Azul Violeta (cuarto Libro)

XXXII.- Recuerdos de los dos

— ¡Niño! ¡Así no se sirve la fruta! ¡Piensa en tu mamá antes de hacer semejante desastre! — regaño Katia a Yuu quien servía mango con una cuchara y dejo tiradas las cáscaras en la mesa y suelo. Yuu solo la miro a punto de llorar mientras Anya escondía un trapo sucio detrás de ella.

No escucho los pasos de Christine acercándose, Katia se dio la vuelta y se encontró frente a ella, no parecía ni molesta o sorprendida pero menciono:

— Eres invitada, no regañes a los niños... ve al taller. — su voz era calmada al darle una orden mientras se alejaba escucho decirles que limpiarán juntos ese lugar.

Katia regreso al taller, ese día Ryusui no podía ir pues tenía que ir a platicar con su abogado, Alejandro estaba allí por una consulta para la galería y buscar una manera de tener colaboraciones.

— Oye... ¿no crees que los hijos de Christine están siendo mal educados? ¡Dejaron un tiradero en la cocina! — dijo Katia sorprendida.

— Escucha novata, si la pusiste de mal humor y ya no quiere revisar la planeación de eventos, seré yo quien te despida… además está no es tu casa, no deberías quejarte sobre el comportamientos de unos pequeños humanos — respondió muy molesto.

Minutos después llegó Yuu con un plato lleno de bolitas de fruta que les ofreció a los invitados. Alejandro le agradeció y tomo algo de manzana, Katia podía ver las formas irregulares en las bolitas.

— Ya no quiero trabajar...— dijo Christine entrando al taller. Katia sintió la mirada asesina de Alejandro sobre ella asegurándole que su vida tenía los días contados.

— Muchacha, no estoy para tus bromas, vine solo a pedir tu orientación, no me dejes así...—  pidió Alejandro que ya sabía en sus adentros que era la hora común en que dejaba de trabajar.

— Mañana, tengo que preparar la cena y a ti te gusta la manzana.

— Si... bueno... entonces me iré...— dijo al darse cuenta de que no valía la pena discutir con ella. — La fruta estaba deliciosa. —Le dijo al pequeño — Me voy — tomo sus papeles y se fue.

Christine salió y Katia la siguió. La cocina estaba limpia y los utensilios que tenían los niños estaban lavados, ella no lo entendía, pareciera que siempre fue ese tipo de persona.

— Oye... ¿cómo te enamoraste de Ryusui? — dijo al tiempo en que sacaba cosas de refrigerador, no pudo ver su expresión pero supuso que le dio pena.

— ¿Por qué? ¿Me vas a interrogar igual que a él? — contesto en voz baja, hablar de amor aún le resultaba muy penoso.

— Si...entonces dime...— pidió. Quería suavizar las cosas antes de disculparse.

— Bueno... cuando comenzamos a hablar, no sabía que decir y me sentía torpe... no era el idioma, él me preguntaba cómo estaba y mis planes... creo que allí comenzó el interés...— dijo mientras lavaba vegetales.

— ¿Pero eso no es muy común? ¿Preocuparse por un amigo?

— Podría decirse pero no — y se puso frente a ella — desde pequeño te enseñan a protegerte dentro de tu familia y por tu familia así que enamorarse es hacer algo por ese alguien que no imaginarias hacer. Puedes preguntarle a tus amigos "¿qué hiciste hoy?" y que se convierta en una charla común o preguntarle a tu prospecto "¿qué hiciste hoy?" y encontrarlo fascinante.

— Oh, ¿así que eso ocurría contigo? Entonces, ¿no se te hace guapo? Mira lo alto que es, sus ojos tan bonitos y sus labios que no se quedan atrás, su voz que parece  atravesar tu cuerpo...— sintió una rara mirada que le provocó miedo — no lo volveré a mencionar. — Aclaro — es un comentario sin segundas intenciones.

— Claro que es guapo, siempre ha sido guapo — soltó una risilla — la primera vez que lo abrace sentí que lo iba a romper, él es muy delgado pero no está enfermo ni nada parecido, me asusto por un momento.

— Oye Christine, ¿qué fue lo más chistoso que te paso con él? — pregunto.

— Ahhh una vez que fuimos a una tienda de mascotas — intento recordar mientras cortaba ingredientes — me gustan los gatos entonces sugirió que fuéramos a adoptar uno. Decirle tienda es demasiado pero así se llaman aquí pero solo te cobran el tratamientos que se les da, en fin, llegamos a la sección de gatos y comenzó a estornudar como loco y lo obligue a salir. Aunque ahora lo encuentro gracioso, me asusté mucho porque nunca se había puesto así, después confesó que es alérgico a los gatos... pero…— y continuo riendo para sí.

— Pobre, pobre... ¿han ido de viaje? ¿Les gustan las mismas cosas?

— Salimos algunas veces más de paseo turístico que recreación como nadar...— Katia se sintió decepcionada — Ryu ama nadar pero yo no jejejeje y a veces vemos películas, me gustan de terror y acción pero él insiste ver de vez en cuando algo de romance... Ah, ver sus trabajos está prohibido porque le da pena.

— Pobre de él...dime, ¿no te daba vergüenza verlo desnudo? ¿Supongo que era tu primer novio? — pregunto pensando que recibiría un gran sí para ambas preguntas.

— No, ambas preguntas. — contesto sin pizca de vergüenza. — ¿Por qué? ¿Te daría pena?

— Obvio si...— respondió ocultando su cara. No entendía como una mujer podía decirlo sin miramientos pero hablar de amor le resultaba muy vergonzoso. — entonces, ¿él te acepto si más? ¿Con tu oscuro pasado y rara personalidad? Porque Alejandro ya sabía que te habías puesto de mal humor y que no ibas a trabajar más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.