Kaia
—¡Mi chiquito! —Me reí de June mientras corría gritando hacia mi hijo con los brazos abiertos.
Mi hermana abrazaba a Ryan como si no lo hubiese visto dos meses atrás, y a mí que no me veía hace cuatro, me ignoró deliberadamente.
Crucé el jardín delantero para saludar a Kevin, él me dio un fuerte abrazo.
—¿Cómo estuvo el viaje, Kai? —Abrió la puerta de su casa para dejarme entrar.
—Silencioso. —Chasqueé la lengua.
Dejé mi abrigo y mi cartera de mano en el armario de la entrada.
—¿Aún sigue enojado? —Suspiré.
—Sí, me culpa de pasar su último año de preparatoria en un nuevo colegio. —Lo seguí por su enorme casa hasta la cocina—. Me culpa por dejar atrás a sus amigos, a sus abuelos e incluso a su equipo de hockey. —Mi cuñado se rio.
—Da gracias que no incluya a una novia en sus reclamos si no estarías en su lista negra eternamente. —Levantó la vista de la ensalada que estaba cortando—. Agradezco que él no haya conseguido que te retires a último momento.
—Estuve a punto, papá fue quién nos dio una charla tanto a Ryan como a mí de que los cambios siempre eran buenos. —Miramos hacia atrás cuando oímos los gritos de June a su sobrino.
—Ella te necesita, Kai, y yo también. —Su sonrisa de labios apretados me desarmó—. Estamos asustados, emocionados, enloquecidos de amor.
Me reí con una carcajada sonora y me acerqué a darle un abrazo de costado, conocía a Kevin desde aquel primer año en Harvard, y aunque él y June tuvieron una y mil vueltas llegaron a dónde están hoy esperando su primer hijo o hija, aún no se sabe.
—Te quiero mucho, Kevin y estoy muy feliz por ambos. —Él besó mi coronilla.
—Toma asiento, la comida está lista. —En la pequeña mesa de la cocina había dispuesto cuatro platos con los cubiertos y vasos, un aroma a hierbas frescas envolvió el aire cuando mi cuñado abrió el horno—. Ryan tiene una personalidad dominante, lo va a hacer bien en el colegio que sea, pero a los hijos muchas veces nos gusta provocar a los padres hasta el hartazgo. —Me dio una sonrisa conocedora.
Él conoce bien sobre la infancia que tuvimos su esposa y yo, mi padre le contó cuando salía casa por casa de los vecinos pidiendo disculpas por nuestros actos de justicia.
—Si, lo sé, solo que nunca creí que estaríamos así tan distanciados. —Kevin se rio.
—Adolecer es duro, Kai. Me extraña que no lo recuerdes. —Abrí la boca para replicar, pero en ese momento entró mi hijo abrazando a mi hermana por los hombros, era mucho más alto que ella.
—¡Hermanita! —June se acercó a mí y me abrazó con fuerza meciéndome de lado a lado—. ¡Gracias, mil veces gracias! —Susurró en mi oído para que solo yo la escuché.
Suspiré aliviada reconfortándome con su abrazo.
—Vamos a comer. —La voz de Kevin llegó suave y cálida.
Nos sonreímos, volvimos a abrazarnos y nos sentamos.
Ryan estaba con su móvil en la mesa.
—Bebé, el móvil. —Ryan me ignoró y siguió texteando.
Kevin lo agarró desde la parte de arriba y se lo quitó.
—¡Tío! —Lo fulminó con sus ojos azul hielo.
—En la mesa no usamos el móvil. Ahora disfruta la cena. —Kevin lo cortó en seco y luego más calmó volvió a dirigirse a él—. Luego tengo que ir al estadio a ver la práctica del equipo, ¿quieres acompañarme?
Los ojos de Ryan se suavizaron y sus perfectos dientes blancos por años de ortodoncia iluminaron la habitación.
—Casi que rogaba por ello. —Así, sobrino y tío se enfrascaron en una conversación sobre el hockey.
—¿Tendré que ponerme a ver partidos también? —June se rio.
—Sí, lamentablemente hermanita vas a tener que aprender todo sobre el hockey. —Su mirada de lástima me hizo fruncir el ceño.
Soltó una carcajada.
—Tu hermana te está tomando el tiempo. —Kevin palmeó mi mano—. Kai, tu labor será la de proteger legalmente a los jugadores de mi equipo “fuera de casa”, muchas veces irán a jugar a otras ciudades y algunas veces las cosas suelen salirse de control.
Abrí los ojos, incrédula.
—Tío Kevin quiere decir que los jugadores se agarran a puñetazos en la pista de hielo y que tú quizás tengas que intervenir legalmente. —Ryan me explicó en su idioma.
—¿Es tan violento? —June se rio.
—”Algunas veces” —repitió las palabras de su marido haciendo comillas con los dedos.
—Ok. —Nunca había visto a la gente pelear, en vivo.
—No te preocupes, cuñada, hasta que Nazca el bebé te iremos ayudando para que vayas comprendiendo todo lo legal del asunto, además de los fichajes y otras cosas. —Kevin miró a June con complicidad.
—Me asustan esas otras cosas. —Ryan soltó la carcajada.
—Con lo mojigata que es mi madre este mundo la hará pedazos. —Dolió el golpe, pero sé que lo dice desde su enojo.
—Te adoro chico te he visto crecer, pero cuando le hablas así a tu madre me dan ganas de enviarte a hacer mil lagartijas como hago con mis jugadores cuando se pelean entre ellos. —Kevin señaló a Ryan con el tenedor—. Tú y tu madre están aquí porque tu tía June y yo necesitamos su ayuda y porque amamos que estés con nosotros. Lamento que no estés feliz con este cambio, pero eso no te da derecho a tratarla mal, y si vuelve a ocurrir delante de mí, hablaré con tu abuelo Donald.
Editado: 10.01.2025