Azul Violeta (cuarto Libro)

XXXVIII.- Fingiré que esta bien

Un hermoso día de primavera. Lo que más odiaba Alejandro, pues pronto cumpliría años. Odiaba de alguna manera estar en el tercer piso y lo que más odiaba era que la única forma de compararse era con Christine.

Esos días en que ella termino varias pinturas fueron vendidas de inmediato ahora que hacía más trabajos fantasiosos, accedió a que dejara de lado la silueta sensual de la Reina pues no tenía mucho tiempo disponible.

Fue a recoger los cuadros que serían enviados por la tarde. Se encontró una gran caja en la entrada y al mismo tiempo abrían la puerta.

— ¡¡¡Kyaaaa!!! — grito Alejandro

— ¿Qué? — respondió Christine.

— Nada, solo eres fea a toda hora... — respondió. Christine no le hizo caso y le ordeno que metiera la caja. Ella sabía que Alejandro no entendía con palabras y creyó que quizás con acciones podría dará cuenta que no debía estar cerca. Y lo había mencionado una vez pero él no quería dejarla sola con la excusa del trabajo.

La caja estaba demasiado pesada. Entró y la puso en la mesa. Pasaron al taller y reviso que tanto la pintura como el destinatario estuvieran correctos.

— ¿Y Él?

— Viaja a Okinawa — respondió.

Alejandro se dio cuenta de que llevaba una venda en su brazo derecho, quizás se volvió a lastimar. Ya era algo habitual pero aun así no podía dejar de sentirse preocupado de que esa lesión terminara en cirugía o en el peor de los casos, tendría que dejar su vocación.

— Escuché que Anya irá a clases de violín.

— Así es, escucho a Dove tocarlo y me insistió muchas veces en que quería ir.

— ¿Y si no es buena? ¿No es una pérdida de dinero? — comento al tiempo que sacaba una guía de entrevista.

— No lo es, aprenderá algo nuevo, si ella quiere intentarlo, estoy de acuerdo. — comento y se sentó para leer la guía. — ¿sigues en contacto con Katia? ¿Hace cuánto que no viene?

— No lo sé, no ganas nada con preguntarme. — contesto. Dejo su bolsa y demás cosas en la mesa y fue a servirle café.

Trabajaron un rato sobre las entrevistas que podía aceptar. Había algunas que le pedían tomarse fotos o preguntas demasiado personales y ella rechazo la propuesta inmediatamente. Alejandro las rechazaba al principio pero el señor Miyamoto le recordó que solo ayudaba a impulsar así que debía dejarle la última palabra a ella.

— Bueno... terminamos... ¿necesitas insumos?

— Si, pero iré con Yuu a comprarlos. — contesto.

Llegó el encargado de los envíos y se llevó exactamente 6 cuadros. Christine siempre se emocionaba cuando los veía partir. Alejandro se despidió recordándole que debía ir al médico.

Mientras conducía recibió una llamada de Katia quien le avisaba que acababa de llegar al aeropuerto. Se molestó, que ganaba con avisarle pues no le haría caso. Se hizo un buen "amigo" de Katia y continuaron en contacto aun cuando ella regreso a América.

Katia amaba viajar y no dejaría que un simple enamoramiento sin sentido, además de muy notorio, cambiará su camino. En realidad, algo que tenía en su mente desde hace tiempo fue si Alejandro tenía algún romance pero no lo parecía. No quería perder las esperanzas.

Está decidida a conquistarlo aunque no tenía experiencia.

Todos los días le enviaba fotografías de los lugares que había visitado a en esos días así como los nuevos trabajos que había encontrado. Además de curadora también hacia críticas independientes.

Alejandro cada vez que veía sus mensajes se preguntaba que estaba mal con ella pues lo mencionaba a él por su seudónimo y eso le molestaba mucho. Al llegar a su casa vio una figura solitaria frente a su puerta, no tenía ganas de lidiar con nadie ese día, fue muy largo.

— Hola, ¿me extrañaste? — le saludo. Katia ahora llevaba el cabello más corto y se vestía con ropa sin estampados de temporada ni algo llamativo.

— Pues no, me mandas mensajes todos los días, es evidente que estás bien, incluso si no lo pregunto. — contesto

— Sabes, traje alguna comida, podemos calentarla y cenar. — dijo mostrándole la bolsa. No tuvo más opción que ceder y la dejo entrar.

La casa no había cambiado en este tiempo, seguía igual de ordenada como si nadie viviera allí.

— Usaré tu cocina.

Alejandro no le hizo caso y fue a darse un baño. Aunque tuviera una compañera, la cena posterior fue bastante silenciosa. Katia fue al dormitorio como si el lugar fuera suyo. Alejandro solo iba a sacar una manta y entregársela para que durmiera en la otra habitación.

Escucho que le puso el seguro a la puerta.

— Lo que sea que esperes no pasará...— le dijo sin mirarla.

— Me dijeron que debía ser más atrevida. Lo intento...me gustas y...y...

— Katia, a mí no me gustas — respondió mirándola. — no te veo de la misma manera y nunca lo hare. No sé por qué no lo entiendes.

Katia estaba usando un babydoll de copa gota con un moño al centro en color menta. Parecía llevar también un cachetero. Se notaba su cuerpo curvilíneo pero ella estaba ocultando su vergüenza. Alejandro le arrojó la manta.

— Vístete.

— Escuché que esté mes es tu cumpleaños. Yo...yo... seré tu regalo....— decía en voz baja.




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