Cuando cumplí 22 años apareció mi primera oportunidad.
Tras dejar en el limbo mi carrera como músico, decidí estudiar periodismo. Le expliqué a mamá lo mucho que quería viajar y convertirme en corresponsal que incluso papá bromeó diciéndome que me concedería una entrevista sin agendarla. Me reí pero entonces me di cuenta que, incluso si mi interés cambia mientras estudio, ellos no me dejaran ni me darán la espalda.
Ahora sí, cuando cumplí 22 años, hice un intercambio a una universidad extranjera; en medio de mis estudios y relacionado con el trabajo en la editorial, una profesora me recomendó para dirigir una entrevista a un solista y miembro de un grupo mixto, llamado Sui; es un artista que ha alcanzado la fama siendo muy joven y con la mínima preparación posible terminando por ser conocido como un prodigio. Sin pensarlo mucho accedí, no iba a estar sola pero era el primer paso para saber que me falta para ser buena periodista.
Mi superior y yo nos reunimos con el manager de Sui en su camerino. Tenía que participar en una grabación pero nos dio casi una hora para poder entrevistarlo. El manager se disculpó durante toda la conversación, según entendí, el espacio de la entrevista tuvo que ser reacomodando o no podría hacerla pero su estrella insistió y aquí estamos, de frente a un joven tímido.
Desde el momento en qué comenzamos a intercambiar miradas me di cuenta que, está persona y de verdad, está persona, tenía que quedarse a mi lado. Hay algo en sus ojos y su manera de hablar que me está hipnotizando.
— Soy Sui, mis disculpas por cambiar la fecha abruptamente. Mi agenda se ha reajustado tanto que se volvió un caos
— No pasa nada, estamos ansioso en trabajar contigo. — dijo mi superior dándole una hermosa sonrisa reconfortante al chico nervioso frente a mí.
Nos sentamos en un espacio adecuado; tras leer el guión preparado y señalar las preguntas que debían evitarse, comenzamos la entrevista.
Sinceramente estaba nerviosa. Después de presentarme, él también era torpe al hablar e intentaba hacer bromas para relajarnos un poco pero pienso que eran más para ayudarse él pues seguramente no comprendía el impacto musical que había provocado. Yo intenté seguir lo que estaba diciendo pero lo encontraba un poco raro, sin embargo, más que una entrevista, parecía más una plática entre amigos. Su voz grave me pareció tan linda que de un momento a otro comencé a pensar si tenía madera de periodista no, no era muy tarde para desistir. Sinceramente, me cautivo más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Terminamos. Él estaba agradecido con nosotros por ser tolerante con sus errores, estaba guardando algunas cosas cuando él se me acerca y me susurra.
— ¿Puedes darme tu número?
Me sorprendió y asusté. ¿Por qué? ¿Hay personas que aún ligan así? ¿Me está ligado? No, ¿Va a cambiar lo que dijo?
— Lo siento, no puedo darte ningún número más que el de mi superior — respondió y pude ver perfectamente cómo sus ojos se entristecían — pero... Si me dices para que, quizás pueda hacer una excepción.
Al mirarlo, note que se puso rojo de las orejas y nervioso. Ni siquiera estaba mirándome. Solo estábamos los dos. Lo mire de nuevo y sonreí.
— Supongo que no habrá problema si te doy mi número... — conteste sintiendo mi corazón a punto de explotar. Solo decidí hacerlo. Deberían llamarme la imprudente Anya.
— Gracias, me presento de nuevo, me llamo Sui. Un placer.
— El placer es mío. — sonreí
— ¿Anya? Despierta. No puedes dormir así.
Ella abrió un poco los ojos. Estaba en el sofá, cara a cara con Sui quien intentaba despertarla. Recordaba haber llegado al departamento, guardo la comida y se sentó en el sofá. No se dio cuenta en qué momento se quedó dormida.
— Soñé con el día en que nos conocimos.
— Que vergüenza — replicó
— ¿Por qué? Fue tierno. Yo imprudente y tú atrevido.
— Jajajaja, ya veo. Pensé que hoy te quedarías con tus padres.
— Ah, no... Hice enojar a mi mama.
Le contó la historia en pocas palabras. No lloro pero a medida que sus palabras salían de su boca, entendió que su “curiosidad” y reclamos fuera de lugar provocaron ese momento incómodo.
— Entonces, ¿no conoces a tus abuelos?
— No, solos fotos de ellos cuando eran muy jóvenes. Mamá había mencionado que su relación era difícil y que no mantenían contacto por el bien de ambos pero pensé que eran discusiones como elegir una carrera o mal comportamiento... algo así. Llegué a pensar que no se hablaban porque mamá se casó con un extranjero. Deje de lado que son muchas horas de viaje como para visitarse con frecuencia pero… yo solo asumí eso.
— Bueno, los hijos no tiene que ser copias de los padres, no les gusta lo mismo pero son los mismo padres que infunden respeto, ellos no pueden saber el futuro de sus hijos y se esfuerzan para que sea el mejor y aun así, casi nunca esperas que ese patrón se cumpla. No hay dos padres iguales. Eventualmente los hijos se desarrollan, forman sus propias ideas, creencias que no atenten contra sus enseñanzas y alli es cuando los padres por no perder el control, están en contra de todo lo que ellos han construido lentamente. Se olvidan de que son individuos con pensamientos propios.