además está insoportable estos días.

— ¿Por qué? — quiso saber.

— Y yo que se... ella no me dirá nada — contesto. Se despidió con la mano y bajo junto con los hombres de la mudanza.

Ryusui intentaba vivir cada día pero se sentía solo. No podía platicarles a los niños sus dificultades. De regreso a casa, para su sorpresa, sus padres estaban de visita. Le parecía tan extraño verlos allí jugando con sus nietos. No dijo nada más que estaba cansado y se fue a dormir.

Una noche de septiembre, recibió una llamada de Alejandro diciéndole que Christine inicio con la labor de parto. Se levantó sin avisar ni nada y salió rumbo al hospital en el que estaba ella.

Al llegar lo hicieron pasar de inmediato a la sala de partos. Tenía programada una cesaría a fin de mes pero no imaginaban que se rompería la fuente antes o que se rompería la fuente, mejor dicho el bebé ya quería hacer su aparición.

Sería la primera vez que estaría al lado de ella mientras nacía un niño. Cuando Yuu llego al mundo él estaba viajando por trabajo y cuando Anya nació, lo sacaron del quirófano.

Unos minutos más tarde, tenía a un varón en sus manos. Christine estaba demasiado agotada como para sostenerlo, ni siquiera pudo verlo completamente antes de perder el conocimiento. Ryusui sintió miedo de que algo le pasara así que lo obligaron a salir antes de que se alterara más.

Hacia la mañana, en la habitación, la miraba dormitar. Alejandro aún no se iba, Ryusui no quería preguntar qué hacía allí a esa hora. Él llamo a su casa y anuncio a sus padres que su tercer nieto había nacido. Christine no tuvo ninguna complicación y despertaría en cualquier momento.

Mientras regresaba, vio correr a una mujer que saludaba a Alejandro.

— Oye, las enfermeras te dijeron que no corrieras. — le dijo molesto

—  Lo sé pero era mi trabajo cuidarla y tuve que salir...solo tenía tu número y lo siento. — Dijo la mujer joven — ¿Ya vino su esposo?

— Si, es ese atarantado de allá. — y señaló a Ryusui

Ella se acercó muy sonriente. Le saludo.

— Enhorabuena por tu tercer hijo...— sonrió — soy Katia Miyamoto. Trabajo como asistente en la galería.




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