Azul Violeta (cuarto Libro)

XLVIII.- Cualidades del azul

— Mamá, ¿crees que puedas venir a la casa este fin de semana? — Pidió Yuu pero no menciono el motivo. Fue una plática larga donde él jamás se tornó serio — ¿o estás muy ocupada?

— No, iré... nos vemos pronto — contesto. Se despidieron y colgó.

Yuu estaba en medio de su práctica como profesor. La escuela donde practicaba era famosa por tener un número alto de alumnos extranjeros por lo que el profesorado sin excepción debía hablar inglés correctamente. Para él, fue complicado seguir el ritmo de las lecciones extra que le dio su madre (Yuu las pidió apenas se enteró y Christine acepto de inmediato) y si no hubiera sido por ella, habría tomado retrasado su práctica.

Christine y Alejandro estaban en una reunión. Alejandro por fin dejo vacante su puesto en la galería y comenzó a hacer esculturas. Finalmente dejo de pensar que tenía que expiar sus pecados y permanecer a lado de la mujer que se aferraba solo para ser testigo de su felicidad.

— Mujer, está no será nuestra última reunión. Al menos acepta que te invite a cenar. — le pidió.

— ¿Por qué? Eres raro...— contesto. No quería traspasar esa línea de trabajo. No era ciega y sabía que Alejandro aún no la había olvidado. — ¿vas a cocinar?

— No, ¿acaso quieres morir? — no se arrepentía. Todo el tiempo que vivió allí lo agradecía a Christine, principalmente su comida que fue su salvavidas.

— Bueno pero yo elijo el lugar — contesto — siempre me pregunté porque no dejaste la galería hace años cuando Katia te dejo.

— Ah ¿eso? Bueno, Sayako creyó que era buena idea tener otro hijo pero no contaba con la astucia de la naturaleza de que tendría dos — y rió con amargura — así que tuve que posponer todo...— además nunca encontramos nada que relacionara a Polly con tus múltiples problemas. Ella solo hizo sus opciones.

— Ah sí, mala suerte, nos vemos después. Debo ir al aeropuerto.

— Si, nos vemos. — supongo que llegó el momento de decir adiós. De verdad me comporte como un imbécil.

Christine subió al auto. Los últimos meses tomo un descanso de las pinturas y otros trabajos para viajar junto con Anya a varios lugares donde ofrecían conciertos. Anya le pidió ayuda pues en varias ocasiones hablar un poco de inglés no era suficiente y no podía aprender a relacionarse más con los lugares que visitaba. Se notaba que era turista por lo que el trato también era de ese tipo, conocer personas estaba limitado bajo la frase: “en cualquier momento puede irse y olvidarse de lo que presencio”. Muchas veces sus críticas, poco a poco, iban cobrando fuerza en ese medio de música y comenzó a ganarse un nombre. Solo este último viaje, Anya acompaño a Dove y su hija menor, Marlene a un recital; hizo una reseña de la presentación y hasta el momento era su mejor trabajo.

Cuando viajaba sola, ella la recogía y llevaba a casa. Anya retomo tocar el violín pero no mucho tiempo. Su sobresfuerzo era notorio y no quería presionarse más. Estaba por terminar la universidad y una revista famosa intentaba reclutarla entre sus filas, Anya también tenía interés en trabajar allí pero lo seguía considerando.

Jun, por otro lado, sorpresivamente dijo que iría a una escuela de arte en Francia. Christine solo accedió si él lograba hablar el idioma con fluidez antes de sus últimos años de preparatoria y secretamente junto a Ryusui hacían los preparativos para su mudanza. Incluso si no aprendía el idioma, lo dejarían ir. Él ya tenía previsto a qué escuela ingresaría y tras revisar los requisitos, Jun se volvió más centrado en cumplir sus metas sin distracciones; no faltaron algunos altibajos que parecieran no tener solución. Sufrió algunos problemas con mujeres que lo pusieron en una situación delicada, a él y su carrera como artista pero, logro sobreponerse aun cuando creyó que había perdido el apoyo de sus padres.

A su regreso a la rutina, comenzó a ponerse más serio en su aprendizaje. Durante la preparatoria entro a varios concursos donde obtenía buenas críticas más no buenos lugares de premiación pero poco a poco fue encontrando su estilo y manera de trabajar. Con algunas menciones y trabajos seleccionados fue armando su portafolio de trabajos. Saber que tenía padres que no lo dejaron solo, podía avanzar para demostrarles que su confianza en él no fue en vano.

Las veces que se reunían se ponían a presumir de sus logros en el año, no podían evitar compararse para ver quién estaba más cerca de cumplir su sueño. Todos tenían algo que presumir, querían demostrar a su familia que estaban haciéndolo bien y eso los hacía sentir orgullosos de sí mismos.

— Hmmm ¿Yuu? He llegado — aviso. Tenía la llave por si ocurría alguna emergencia. Al no tener respuesta decidió entrar. — ¿Yuu?

Camino hasta la sala. La casa estaba muy limpia y ordenada cada vez que iba a visitarla, en realidad, no creía que él hiciera la limpieza y no podía evitar pensar que pagaba a alguien o tenía una novia. Cualquiera de las dos le parecía bien. Su hijo era muy ordenado pero desde que comenzó a trabajar la limpieza pasó a segundo plano.

Encontró algunos libros de frases en alemán sobre la mesa de centro. Era extraño, nunca se preocupó por aprender algún idioma que no fuera inglés.

— Hola, que bueno que llegaste...— dijo saliendo de la habitación. — no estaba ocupada, ¿verdad?

— No, pero, ¿para qué me necesitas? Es extraño que me pidas venir incluso entre porque no abrías. Creí que paso algo.




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