Azul Violeta (tercer libro)

XXIV.- La familia que siempre soñe

Llegó el día, mis temores se hacían presentes.

Christine está embarazada.

Cuando me dijo mi madre que Christine llegó casi llorando después de una revisión rutinaria, me asuste. Después quise invadir mi corazón solo con pensamientos reconfortantes para ella. Christine me dio la noticia y mi evidente alegría quizá fue un peso extra para su corazón.

Ella me contó todo, todo lo que ocurrió con su familia.

Le prometí que si ella repetía alguna acción que iba en contra de mis creencias le diría. La apoyaría en todo y me aseguraría que ella no sufriera por llevar una vida a su cuidado.

Poco a poco me di cuenta que nuestro deseo fue el mismo. Considero que después del éxito personal buscas una nueva meta o propósito y el nuestro fue agrandar a nuestra familia. No aplica para todos solo para nosotros, tenemos derecho a cambiar de opinión y no ser juzgados por ello.

Cambie en lo posible todos los trabajos que me ofrecían para poder ayudarle. Mi madre le hacía compañía pero no era lo mismo. Ella, mi madre, no tiene esa obligación. Christine sorpresivamente mejoro de salud. Le encantaban usar prendas holgadas así que cuando venían visitas se llevaban una sorpresa.

Durante todo este período sentía que la alejaba de lo que más amaba: su trabajo; ella me demostró que estaba equivocado. Si no podía usar pintura o materiales similares usaría lápices de colores.

La apoyo en todas las decisiones que toma así como ella me apoya a mí. Es extraño es como si hubiéramos esperados solo este momento para conocernos.

Después de su secuestro, ella no mostraba ninguna acción extraña pero ¿si estaba todo en su mente? De alguna manera ella consiguió ayuda psicológica y volvió a ser igual que antes. Lentamente sanaban sus heridas pasadas y yo era testigo de ello.

Llegó invierno y debía ir a grabar unas escenas al norte del país, solo por unos días. Casi al terminar el trabajo, Joiichiro me avisó que Christine fue llevaba al hospital y tendría el bebé en algún momento a lo largo de la noche. Pedí un vuelo pronto, la suerte me sonreía pues para la época, el cielo estaba despejado.

Ella, pensé durante el vuelo, eligió el nombre del bebé. Aseguraba que sería niño aunque nunca quiso saber el sexo. Quería llamarlo Yuu. Para ella era un nombre fuerte como suave, ideal para la persona que iba a crecer en su entorno y bajo su cuidado.

Cuando llegue, ella ya tenía al pequeño en brazos. Fui la segunda persona en cargarlo. La vi agotada y le agradecía por cumplir ese capricho. De haber sido la chica de hace algunos años, esto ni siquiera se lo había pasado por la cabeza. Pude darme cuenta que ella estaba un poco reacia a tocarlo.

Sentí que su cuerpo recordaba años de abuso físico y tenía miedo de lastimarlo. Sin palabras podía asegurarle que todo estaría bien. Christine aprendía poco a poco a dejar ir lo inútil que le enterraron en su memoria.

Mi esposa pudo avanzar. Ella convertía sus sueños en realidad, sueños que quizás solo quedaron encerrados en un baúl con llave. Claro que ella no lo aceptará.

 

En mi mundo ideal, nosotros tres éramos la familia perfecta. Yo no podía dejarle está carga. Hablé con Joiichiro para que ajuste mi horario. Él se quejó por los padres primerizos pero igual lo ajusto. Yuu es inesperadamente tranquilo, se parece a Christine. Ella casi no duerme pero el poco tiempo qué descansa la hace sentirse renovada.

Yuu ocupaba todo nuestro tiempo, aprendí cosas que solo ella sabía y así ignoramos lo que nos decían personas extrañas. Todos tenían sus opiniones y creía que éramos influenciables. Christine es inesperadamente cariñosa.

 

Algunos meses después de una revisión, le dijeron que es posible ya no concebir ningún hijo debido a su estado de salud. Solo así, lo dejaron como una posibilidad. De manera interna ella envejece un poco más rápido de lo usual, sin desanimarse, estaba feliz con tener a Yuu.

Acepte su decisión de no someterse a ningún tratamiento de fertilidad y nos aseguraríamos de criar bien a Yuu.

Pero la vida nos tenía otro plan.

Christine se embarazo de nuevo. Ni ella podía creerlo. Yo no sabía cómo reaccionar. Nos habíamos hecho a la idea de que podríamos tener un solo hijo. Ella estaba saludable y de repente empezó a bajar de peso de manera drástica y su diagnóstico fue hiperémesis gravídica.

Supongo que esto fue lo más complicado para los dos. Decidí cuidarla y aceptaba sesiones fotográficas esporádicas. Cuando hubo alguna mejoría cerca del cuarto mes también parecía que todo se volvía más complicado.

Su colega armó un escándalo que la estreso mucho. Tuvo que regresar al hospital. Ellos, en ese momento, se convirtieron en los humanos que más odiaba. Cuando Christine decía que era su culpa por su mala alimentación, quería cortarles la cabeza y arrojarla al mar para que no la molestaran.

Tristemente tuvo que adelantarse su parto a causa del estrés al que fue sometida. No lo pensé entonces pero pude haberlas perdido a ambas. Estaba tan asustado que no podía pensar en nada más. Nuestra niña nació muy pequeña pero sería fuerte. Con todo el dolor del mundo Christine iba a verla a diario, deje de trabajar y la cuidaba mientras descansaba Christine. Ella tampoco dejo sus proyectos en el aire pero nunca la escuché quejarse del dolor. No sé si fue valentía o estupidez.




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