Kaia
—Llegar tarde el primer día de trabajo es un insulto a tu empleador —Me quejé mientras bajaba del auto—, no me harás cambiar de opinión.
June soltó una carcajada tan fuerte que parecían los gruñidos de un cerdo a punto de ser atrapado para la cena.
—Kevin te dijo que no había problema cuando rompiste a llorar a través del móvil en medio de la carretera. —Las lágrimas le corrían por el costado del rostro.
—¿Me ves riendo? —Ella golpeaba su muslo con la mano abierta mientras reía sonoramente.
—Me hago pis… —Más risas—. Por favor, no pongas esa cara del fin del mundo.
Entrecerré los ojos y la miré con evidente fastidio.
Cuando al fin se calmó me habló sin pausa.
—Está nevando, por el amor de Dios, el tránsito es un caos por todos lados. No ayuda la cantidad de automóviles que vienen hacia el estadio, de hecho si no fuera que tenemos plaza privada jamás podríamos estacionar, y si no tuviéramos el palco privado, estaríamos como esos que se contentan con oírlo por la radio desde un bar. —Me sonrió con cariño y los ojos llorosos de tanto reírse—. Hoy es el último partido de la temporada hasta después de año nuevo, pero los chicos prometieron quedarse un poco más para conocerte, serás su abogada, quien los defenderá dentro y fuera de la pista, esperarán y no se ofenderán por algo que bien puede sucederle a cualquiera de ellos.
—Ok. —Rodeé el auto hasta ella y la tomé del codo para entrar juntas al estadio—. Muy buen discurso, Michelle Obama, pero no me convence. —Dejé caer los hombros—. Estoy muy nerviosa, hermanita.
Los gritos alentando a los jugadores y el bullicio me daban más ansiedad, como si tuviera una centrifugadora en el estómago.
—Lo sé. —Me besó en la mejilla torpemente—. Esta experiencia cambiará tu vida, ya lo verás.
Subimos por la escalera privada para los jugadores, familiares, personal y, obviamente, los dueños del equipo.
Ryan estaba aquí, vino más temprano con Kevin porque quería vivir la experiencia desde el minuto cero. Como yo estaba tan nerviosa decidí declinar y quedarme en casa un rato más.
Me costó elegir el atuendo acordé a la ocasión, tenía que dar una imagen contraria a como me sentía, una de una mujer que fuera segura y con carácter.
Una ajustada pollera negra a la rodilla, camisa blanca y chaqueta negra era mi outfit de persona seria y correcta. Debido al frío me puse medias negras gruesas de lana y botas cortas. La campera de abrigo de plumas que me cubría hasta los tobillos me la sacaría dentro del estadio donde había calefacción.
Apenas entramos en el recinto los gritos se sentían más intensos haciendo que una oleada de adrenalina me corriera por la piel, como cuando llegas a un recital que está en su pleno apogeo.
Me acerqué a la baranda del último piso donde estaba el palco principal y miré a los jugadores rojos del equipo de Kevin contra los verdes del equipo contrario.
Los jugadores patinaban de lado a lado, luchando codo a codo para obtener el disco negro y meterlo en lo que a mí me parecía, un diminuto arco con una red, protegida por un portero.
—Tienes palpitaciones. —No estaba preguntando, sino asegurando.
—Las tengo. —respondí sin mirarla.
Era la primera vez que estaba en un partido de las grandes ligas, aunque June era la dueña hace meses. Si no fuera por mi nuevo puesto quizás solo seguiría yendo a los partidos del colegio de Ryan, pero debo confesar que esto es apasionante.
De repente un jugador de los verdes hizo lo que a mí me parecía una infracción y llevó a empujones a uno de los Sharks contra los paneles que protegen a los espectadores de la primera fila.
El rojo no se quedó quieto, se quitó los guantes, y ante mis ojos desorbitados le pegó un puñetazo al verde que lo hizo trastabillar hacia atrás, un segundo después eran todos contra todos.
El sonido estridente del público que impulsaba a continuar con la pelea me angustiaba más aún. Empujones y puñetazos iban de lado a lado como un ring de boxeo. Al fin reaccionaron cuando el silbato del árbitro sonó furiosamente.
Los jugadores se separaron cuando se oyó un grito de un hombre con una gorra roja que hizo que los vestidos con trajes protectores rojos y también los verdes vuelvan al banquillo.
Inmediatamente, los acordes de una canción de Black Eyed Peas inundó el lugar y el público era todo risas, gritos y bailes.
—¡Wow! —Elevé las cejas.
No sabía qué más decir, solo había durado un minuto la pelea, pero se sintió como si fueran horas.
—Los partidos en casa no son un problema para nuestros chicos, ellos saben que afuera del hielo deben ser santos con capa, pero no todos los equipos son así, y cuando viajan sí están expuestos a peleas “fuera del hielo”. —June acarició el pequeño bulto en su abdomen—. Tu trabajo es cuidar de mis chicos, Kai. Protegerlos como si todos fueran Ryan cuando están fuera.
—¿Quieres decir que siempre habrá estás peleas? —cuestioné la función para la que había sido contratada.
—Tal vez, sí. —Su mirada me dijo que no bromeaba.
Editado: 10.01.2025