Azul Violeta (cuarto Libro)

XXX.- Tortolitos reconciliándose

Los primero días, Ryusui tuvo que estar bajo el ojo vigilante de los amigos de Christine más que amigos parecían madres para ella. Antes de que la dieran de alta fue a visitarla y ellos no dejaron de monitorear cada movimiento que hacía por mínimo que fuera. Se sentía como una presa.

Christian, Alejandro y Mariano solo la dejarían cuando estuviera de vuelta en su casa. Katia se ofreció voluntariamente para ir a cuidarla. Ryusui no debía ofrecerse, era su obligación cuidar de ella.

La casa que adquirió Christine estaba a unos cuántos metros de donde solía vivir. No sabía que había una casa allí pero supuso que por algo la convenció. La llevaron a la nueva habitación adecuada para que pudiera cuidar del niño sin estar muy lejos de él. Por el momento, no podían llevar a Yuu y Anya pues atraparon un resfriado.

Christine agradeció los cuidados pero aún se notaba que estaba demasiado cansada como para hacerse cargo de algo. Ryusui dejando atrás a todos los invitados salió a comprar la despensa y al regresar comenzó a hacer una rica comida. Al terminar empezó a limpiar todo el piso de abajo. Debía hacer uso de su licencia de paternidad.

— Christine...si ya no lo quieres... ¿me lo puedo quedar? — pregunto refiriéndose a Ryusui

— Jajaja...— río despreocupada — ni en tus sueños. — contesto desde la cama.

— Bueno, quería intentarlo...— cometo en voz baja. — iré a revisar si ya trajeron los muebles que faltan.

Ese día la única visita que tenía era de Christian, quien iba en representación de todos, el miraba al bebé tranquilo.

— ¿Ocurre algo?

— ¿De verdad te divorciaste de él? ¿De verdad le dejaras cuidar de ellos sin que tú estés? — pregunto.

— Hmmm como lo digo... si la solicitud no está aprobada entonces seguimos casados. Amo a mis hijos, sinceramente no creía que sería capaz de tenerlos, pero no siento que sea material para ser madre. No importa cuánto me esfuerce, algunas veces mi trabajo es más importante — contesto — lamento haber sido educada de esa manera pero aún no puedo cambiarlo.

— Lo sé, se nota. — Y río — bueno, mi vuelo sale está noche. Seguimos sin aprobarlo como tú maravilloso marido pero elige la manera en que ambos sean felices, confiamos en tu criterio... no te abrazaré, capaz y él llega a golpearme.

— No, no me abraces...— dijo. Lo despidió con la mano.

— Casi lo olvido, tus regalos están abajo...de tu cumpleaños, del cumpleaños de este bebé y por tu boda, aunque ya no tiene sentido ahora... vendremos a visitarte en el futuro...— se despidió y bajo.

Los días pasaron lentamente y ver a Ryusui revoloteando por la casa se volvió una rutina. Solo le permitía ir al baño y caminar en su misma habitación. El día se dividía en preparar la comida de sus hijos en casa, después iba a hacer el desayuno para Christine, limpiaba y salía de vuelta a su propia casa. No se dirigían ninguna palabra pero al menos podía dormir al bebé.

Los niños estaban ansiosos de poder ver a su hermanito y esperaban verlo pronto incluso después de que Ryusui les explico que debían ir cuando ya no estuvieran enfermos.

La solicitud de divorcio seguía guardada en un cajón. Escondida a la vista de todos. Cada día al amanecer se decía que la iba a llevar pero no sé decidía y solo retrasaba el momento. La amaba y aunque el papel los estaba separando buscaba una manera en que estuvieran juntos. Quería demostrarle que quería estar a su lado

Una tarde llegó a la casa y fue recibida por Katia. La casa tenía un fragante aroma a cítricos. Apenas el aroma rozo su nariz y de inmediato abrió las ventanas. Ante el ruido Katia fue a ver qué sucedía, estaba en el taller, y vio como Ryusui iba de un lado a otro desapareciendo el olor.

— Pareces loco, ¿qué ocurre contigo? — pregunto molesta.

— Christine no tolera aromas fuertes, le producen migraña. Si vas a usar estos productos también añade bicarbonato...— contesto.

— Pero...yo...no...Pero...— decía mientras Ryusui subía a los dormitorios. Escucho un ruido de algo moviéndose de manera brusca.

Christine estaba en la cama, dando vueltas de un lado a otro sujetando su cabeza, casi encajándose las uñas, sus ojos cerrados derramaban lágrimas. El dolor era insoportable. Tenía marcas de rasguños en el pecho y piernas. ¿Cuándo tiempo llevaba así?

Recorrió las cortinas para evitar que entrara más luz. Reviso que el bebe estuviera dormido en una posición adecuada y la hizo recostarse en sus piernas ocultándose la luz. Poco a poco dejo de moverse pero no de llorar. Nunca había visto que le doliera la cabeza de esa manera.

La dejo allí hasta que se quedó dormida. Al parecer el bebé acababa de ser alimentado así que podría dormir un poco. No podía dejarla sola por si volvía a ocurrir. Katia entro una hora más tarde, todo la habitación estaba a oscuras.

— Chica, ¿puedes traerle medicinas para el dolor de cabeza? y también unos dulces y hojas de menta estarían bien... Si no te importa, saca las flores, no sé quién envío eso pero Christine es alérgica.

— Pero no debe consumir ningún medicamento. — contesto.

— Lo sé... haz lo que te digo. — y Katia salió cerrando la puerta tras de sí. Se quedó a su lado hasta que la mujer joven volvió.

Katia sugirió comprar algo de cenar pero Ryusui dijo que el cocinaría algo rápido. Ella no entendía como alguien podía ser cuidadoso con otra persona cuando su único vínculo era sus hijos. O sea, había muchos progenitores que ni se preocupaban por el otro. Él era distinto. Realmente la amaba y podía demostrar que ese papel no era lo único que los une.

— Christine, sé que ya despertaste, toma medicina.

— Pero no puedo, debo darle alimento a Jun...— respondió en voz muy baja.

— No te preocupes, es menta, está chica es lista, trajo menta...— y le pudo un pequeño dulce en la boca después una hoja de menta. Lo aprendió de Christine. Había muchas plantas medicinales que podían usar en lugar de medicina.




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